
Sin embargo, mientras celebramos esta victoria por el bienestar físico, otra conversación, igual de crucial para nuestra identidad, surge con una urgencia que no podemos ignorar. La próxima presentación del prestigioso Ballet Nacional Dominicano en el Teatro Regional del Nordeste, gestionada con el esfuerzo incansable del gestor cultural Miguel «Guelo» Paulino, se presenta como un «banquete artístico». Pero este banquete, como Paulino nos recuerda, también sirve como un «amargo recordatorio» de una profunda carencia.
Su voz no es un lamento aislado, sino una llamada de atención sobre la salud del alma de nuestra comunidad. Así como caminamos para construir algo tangible, tenemos que unirnos para fortalecer nuestra identidad cultural.
Paulino nos pregunta: ¿dónde están los cimientos para nuestra cultura? Denuncia la falta de un proyecto cultural sostenible, la ausencia de espacios como una anhelada Plaza de la Cultura, y la carencia de una formación artística sólida y un relevo docente que permita a nuestros jóvenes talentos competir en igualdad de condiciones. Su advertencia resuena con una verdad incuestionable: «Un pueblo sin acceso a la cultura, es un pueblo vulnerable».
Aquí se revela la dualidad de nuestro presente. Por un lado, una sociedad civil que se organiza ejemplarmente para afrontar una enfermedad. Por otro, esa misma sociedad es desafiada a reconocer que la falta de alimento espiritual y de espacios para la creatividad también es una forma de vulnerabilidad que debilita el tejido social y limita el futuro de las nuevas generaciones.
La caminata contra el cáncer nos ha dejado un valioso manual de acción: nos enseñó que la unión de ciudadanos, empresas y líderes puede mover montañas y materializar proyectos que parecían inalcanzables. La pregunta que ahora debemos hacernos es: ¿podemos aplicar esa misma fórmula, esa misma pasión y ese mismo compromiso para atender el déficit cultural que nos señala Guelo Paulino?
Una comunidad verdaderamente sana y próspera no solo necesita hospitales equipados, sino también teatros vivos, escuelas de arte accesibles y espacios públicos donde la identidad florezca. La salud del cuerpo es una prioridad innegociable, pero la salud del alma es lo que nos define y nos proyecta hacia el futuro. La caminata nos dio el impulso; la visita del Ballet Nacional nos plantea el desafío. Es hora de empezar a caminar también por el arte, por nuestra cultura y por el alma de nuestro pueblo.
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