Las huellas del robot Perseverance pueden verse en esta imagen captada por una de sus cámaras el 5 de marzo. Uno de los objetivos de la misión es buscar señales de vida microbiana antigua.
El 18 de febrero de 2021 aterrizó en el cráter Jezero de Marte el rover Perseverance, que estudiará la composición de rocas, el subsuelo y el clima.
Este fue el primer éxito de la misión Mars 2020 y su desarrollo contó con participación española: MEDA es una estación ambiental desarrollada por el Centro de Astrobiología (CSIC-INTA).
La llegada de Perseverance ha avivado el debate sobre si hay o hubo vida en Marte, y su habitabilidad presente o pasada.
"Habitabilidad" no quiere decir que los humanos podamos construir una casa allí, sino que define las condiciones geoquímicas y ambientales favorables para el origen y evolución de la vida.
Entre los objetivos de la misión está estudiar la habitabilidad y la búsqueda de evidencias de vida microbiana antigua.
Hoy en día, por lo que sabemos, es improbable que en Marte haya vida. Pensemos en la de nuestro planeta: durante la mayor parte de su historia, la Tierra estuvo habitada solo por microorganismos.
La evolución necesitó unos 3.400 millones de años para que surgieran plantas y animales. Tiene sentido asumir que, de haber existido vida en Marte, esta era microbiana.
En la exploración espacial tomamos como referencia la vida terrestre actual, pues no conocemos otra. El inconveniente es que, si no se ven evidencias de vida marciana (algo probable), nos preguntaremos si es porque no sabemos qué buscar exactamente.
¿Qué evidencias de vida buscamos?
La ubicación del Perseverance no es casual. Si queremos buscar evidencias de vida, debemos ir a un sitio favorable.
En el cráter Jezero podría haber estado ese lugar: el delta de la desembocadura de un río.
Pero, que haya evidencias de que el agua formó paisajes familiares, con sus ríos y valles, no implica que haya habido vida. Hay que buscar las evidencias.
Zona de operaciones de Perseverance en el cráter Jezero. El cauce seco del río se ve en la parte superior izquierda, con el abanico de sedimentos del delta en su desembocadura. Mars Express/ESA/DLR/FU-Berlin
Para la búsqueda, el Perseverance está equipado con SHERLOC, un instrumento capaz de encontrar moléculas orgánicas.
Sin embargo, debemos diferenciar entre "molécula orgánica" y "biofirma orgánica" o "biomarcador".
Las moléculas orgánicas podrían ser un indicio de vida, pero, cuidado: en realidad, pocas lo son. A estas las llamamos biomarcadores.
Para entenderlo, pensemos en el petróleo. En los años 1930 el origen biológico del petróleo se debatía, hasta que el químico Alfred Treibs descubrió porfirina en los combustibles fósiles. Esta deriva de la clorofila y no podemos explicar su presencia sin la vida. Así, estudiando los biomarcadores (compuestos cuyo origen solo podemos atribuir a la vida), sabemos que el petróleo es lo que queda de ecosistemas de hace millones de años.
Si SHERLOC encuentra moléculas orgánicas, debe evaluarse si son biomarcadores válidos.
El problema es que ello implica asumir que el metabolismo terrestre es universal. Por ejemplo, si en Marte nunca hubo fotosíntesis con clorofila, nunca encontraremos la porfirina de Treibs como biomarcador.
Los minerales también pueden ser biofirmas:
Formiato de calcio del Lago Alkali en Oregon, Estados Unidos.
Recogimos estos cristales de formiato, un compuesto orgánico, en un lago salino similar a los que pudo haber en Marte.
El (improbable) hallazgo de estos cristales en Marte tendría gran impacto y en las redes sociales se extendería la idea de que hubo vida.
A diferencia de la porfirina, el formiato puede ser abiótico y no es un biomarcador. Sabemos que lo es, porque la verdadera biofirma es el desequilibrio químico con los otros componentes del lago.
El estudio de biofirmas es difícil y requerirá el transporte de muestras a la Tierra.
¿Y si no se encuentran evidencias de vida?
Desde el punto de vista de la publicidad y la financiación, buscar indicios de vida es una buena estrategia. Es menos mediático, pero, que en Marte no haya vida, ni la haya habido, también sería una buena noticia.
Si Perseverance no encuentra indicios de vida, el público podría verlo como un fracaso. Sin embargo, la exploración de Marte siempre es un éxito, tanto por el conocimiento que nos aporta, como por las tecnologías derivadas.
Disponer de un planeta en el que se reunieron las condiciones que (pensamos) propiciaron la vida, pero que esta se haya detenido en su inicio, sería un escenario único para entender el origen de la vida terrestre.
No es una idea descabellada. El rover Curiosity encontró materiales que pudieron ser claves en el origen de la vida, formando un escenario intacto durante millones de años, libre de los cambios provocados por una potencial biosfera marciana.
Rocas de fosfato (A), meteoritos de hierro (B) y vetas con sulfatos (C) encontrados en Marte por el rover Curiosity. Todos juntos son ingredientes para el origen de la vida. NASA/JPL-Caltech/LANL/CNES/IRAP/LPGNantes/CNRS/IAS/MSSS
Es probable que no se encuentren evidencias de vida en Marte, y la pregunta seguiría sin respuesta (la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia).
Pero, si tomamos la idea de que en Marte nunca proliferó la vida, podríamos centrarnos en las condiciones que, pensamos, debieron darse para su origen.
Si lo que encontremos encaja, ¿por qué no evolucionó la vida? ¿Faltaba algún ingrediente? ¿La dinámica de Marte no lo permitió? ¿Proliferó un tipo de vida distinto? Junto con el trabajo de laboratorio y lo que sabemos sobre nuestro planeta, quizá podríamos entender cómo empieza la vida y su evolución.
Si en Marte hubiera existido vida avanzada (y los ecosistemas bacterianos lo son), las preguntas sobre el origen de la vida seguirían abiertas. Sin embargo, un Marte sin vida podría ser la gran oportunidad para conocer nuestro propio origen.
*Este artículo se publicó originalmente en The Conversation. Puedes ver los vínculos a los estudios científicos y leer la versión original aquí.

El rover Perserverance aterrizó en Marte este jueves, tras casi 470 millones de kilómetros recorridos por el espacio desde su despegue en Cabo Cañaveral, Florida, a fines de julio de 2020.
El largo y solitario traslado que el Perseverance inició siete meses atrás culminó este jueves cuando tocó tierra en el cráter Jezero y envió su primera imagen de la superficie marciana.
:quality(85)//cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/infobae/ADNWPLCFZZCE3JH5YNVABL7SSQ.jpg)
Diecisiete minutos antes del aterrizaje, la parte de la nave espacial en la que voló Perseverance desde la Tierra, --con el helicóptero Ingenuity unido a su vientre--, se separó de la cápsula de entrada. Los ‘siete minutos de terror’ empezaron a las 20:48 UTC, cuando la nave entró en la atmósfera marciana a unos 19.500 kilómetros por hora. Un minuto más tarde, la fricción de la atmósfera calentaba la parte inferior de la nave espacial a temperaturas de hasta 1.300 grados Celsius.
Tres minutos antes del aterrizaje, la nave desplegó su paracaídas a velocidad supersónica y 20 segundos más tarde la cápsula de entrada se desprendió del escudo térmico. Esto permitió al rover usar un radar para determinar la distancia al suelo y emplear su tecnología de navegación relativa al terreno para encontrar un lugar de aterrizaje seguro. Solo un minuto antes de tocar la superficie se desprendió la mitad trasera de la cápsula sujeta al paracaídas. En ese momento, la estructura que envuelve al rover activó sus retrocohetes para reducir velocidad y en los últimos metros dejó caer el rover con correas de nailon sujetas a una grúa. De esa forma, el vehículo llegó al suelo de Marte a las 20.55 UTC a apenas 2,7 kilómetros por hora.
:quality(85)//cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/infobae/V2IE7YYZLVF2THIRFNE5RN2D7M.jpg)
Perseverance se convirtió así en el quinto vehículo de exploración que la agencia espacial estadounidense coloca en la superficie del Planeta Rojo.
El rover ha viajado 470,8 millones de kilómetros, aunque Marte se encuentra ahora a unos 209 millones de kilómetros de la Tierra; en ese punto, una transmisión desde la Tierra tarda unos 11,5 minutos en llegar a la nave espacial o viceversa.
Concretamente, el rover, de 6 ruedas, cerca 3 metros de largo y de 1.025 kilogramos, rastreará signos de vida microbiana antigua en Marte, recolectará y almacenará rocas y regolitos marcianos (roca y polvo) para que futuras misiones los traigan a la Tierra.
La sonda Perseverance realizó el aterrizaje en un área “peligrosa”: el cráter Jezero, que se cree fue el lecho de un lago y por tanto sería rico en microorganismos fósiles.
:quality(85)//cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/infobae/4BGXKEIHLFHYZAUJSUPNUC2HIU.jpg)
Carga dos micrófonos, que por primera vez captarán el sonido de Marte, y un esquelético helicóptero de cuatro patas y menos de 2 kilogramos conocido como Ingenuity Mars, que intentará llevar a cabo el primer vuelo controlado y con motor en otro planeta.
El Perseverance caracterizará la geología y el clima de Marte, y para ello transporta taladros que perforarán las piedras para extraer en unos tubos del tamaño de unos cigarros una treintena de muestras, de las que espera poder llevar varias de vuelta a la Tierra.
Asimismo, allanará el camino para la futura exploración humana más allá de la Luna.
Para tocar la superficie de Marte y llevar a cabo su trabajo científico, el robot debía sobrevivir a la desgarradora fase final conocida como Entrada, Descenso y Aterrizaje. Los científicos de la NASA la denominan como los “siete minutos de terror”.
El ingeniero argentino Miguel San Martín, que tuvo un rol preponderante en el descenso de otros vehículos robóticos en Marte como el Sojourner, Spirit y Opportunity, explicó a Infobae cómo eran esos 7 minutos “de terror” que lleva depositar al robot en tierra.
“Son los 7 minutos que transcurren entre el momento en que el vehículo entra en la atmósfera a una velocidad de 20 mil Km/h y, en sólo 7 minutos, un sistema totalmente automático, tiene que hacer que llegue a la superficie de Marte a cero de velocidad”, precisó el ingeniero que hoy es consultor en la NASA.
“Hay una cantidad de dispositivos pirotécnicos que tienen que ocurrir para que se separen las diferentes partes. El radar tiene que encontrar la superficie, hacer las mediciones, la velocidad, todo debe hacerse en forma perfecta. El terror viene a raíz de que no lo podemos probar en la Tierra. Por eso es que le llamamos ‘de terror’, porque si nos olvidamos de un detalle ínfimo, no importa si el 99,9% lo hicimos bien, ese 0,1% en que ‘le pifiamos’ termina en fracaso total. Por eso es el terror, porque no hay lugar para el error”, completó el experto en descenso de robots en otros mundos.
:quality(85)//cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/infobae/BF72JSLCHJBN7JGHF7I4URP5VA.jpg)
“Con solo mirar eso y pensar en aterrizar, realmente me fluye la sangre. Debido al tiempo que tardan las señales de radio en regresar desde Marte hasta la Tierra, Perseverance tiene que hacer todo esto por su cuenta. No podemos ayudarla”, dijo Al Chen, líder de entrada, descenso y aterrizaje de la NASA en el Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL, por sus siglas en inglés) en California.
Estados Unidos es el país que más ha visitado Marte. Casi todos sus intentos por arribar al planeta rojo han sido exitosos. Y a pesar de su vasta experiencia, la NASA afirma que no es nada fácil lograrlo.





0 Comentarios