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Boicot y protestas durante la visita de Trump a la sinagoga de Pittsburgh

Donald Trump se quedó solo este martes en Pittsburgh. Las autoridades locales, estatales y nacionales dieron la espalda a la visita del presidente de EE.UU. a la sinagoga en la que el pasado sábado murieron once personas en un crimen de odio. Parte de la opinión pública acusa a Trump de fomentar el clima de odio en EE.UU. con la retórica agresiva que ha ofrecido desde su ascenso al poder.
El alcalde de la ciudad, Bill Peduto, defendió desde un principio que no era un buen momento para la visita presidencial, el mismo día en que varias familias enterraban a sus muertos. Sin embargo, en la apretada agenda electoral de Trump -tiene once mítines hasta las elecciones del próximo martes-, la visita solo era posible este martes y el presidente hizo oídos sordos.
Los líderes demócratas estatales y nacionales fueron invitados a los actos por la Casa Blanca, pero declinaron aparecer. Más sorprendente fue que los republicanos tomaron la misma decisión, aunque muchos adujeron problemas de agenda: el senador de Pensilvania, Pat Toomey y los líderes en el Congreso, Mitch McConnell y Paul Ryan, no hicieron acto de presencia. Trump tuvo la compañía de su hija Ivanka y de su yerno, Jared Kushner, ambos de confesión judía, así como su secretario de Estado, Steve Mnuchin, también judío. Los recibió el rabino de la sinagoga, Jeffrey Myers, que aseguró que «el presidente de EE.UU. siempre es bienvenido».


Lo que no faltaron fueron protestan. Miles de personas se concentraron en las inmediaciones del templo. Mientras Trump depositaba piedras -una tradición judía- en las estrellas de David que conmemoran a las víctimas, se escuchaba a la gente gritar «¡No más odio!».


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