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Qué necesita el Samsung Galaxy S9 (y qué no) para seguir siendo un gama alta que importe

En menos de una semana, Samsung se la juega un año más con el debut de su buque insignia para 2018-2019. ¿Qué necesita el Galaxy S9 para importar en un mercado cada vez más saturado? Empecemos mejor por lo que no necesita.


No necesita software inquietante

Sobre estas líneas, un vídeo de adelanto del S9 publicado por Samsung Mobile Corea. El vídeo muestra un atisbo de lo que parece una aplicación de avatares animados en la línea de los animoji de Apple.
¿De verdad no hemos aprendido nada, Samsung? ¿No bastaba con intentar imponer tus propios emoji cuando está claro que los usuarios prefieren los originales? Imitar una aplicación que no tiene ningún uso más allá del lúdico (y los animoji no sirven para nada más que para hacer el tonto) es como versionar una canción. Es imposible no acordarse del tema original y pensar que no está a la altura.

No necesita competir en hardware

Samsung dedicó sus primeros años con los Galaxy a avergonzar a Apple a base de superarla sistemáticamente en la hoja de especificaciones. Era una estrategia que pocos fabricantes podían adoptar y la coreana era uno de ellos. No en vano fabrica sus propias pantallas (las mejores del mercado), sus propios chips, memoria... todas las cartas estaban en su mano.

La estrategia era buena hasta que, con el paso de los años, todos los fabricantes de smartphones igualaron esas prestaciones hasta convertirlas en números vacíos. Este año en el MWC habrá varios terminales con procesadores Qualcomm Snapdragon y 4GB de memoria, es probable que algunos sean más baratos que el S9.


Mientras tanto, la curva de eficacia de la electrónica dejó de ser tan acusada como para detectarla fácilmente. Solo los usuarios más técnicos saben distinguir entre un Snapdragon 835 y un 635. A la mayor parte de compradores eso les da igual. Lo importante aquí es la experiencia de uso y el factor psicológico. El “mira qué increíble es mi móvil”.

No necesita bajar el precio

Todavía recuerdo el año (2013) en el que Google se ganó el favor del público prácticamente regalando su Nexus 5 a 349 dólares. La alegría no duró mucho. Los siguientes Nexus subieron su precio a niveles más lógicos para dolor de los fans. Samsung ha seguido un camino parecido. Su Galaxy Note 8 debutó con una etiqueta por encima de la barrera psicológica de los 1.000 dólares. Apple hizo lo propio con el iPhone X y ha vendido más de 77 millones de unidades pese a que la versión más asequible del terminal (la de 64GB) cuesta 999 dólares.Los rumores apuntan a que el Galaxy S9 va a ser aún mas caro que el S8, con un precio que rondará entre los 800 y los 925 dólares. Puedes patalear lo que quieras al respecto. El S9 no compite en la gama media. 
Su objetivo es ser un smartphone aspiracional, y eso solo se consigue embutiendo componentes muy caros en un diseño aún más caro con una experiencia de uso suave como la seda.
El público objetivo de Samsung con los Galaxy S hace tiempo que dejó de ser el nerd con criterio y sentido del ahorro que lo sabe todo de Android y de terminales. Ahora mismo, ese nerd está comprando OnePlus, Meizu o Xiaomi. Los fabricantes chinos compiten con cifras brutales a precio contenido. Lo mismo que Samsung hacía hace cinco años.


No, para competir en la aristocrática corte de los super gama alta, Samsung tiene que vestir sus mejores galas, y eso significa una etiqueta de precio de las que quitan el hipo.

Es el software, estúpidos

En su día solía usar esta frase para referirme a los móviles Samsung porque, aunque sus características técnicas eran increíbles, siempre fallaban en lo mismo: la integración del software. Los primeros Samsung que trataban de competir con el iPhone a base de Symbian eran un horror digno de C’Thulhu. Android mejoró mucho las cosas, pero igual la coreana pasó muchos años empeñada en personalizar el cada vez más eficaz SO de Google con capas y aplicaciones cada vez más torpes.
Llegamos a 2017 y, por primera vez, Samsung tiene una oportunidad de oro de imponerse en un reino, el del software, en el que tradicionalmente Apple siempre ha llevado la corona. Irónicamente, el mérito no es exclusivo de Samsung. 
Por un lado, ha hecho un trabajo fabuloso con el software de sus Galaxy. El S8 y el Note 8 son un placer de manejar y apenas dan problemas. Por el otro lado, Apple no pasa por su mejor momento en lo que a software se refiere. iOS 11 tiene una abultada trayectoria de fallos, y cada vez hay más voces que expresan su cansancio respecto a los bugs, los fallos de seguridad, las actualizaciones continuas...
La frase: Es el software, estúpidos, empieza a ser aplicable a los de Cupertino. Es cierto que el iPhone X tiene exclusivas como los Animoji o Face ID, pero si Apple se empeña en seguir regalándonos problemas en iOS, ni siquiera eso será suficiente para retener usuarios. Ya se rumorea que Samsung va a presentar su propia versión de tecnología de reconocimiento facial. En realidad no tiene que llegar tan lejos. Solo necesita seguir fortaleciendo la imagen de que su software funciona bien y esperar a que esa fama se asiente en el imaginario público como Apple hizo en su día.

La cámara es la clave

Hace tiempo que iPhone perdió también el trono de la mejor cámara en un smartphone. Ese título lo tiene ahora mismo, probablemente, el Pixel 2XL.
Eso no quiere decir, por supuesto, que las cámaras de los Galaxy sean malas. Al contrario. Tuve el placer de probar las cámaras del S8 y del Note 8, y la de este último no tiene nada que envidiar a la del iPhone X. En un mundo obsesionado con los selfies y las fotos en Instagram, la cámara de los smartphones es un factor crucial. Samsung lo sabe, y parece que la presentación del S9 va a girar precisamente en torno a eso.
Buena experiencia de uso, un diseño espectacular y una cámara que deje en evidencia a las de la competencia. Si Samsung juega bien sus cartas, la cámara del S9 puede ser el trampolín que lo aúpe al puesto de terminal más deseado de 2018. No sería el primer año que lo logra.

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