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Vivir, trabajar y morires: así era el sueño orwelliano que imaginó Walt Disney

Érase una vez un mundo de fantasía en el que los habitantes de una tranquila y perfecta comunidad del estado de Florida convivían en paz y armonía para el tío Walt. Cada mañana al despertarse, los habitantes de la ciudad utópica del magnate se levantaban de la cama a través de un despertador muy especial: se trataba de un holograma de Mickey Mouse, quién a modo de ligero silbido avisaba a las familias de que era hora de empezar el día. Para aquellos que se les pegaban las sábanas había sorpresa; tras Mickey hacía acto de presencia Plutoladrando hasta despertar a los más remolones. No era lo normal. De hecho, los habitantes, siempre con una sonrisa perenne, daban gracias al dios Disney por permitirle ser parte de una comunidad que vivía, trabajaba y finalmente fallecía por y para el reino de los sueños.
Un día cualquiera debía ser más o menos así: tras la llamada de Mickey (o Pluto) para levantarse de la cama, los miembros de cada familia dispondrían de las más avanzadas tecnologías: robots que hacían el desayuno o te planchaban la ropa antes de salir, duchas en las que se controlaba la temperatura con la mente o teléfonos holográficos (nada de pantallas táctiles).
Cuando los habitantes ya estaban listos para comenzar la jornada de trabajo llegaba una de las mejores partes. Olvídense de los coches o transportes propios, ni siquiera de los autónomos. Walt sabía que lo que la ciudadanía demandaba era un sistema único para una sociedad avanzada. Una tecnología sobre la base de un monorraíl, unos trenes eléctricos donde cada casa tenía su propia parada por la que pasaba una única línea principal que conectaba norte y sur de la ciudad. Un sistema de transporte que nunca se detendría, en constante funcionamiento y siempre recibiendo a los residentes con el pato Donald a los mandos (versión holográfica también).
Maqueta de EPCO. Walt Disney
Aún así, Walt pensó que podría darse el extraño caso en el que un habitante de la ciudad quisiera salir el fin de semana del reino mágico. Raro, sí, pero podría pasar. Por ello se aceptaba un coche por familia y una serie de “pases de placer” mensuales para utilizar el coche con vistas a una excursión al exterior. La ciudad estaba tan milimétricamente estudiada que todo lo relacionado con los suministros y mercancías propias de una ciudad estarían ubicadas bajo tierra.
En efecto, existía “otra” ciudad debajo del reino mágico para que los habitantes no tuvieran que estar lidiando con este tipo de problemas que seguramente añadirían ruido y contaminación al reino, todo un mapa de túneles subterráneos donde se trabajaría para que al mundo mágico no le faltara de nada.
Boceto de los sistemas de transporte en EPCO. Walt Disney
Obviamente, olvídense de la pobreza. En el reino mágico no hay zonas de pobres ni guetos, tampoco jubilados. En el reino todas las personas tienen un trabajo, y cuando se hacen mayores, tendrán otro. En los parques, en los centros comerciales, en el aeropuerto (propio del reino), en los hoteles, en las áreas de innovación, fábricas... De hecho y por si alguno no lo tenía claro, el slogan de este espacio era que “todos tendrán la responsabilidad de mantener este proyecto futurista vivo”.
Y lo mejor de todo lo guardamos para el final. Olvídense de las malditas hipotecas, de los créditos a los bancos, del endeudamiento para poder darle una casa a la familia. Aquí todo es de todos, y todo es del tío Walt. Tú casa no es tu casa, te la alquila Walt hasta que te mueras. Ah, y tampoco te tienes que preocupar por votar porque simplemente no hay derecho a voto, las leyes ya están escritas, y nadie mejor que Walt Disney para ejercer el control de este mundo de fantasía que se llamó EPCOT.

EPCOT, el reino que soñó Walt Disney

Radial de EPCOT. Walt Disney
Bajo las siglas de EPCOT se esconde el Prototipo de Comunidad Experimental del Mañana (Experimental Prototype Community of Tomorrow). Nada más y nada menos que el sueño del señor Walt Disney en la ápoca de los 60. Una utopía de ciudad con trazos orwellianos que estuvo muy cerca de convertirse en realidad. Obviamente no llegó a culminarse y finalmente EPCOT acabó siendo tan sólo una parte del parque temático de Disney World en Florida. Pero su historia y lo que se pretendía vale la pena contarlo.
¿Puede convertir una ciudad real en un modelo de futuro a perpetuidad? Esta es precisamente la premisa en la que se fundamentaba el proyecto inicial. La idea era construir una ciudad diseñada para estimular a las empresas estadounidenses a conseguir nuevos hitos para la vida urbana, siendo la innovación tecnológica una de las claves para ello.
City Center de EPCOT. Walt Disney
A principios de 1960, el magnate Walt Disney contaba con un gran número de nietos. A ello contribuyó que el tío Walt comenzara a preocuparse por el futuro del mundo que habitarían. Y de todas las preocupaciones, había una que no le dejaba dormir: ¿cómo serían las ciudades modernas? Walt pensó que si la escalada de violencia, criminalidad y suciedad de las calles continuaban, el futuro no pintaba nada bueno.
Nada que ver con lo que se vivía de puertas para adentro de su preciadoDisneyland en California. Quizá ahí estaba la clave. Si algo había aprendido todos estos años era a desarrollar grandes ideas que parecían descabelladas en un principio. Así se creó Disneyland, de la imaginación de Walt y los ingenieros. El mismo desarrollo pero en una versión de ciudad futurista podría ser la clave.
Centro urbano de EPCOT. Walt Disney
Al igual que cuando comenzó a planificar el desarrollo de Disneyland, el magnate se sumergió en cientos de libros relacionados con la planificación de una ciudad. Casi al mismo tiempo había dejado entrever la idea con los cuatro pabellones que había desarrollado para la Expo New York World’s Fair en 1964. El éxito de estas exposiciones le acabó convenciendo de que era el momento de subir la apuesta. Ya no quería crear un segundo Disneyland, ahora quería algo completamente diferente: una ciudad donde vivirían personas.
Walt pensó que Florida era el destino perfecto y la mejor ubicación para el nuevo proyecto. Así, a través de varias empresas ficticias acabó comprando más de 100 km² de pantanos en el estado, un enclave situado entre Orlando y Kissimmee. No sólo eso, el hombre se las ingenia para conseguir que el Estado de Florida le diera a Walt Disney Productions la jurisdicción municipal sobre la tierra que había adquirido.
Complejo industrial de EPCOT. Walt Disney
Dicho de otra forma, se había garantizado tener el control total sobre cualquier aspecto del desarrollo de dicha propiedad, incluyendo la construcción de edificios. Dicha jurisdicción llegó a ser conocida como Reedy Creek Improvement District.
Llegados al 27 de octubre de 1966, EPCOT era mucho más que un sueño. Walt Disney presenta al mundo entero el trabajo de los años anteriores. Un vídeo de 25 minutos donde enseña sus planes para el proyecto y donde se ven sus intenciones. Disney había creado el film con la idea de persuadir y alentar a la industria americana y a las grandes corporaciones en su empeño por hacer de EPCOT una utopía de ciudad futura a perpetuidad.

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