Como "Dani, el Rojo" hay uno en un millón. Durante su juventud, este español de 50 años robó bancos y abusó de las drogas. Se recuperó y ahora cuida a estrellas como Lionel Messi. En diálogo con Infobae América, contó su increíble historia
La historia de "Dani, el Rojo" -sutil juego de palabras para alguien que, en efecto, se llama Daniel Rojo- es digna de una novela negra. Una adolescencia marcada por las drogas y la delincuencia. Veinte años entre cárceles y atracos. Un final de rehabilitación, reinserción y trabajo con estrellas del rock y otras personalidades, como Enrique Bunbury, Andrés Calamaro y Lionel Messi.
En el marco del festival Buenos Aires Negra, organizado en la capital argentina, este personaje salido de un policial compartió con Infobae América sus aventuras como criminal y cómo pudo "convertir lo negativo en positivo" para salir de ese mundo y ser hoy un ejemplo social.
"Comencé a robar desde muy pequeñito, aunque quizás en mi cabeza no cabía el verbo 'robar'. Tenía 8 ó 9 años y ya me atraía la adrenalina del llevarme algo a ver si me pillaban o no", admite "Dani, el Rojo". Vale destacar que creció en la España de la dictadura de Franco, en la que la principal preocupación de sus padres de clase media era poder darle educación y comida.
Cuando recién entraba en la adolescencia, el mundo que lo rodeaba cambió. En 1975 murió Franco, se abrieron las fronteras y entró una nueva cultura. Música, arte, literatura. Artistas como los Rolling Stone o Patti Smith. Una de cal y otra de arena: también llegó la apología de los estupefacientes. El ingreso triunfal del "sexo, drogas y rock & roll" tuvo una influencia muy fuerte entre los jóvenes españoles, entre ellos, Dani.
"Todos los músicos tenían al menos una canción sobre la heroína. Después de leer Junkie, de William Burroughs, quedé alucinado y yo también quise probarla", cuenta. A los 15, empezó a inyectarse por vía intravenosa y, desde entonces, todo se precipitó. Como efecto colateral, lo echaron de la casa y se metió en la delincuencia. Ya tenía antecedentes, no sólo de niño, de más grande le quitaba pesetas a su padre. De a mil por día, se habituó a manejar su propio dinero, a invitar a sus amigos, a liderarlos. "A ser el macho alfa", bromea.


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