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Madre no hay más que una, pero ¿cuántas tenemos los dominicanos?



“Madre solo hay una” o por lo menos eso es lo que dice aquella famosa frase y tiene sentido, el rol de una madre es de suma importancia en la vida de cualquier persona, especialmente en la etapa de la crianza, pero en más de un caso se ha comprobado que este es un rol que ha sido desempeñado por otras mujeres que, a pesar de no ser familia directa de un niño o niña, no solo sienten el mismo amor puro de una madre hacia ellos, también pueden lanzar una chancleta con la misma precisión y espontaneidad.
Los días en los que la idea de que una familia “normal” era compuesta por mamá, papá y los niños han quedado atrás y una familia puede tomar muchas formas y en la sociedad dominicana hemos visto cómo, en las situaciones en las que una madre no ha podido estar presente por cualquier motivo, otra persona ha tenido que asumir esa gran responsabilidad de estar con los niños, alimentarlos, ayudar a educarlos, jugar con ellos, corregirlos cuando lo necesitan, enseñarles cómo integrarse a la sociedad y un sinnúmero de tareas más que cada madre asume a tiempo completo, sea reconocida por ello o no. Al final la influencia de la figura materna se siente desde la infancia del individuo hasta el resto de sus días, por eso no se puede desestimar el valor de la persona que asume este papel.
Una de las primeras personas en asumir ese papel es la madrastra, quien, a pesar de ser una figura que ha sido envilecida en ciertos cuentos de hadas como una villana, eso no impide que el amor materno florezca y guíe sus acciones; también hay que resaltar a las abuelas que cuidan de sus nietos con la misma devoción y atención de una madre (no está de más decir que ya tienen mucha práctica); las tías que se dedican a proveer una mejor vida para sus sobrinos; las mujeres que ayudan a criar a los hijos de sus vecinos; las madrinas dedicadas a proteger a sus ahijados; las cuñadas que hacen lo mismo por los hermanos menores de sus cónyuges y hasta aquellos individuos que tienen que ser tanto “papá” como “mamá” y miles de casos más. Pero no importa cuál sea la situación, en cada instancia se puede ver un ejemplo de que no se necesita un lazo de sangre para sentir el amor más puro de todos, el de una madre y a continuación veremos los testimonios de algunas personas que lo han vivido en persona. 
No todos tienen la oportunidad de darles las gracias a estas personas tan especiales que se sacrifican por brindarle a un niño la oportunidad de vivir su infancia con una figura materna presente, que están ahí para jugar con ellos, que se aseguran de que estén bien alimentados, de llevarlos a compartir con sus amigos, o que no se descuiden con sus deberes escolares y, quizás más importante aún, que están ahí para darles un importante consejo o simplemente para escuchar y apoyar o hasta dar un boche cuando es necesario. 
Por eso, esta clase de testimonios pueden ser como un recordatorio para encontrar a esas personas tan importantes y darles las gracias por todo lo que han hecho, y si ya les han agradecido por todo lo que hicieron anteriormente, nunca está de más hacerlo otra vez, especialmente en vísperas del Día de las Madres, porque al final del día la labor que han cumplido, el esfuerzo, dedicación y su generosidad son dignos de cualquier madre y por eso merecen ser tratadas como tales.
El cariño, a veces, pesa más que la sangre
Raysa Vilorio
Raisa tiene dos madres, Moni, quien la dio a luz, y Bertha, que con sus atenciones se convirtió en su mamá. ”Desde que la conocí ha cuidado de mí en todo momento, en los malos y buenos. De ella he aprendido y disfrutado de su amor, sus consejos y sus correcciones como toda una madre; la conocí en la iglesia y de ahí, poco a poco, con sus atenciones y cuidados la adopté como una madre para mí y una abuela para mis hijos. ¡La abuela Bertha, dicen ellos!”.

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