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Por qué los aguacates no deberían existir

Probablemente, cuando te comes un delicioso aguacate no eres consciente de lo cerca que estuvieron de extinguirse junto a muchos de los grandes mamíferos que ya no están en el planeta. Esta es la historia de una muerte anunciada que no llegó gracias a un protagonista inesperado.
Lo cuentan los chicos de SciShow en una pieza visual donde narran las peripecias que pasó en la antigüedad uno de los alimentos más sorprendentes y ricos en el planeta.
Ocurre que los aguacates tenían una relación muy especial con las grandes bestias que habitaban América Central decenas de miles de años atrás en el tiempo. Cuando estos animales se extinguieron, el alimento pudo haberse extinguido a la vez. De hecho, así debió ocurrir de no haber aparecido algo así como los granjeros prehistóricos.
En primer lugar, ¿sabes de dónde viene el nombre “aguacate”? Proviene de los aztecas. Específicamente, de la palabra náhuatl “ahuacatl”, la cual significa testículo. La razón nos la podemos imaginar si pensamos en la forma y la textura del aguacate, o la forma en la que cuelgan de los arboles. En cualquier caso, antes de que se volvieran populares en el resto del mundo, fueron cultivados en Mesoamérica durante miles de años.


Los aguacates son una fruta, en esencia, “ovarios” hinchados de la planta. Sin embargo, nutricionalmente son muy distintos de otras frutas como las manzanas o naranjas, compuestas principalmente por agua y azúcar. En comparación, los aguacates tienen mucho menos azúcar pero mas proteínas y grasa, lo que les da esa suavidad y textura cremosa, aunque también los hace más calóricos.
Los aguacates contienen niveles altos de potasio y nutrientes fólicos, así como vitaminas C, E y K. Técnicamente son bayas, como uvas y arándanos. En vez de tener un montón de semillas pequeñas, el aguacate lleva todo en una gran semilla, esa bola enorme en el centro de cada fruta.
Pues bien, con esas semillas evolucionaron a la vez que otros animales. Decenas de miles de años atrás en el tiempo, durante la época pleistocénica, una colección de megafauna (o animales gigantes) deambulaba por América. Mientras que los mamuts lanudos pasaban el rato en el norte, existían perezosos terrestres de tres toneladas y armadillos del tamaño de coches que vivían en los cálidos bosques ecuatoriales.
Estos gigantes perezosos y armadillos comían muchos aguacates. Sus sistemas digestivos degradaban la cáscara rígida y absorbían la pulpa de alto contenido energético. Después, la semilla indigerible, la cual contiene toxinas amargas que evitaban que los animales la masticaran, salía directamente por el “otro” lado.
Los animales obtenían una comida deliciosa y los árboles de aguacate esparcían sus semillas por los alrededores de los bosques mesoamericanos. Además, las semillas obtenían un buen fertilizante para darles un empujón nutricional, y con esta megafauna consumiendo la fruta, los árboles de aguacate podían seguir desarrollando semillas cada vez más grandes. 
Es más, cuanto más grande fuera la semilla, más nutrientes podían almacenarse en la planta. Esto es especialmente útil en bosques tropicales densos donde el follaje de los árboles viejos tapa gran parte de la luz para los árboles jóvenes del suelo. Así que, en lugar de depender solamente de la luz solar como fuente de energía, las semillas de aguacate podían suplementar la fotosíntesis con los nutrientes contenidos en su semilla para sobrevivir.
Una simbiosis evolutiva espectacular que no fue tan duradera: la megafauna sufrió una extinción masiva. Los científicos piensan que el clima mas cálido al final de la última Era Glacial fue uno de los responsables.
Esto coincidió con el momento en el que los humanos comenzaron a expandirse por América (y su dieta rica en carnes), y como resultado de ello los aguacates estaban en serios problemas. Sin esos compañeros evolutivos de grandes intestinos, los árboles dejaron de prosperar. Sus frutos caían al suelo y las semillas la mayoría de las veces se convertían en alimento del moho.
¿Qué ocurrió? Que a los humanos recién llegados también les encantó la carne del aguacate tanto como a los perezosos. Los humanos también tenían herramientas para comerlos y averiguaron cómo cultivarlos. Así fue como los aguacates pasaron a ser domesticados.
Esta es también la razón por la que los aguacates que comemos hoy en día probablemente son algo distintos a los de hace miles de años. Por ejemplo, gracias a la selección artificial, probablemente sean más carnosos que sus antecesores, aunque más pequeños.
Sea como fuere, el hombre finalmente consiguió salvar y conservar las semillas que hacen posible que esas ensaladas, California rolls o burritos que millones de personas degustan cada día sean infinitamente más apetitosas. [SciShow]

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