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El búnker bajo hielo donde se almacenan los alimentos del futuro

El búnker bajo hielo donde se almacenan los alimentos del futuro

Banco Mundial de Semillas de Svalbard 
Image caption El banco está ubicado a 130 metros por encima del nivel del mar.
Todo, siempre, puede salir mal. Los polos, por el cambio climático, se pueden derretir. Una guerra violenta –de todos contra todos– puede estallar. Un meteorito podría caer sobre la Tierra y destruir de un plumazo ecosistemas milenarios.
Pero en el supuesto caso de que una tragedia destruya los principales cultivos de alimentos de la humanidad, hay un banco de semillas escondido en el corazón del Ártico para ayudarnos a empezar de nuevo.
David Shukman, corresponsal de Ciencia de la BBC, visitó el Banco Mundial de Semillas de Svalbard y nos cuenta cómo es esta guarida que puede salvarnos de un desastre.
Es una extraña sensación la que siento a medida que me acerco a lo que debería ser el lugar más seguro del planeta.
En lo alto de una montaña ártica azotada por el viento, una puerta de cemento me lleva hacia el Banco Mundial de Semillas de Svalbard, una despensa destinada a garantizar la supervivencia de las plantas más preciadas del mundo.
Diseñado para hacerle frente al escenario más apocalíptico, pasar un día aquí no es algo que te levante el ánimo.
La primera barrera para acceder a este lugar es que está en un sitio remoto: las islas Svalbard están a 1.300 km del Polo Norte.
Y aunque hay muchos vuelos desde Noruega y las aventuras árticas están creciendo en popularidad, la población es mínima y el turismo masivo aún no ha llegado.


A esto se suman los riesgos inesperados. Una capa de hielo duro como una roca cubre el aparcamiento al que llegamos. Cada paso es peligroso. Trato de imaginarme una situación muy poco probable: una multitud amenazante tratando de entrar pero ni siquiera pueden mantenerse en pie.

Puertas múltiples

La puerta exterior es de acero. Me decepciona ver que se abre con una llave común y corriente, como la que la mayoría de nosotros usamos para entrar en nuestra casa.
¿Qué pasa si la pierdes? Por algún motivo estoy un poco cínico. La respuesta es obvia: hay varias copias.
Un viento helado y una calma extrema nos acompañan durante los primeros pasos. Nos esperan una fila de cascos de seguridad.


Se abre otra puerta que nos conduce a un túnel que desciende suavemente hacia las profundidades de la montaña. La temperatura es de 4 ºC bajo cero y estamos ahora en el permafrost, donde el suelo que nos rodea nunca se derrite.
La mayor parte del túnel está cubierta de concreto, más adentro queda expuesta la roca. Nuestras voces dejan escuchar su eco.
El concepto de este proyecto es simple: imagínate que todo sale mal con los cultivos de alimentos claves y asegúrate de tener muestras de ellos aquí.
Image caption Las puertas se abren con llaves comunes y corrientes, como las que usamos en nuestra casa.
Por esta razón, la entrada está a 130 metros por sobre el nivel del mar, una altura muy por encima de las proyecciones más negativas en torno a cuánto puede aumentar el nivel del mar si se derriten por completo las capas de hielo polar en los próximos siglos.
El estar enclavado en medio de las rocas hace que las semillas sean también inmunes a la guerra. Svalbard está muy lejos de cualquier conflicto militar, pero incluso si uno explota en el Ártico y una bomba aterriza allí, no podría en teoría destruir el banco.
 
Tras esta puerta la temperatura se mantiene a 18ºC bajo cero.
Esta roca es la mejor protección contra misiles.
En este punto, llegamos a otra puerta. Está blanca por la escarcha. La temperatura está cayendo. Entramos a lo que llaman la "catedral", una vasta caverna que conduce a las despensas propiamente dichas.

Una caja con una historia emotiva

Todavía queda una puerta por sortear. Está incrustada en el hielo. Tras la puerta, el aire se mantiene a 18 ºC bajo cero. Estamos vestidos para esta temperatura pero la piel que queda expuesta se nos congela.
La despensa tiene hileras de estantes, cada uno está repleto de grandes contenedores de plástico similares a los que uno usa para guardar documentos o para mudarse.
Dentro hay pequeños paquetes con semillas. Son 865.871 paquetes que representan más de 5.000 especies y cerca de la mitad de los cultivos de alimentos más importantes del mundo.
 
Las semillas están almacenadas en cajas de plástico en largas hileras de estantes.
Hay semillas de África, Asia y América. También, para mi sorpresa, hay cajas de Corea del Norte.
Pero la historia que más me conmueve es la de las cajas de Siria. Un centro regional de investigación sobre agricultura en áreas secas tenía su sede en Alepo. Los cortes de electricidad y la guerra civil hicieron imposible el trabajo de esta institución. Así fue como las semillas iniciaron un largo camino hasta llegar aquí.

Imaginación negra

Para eso exactamente está diseñado este sitio. La mayoría de los países tienen sus propias reservas de variedades de plantas clave y el banco es sólo un respaldo de esas semillas que ya son de respaldo.
 
Image caption Por el techo del túnel circulan las cañerías de refrigeración.
Este lugar ha comenzado a cobrar sentido para los lugares en donde los bancos nacionales de semillas están amenazados por inundaciones, o donde la agricultura industrial ha reducido tanto la variedad genética que las plagas pueden ser catastróficas.
También para donde las proyecciones de cambio climático lucen amenazantes para los suministros de alimentos.
Esta bóveda es triste y hace falta tener una imaginación oscura para apostar por este proyecto, pero la inmensa cantidad de países e instituciones que la usan justifican su existencia.
Pocos días atrás –y mucho antes de lo que nadie hubiese anticipado– la bóveda cumplió por primera vez con su objetivo primordial.
Algunas de las semillas sirias fueron retiradas de sus gélidos estantes porque las necesitaban en Medio Oriente.
128 cajas de un total de 350 originalmente enviadas desde Alepo atravesaron este túnel lleno de puertas para viajar a Líbano y Marruecos.
Estas semillas vienen de plantas cultivadas en zonas donde surgió la agricultura, en la llamada "medialuna fértil" y ahora serán plantadas para duplicarse.
Pronto habrá agricultores en Medio Oriente cuyas futuras cosechas podrán producir mayores rendimientos o plantas más resistentes a las sequías, todo gracias a los paquetes de semillas que un día fueron almacenadas en un búnker seguro en la ladera de una solitaria montaña del remoto Ártico.


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SVALBARD, Noruega  - La entrada semejante a una joya, la cual brilla en medio de la penumbra gris del otoño en el Ártico, sobresale de la nieve y el hielo. Construida de concreto angular, parece la guarida de un elegante supervillano.
Sin embargo, esta no es una guarida del chico malo de una película de James Bond. En cambio, es el hogar de algo que podría salvar al mundo ante una catástrofe ambiental: semillas.
Millones y millones de semillas están almacenadas aquí, muy por debajo del gélido permafrost de las islas Svalbard, a medio camino entre Noruega y el Polo Norte, y lejos del peligro de las guerras y aumento de los niveles del mar.
"Esta bóveda fue construida para que la humanidad pueda sobrevivir", explica Michael Koch, de Crop Trust, mientras nos lleva a lo largo de un túnel hacia la Bóveda Global de Semillas.
Svalbard fue elegido para albergar la bóveda porque es geológicamente estable y porque, a pesar de su lejanía, los vuelos regulares hacia el lugar hacen que sea relativamente accesible.
"Es como un lugar sagrado", dice Koch, de pie en el vasto espacio, esculpido en la ladera de una montaña. "Cada vez que vengo aquí, siento como si estuviera en una catedral. Este es un lugar para hacer una pausa y reflexionar. Es un lugar único, un lugar muy importante para la humanidad".

Al final del túnel, una pesada puerta de metal brilla debajo de una capa de hielo; al otro lado, está la llave para la salvación de la humanidad en un mundo postapocalíptico.
Esta es nuestra póliza de seguro: 837.931 muestras —un estimado de 556 millones de semillas en total— (aunque nuevos envíos están llegando todo el tiempo), las cuales están almacenadas a una temperatura constante de -18 grados Celsius (-0,4 grados Fahrenheit) para evitar que se degraden.
El permafrost crea un refrigerador natural —incluso si la energía llegara a fallar, la temperatura dentro finalmente se estabilizaría a -8 grados centígrados (17,6 grados Fahrenheit)— lo suficientemente bajo como para conservar el precioso contenido de la bóveda de seguridad durante décadas.
Las semillas son empacadas cuidadosamente dentro de bolsas herméticas de aluminio con triple capa y aseguradas en cajas antes de ser enviadas aquí desde Nigeria, India, Estados Unidos, Perú y de casi cualquier otro país del planeta.
Muchas de las 2.291 cajas apiladas aquí son de plástico gris o negro, con etiquetas adhesivas y números de código para identificar de qué banco de genes fueron enviadas. Pero algunas están en medio de las filas de estantes de metal: cajas de madera, con etiquetas pintadas, estas han llegado de Corea del Norte.
La bóveda funciona como una caja de seguridad de un banco: una vez colocadas en el interior, las cajas no pueden abrirse ni pueden ser retiradas por personas ajenas a la institución que las haya enviado... simplemente están a salvo, su contenido permanece intacto, hasta que se necesiten.

A principios de este mes, las semillas almacenadas dentro de la llamada "Bóveda del fin del mundo" fueron retiradas por primera vez, como resultado de la guerra civil siria.
Los científicos del Centro Internacional para las Investigaciones Agrícolas en las Zonas Áridas, quienes tuvieron que huir de su base en Alepo, Siria, para encontrar un nuevo hogar en el Líbano, solicitaron la devolución de muchas de sus semillas para que las puedan plantar y regenerar, así como para reanudar las importantes investigaciones que han estado haciendo durante décadas.
Desde maíz, trigo y cebada hasta lechuga y papas, las semillas almacenadas aquí representan una variada colección de cultivos de alimentos de todo el mundo.
Sus rasgos genéticos podrían hacerlas vitales, en caso que alguna vez una especie fuera eliminada en la naturaleza, por la sequía, la guerra o las inundaciones: por ejemplo, el arroz silvestre australiano, el cual es resistente a las plagas y enfermedades.

Koch dice que la necesidad de un plan de respaldo es cada vez más evidente: "La agricultura no se está adaptando al ritmo que está cambiando el clima".
"Tenemos que adaptarnos al aumento de temperaturas, viento, tormentas e inundaciones, a nuevas enfermedades y plagas; además, el agua salada está llegando a los campos de arroz, así que la salinización es un problema".
"Esta es la diversidad de los genes que van a utilizar para adaptar la agricultura y no sabes qué necesitarás 50, 100 o 500 años a partir de ahora".
La temperatura dentro de la bóveda se mantiene constante, pero afuera, según dicen los científicos en Svalbard, ya están viendo de primera mano el impacto del cambio climático, lo cual podría significar que tenemos que recurrir a los suministros del banco de semillas en el futuro.

El archipiélago es la zona cero para la investigación del cambio climático, debido a que las fluctuaciones en la atmósfera de la Tierra son más pronunciadas aquí: los expertos dicen que las temperaturas aquí han aumentado el doble, comparado con la tasa observada en cualquier lugar de la Tierra en las últimas décadas.
Ole Arve Misund, del Centro Universitario de Svalbard, dice que las aguas que rodean el archipiélago son de cuatro a cinco grados más cálidas que lo que solían ser.
"Normalmente en marzo, la superficie de estas aguas solían congelarse, una capa de hielo tan espesa que la gente solía llevar sus motos de nieve desde el pueblo a áreas alejadas", dice. "Sin embargo, la última vez que se congelaron fue hace una década".
"Sabemos que el clima es cíclico, pero el calentamiento actual es más estable y más fuerte", explica Misund. "Las temperaturas en el lado occidental de Svalbard son muy variables. Pero ahora vemos... más y más... que se debe a un aumento general de la temperatura del mar de los océanos del mundo".
El guía turista, Jim Johansen, ha visto como los majestuosos glaciares de la región se contraen año tras año.
"Obviamente puedo ver un cambio", dice, mientras dirige a los visitantes en un viaje en barco fuera de Longyearbyen, donde les sirven bebidas enfriadas con trozos de hielo tomados de los iceberg en miniatura que se han separado del glaciar.
"El año pasado apenas podías ver la formación de roca como una línea gris marrón debajo del glaciar", dice, señalando la gruesa franja de rocas visible bajo el hielo. "Está perdiendo mucho hielo, algo está pasando, sin duda".
Mientras que los líderes y ambientalistas mundiales lidian con el difícil problema de reducir el impacto del cambio climático, las semillas del futuro han sido almacenadas aquí, en un "congelador natural" en medio del Ártico, como un mecanismo de resguardo contra los desastres naturales o causados por el hombre.
Si lo peor llegara a suceder, dice Koch, "puedes volver a Svalbard y recrear la agricultura en el mundo".

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