

Dick Cheney, vicepresidente de George W. Bush y arquitecto de la "guerra contra el terrorismo" de la década de los años 2000 en Estados Unidos, falleció a los 84 años la noche del lunes.
Su familia atribuyó la muerte a complicaciones derivadas de una neumonía y una enfermedad cardiovascular.
Tras consolidarse en la élite política como jefe de gabinete del presidente Gerald Ford en la Casa Blanca durante la década de 1970, Cheney se convirtió en uno de los vicepresidentes más influyentes de la historia de Estados Unidos bajo la presidencia de Bush (2001-2009).
Durante su etapa como número dos de la Casa Blanca destacó por ser uno de los mayores defensores de la invasión de Irak en 2003.
En sus últimos años, sin embargo, pasó a ser un ferviente crítico del Partido Republicano liderado por Donald Trump.
"Dick Cheney fue un gran hombre que enseñó a sus hijos y nietos a amar a nuestro país y a vivir con valentía, honor, amor, bondad y afición a la pesca", expresó su familia en un comunicado.
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El arquitecto de la guerra
Cheney nació en Lincoln, Nebraska, en 1941 y asistió becado a la prestigiosa Universidad de Yale, aunque no llegó a graduarse.
Posteriormente obtuvo una maestría en ciencias políticas por la Universidad de Wyoming.
Su primer contacto con Washington fue en 1968, cuando trabajó para William Steiger, un joven diputado republicano de Wisconsin.
Cheney se convirtió en jefe de gabinete de Ford con solo 34 años, antes de pasar una década en la Cámara de Representantes.

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Como secretario de Defensa de George Bush padre, dirigió el Pentágono durante la Guerra del Golfo de 1990-91, en la que una coalición liderada por Estados Unidos expulsó a las tropas iraquíes de Kuwait.
En 2001 se convirtió en vicepresidente de George W. Bush y desempeñó un papel más importante que la mayoría de sus predecesores a la hora de tomar decisiones políticas importantes.
Este cargo es por el que pasará a la historia, y también la mayor fuente de controversia en torno a su figura.
Durante el gobierno de George W. Bush transformó su puesto, tradicionalmente sin poder formal, en una especie de presidencia adjunta de facto en la que supervisó la política exterior y la seguridad nacional estadounidenses tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra el World Trade Center y el Pentágono.
Cheney fue uno de los principales defensores de la intervención militar estadounidense tanto en Afganistán como en Irak.
En el período previo a la invasión de Irak afirmó que el régimen de Saddam Hussein poseía armas de destrucción masiva, que finalmente nunca se encontraron durante la campaña militar.

También alegó repetidamente que existían vínculos entre Irak y al Qaeda, el grupo islamista liderado por Osama bin Laden que se atribuyó la responsabilidad de los atentados del 11-S.
Afirmó que los atacantes sufrirían toda la furia del poderío militar estadounidense.
"Lo cierto es que sabemos que Saddam Hussein e Irak estaban profundamente involucrados en terrorismo", declaró Cheney en 2006.
En 2005, Cheney advirtió de "décadas de esfuerzo paciente" en la guerra contra el terrorismo, alertando que esta "encontrará la resistencia de aquellos cuya única esperanza de poder reside en la propagación de la violencia".
El papel clave del exvicepresidente en aquella campaña militar marcó su legado político después de que Estados Unidos tardara años en retirarse de su costosa guerra en Irak, que resultó en la muerte de cientos de miles de personas.
Republicano anti-Trump
A pesar de haber trabajado durante décadas para presidentes republicanos, más adelante se convirtió en un acérrimo opositor del presidente Donald Trump.
Tras haberlo apoyado inicialmente en 2016, Cheney expresó su consternación por las acusaciones de injerencia rusa en las elecciones presidenciales y la aparente indiferencia de Trump hacia la OTAN.
Apoyó a su hija mayor, Liz, cuando se convirtió en una destacada republicana anti-Trump en la Cámara de Representantes, y condenó la resistencia del hoy presidente a aceptar el resultado de las elecciones de 2020.

Dos meses antes de las elecciones presidenciales estadounidenses del año pasado, Cheney protagonizó una importante intervención: anunció que votaría por la candidata demócrata, Kamala Harris.
Afirmó: "nunca un individuo representó una mayor amenaza para nuestra república que Donald Trump".
En respuesta, Trump tildó a Cheney de "RINO irrelevante", acrónimo de "republicano solo de nombre".
En sus últimos años, Cheney se convirtió en persona non grata dentro de su propio partido, transformado a medida de Donald Trump.
Su hija, también congresista, fue destituida de su cargo por sus críticas a Trump.
En un giro inesperado, las críticas a Trump -y su respaldo a Harris- brindarían a Cheney elogios de algunos sectores de la izquierda que décadas atrás lo habían censurado.
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