

- El gobierno de Estados Unidos informó el sábado que atacó tres instalaciones nucleares en Irán.
El presidente Donald Trump describió la operación como un "éxito militar espectacular" que produjo la destrucción "completa y total" de tres instalaciones nucleares: Fordo, Natanz y Isfahán.
Este domingo Washington confirmó que se usaron bombarderos furtivos estratégicos B-2.
Previamente, un funcionario estadounidense le había dicho a la agencia de noticias Reuters, con la condición de mantener su identidad anónima, que en los ataques se utilizaron tales aeronaves.
Medios de comunicación como The New York Times (basándose en comunicaciones de control de tráfico aéreo) y The Washington Post (citando a un funcionario estadounidense familiarizado con el tema que habló bajo condición de anonimato) habían reportado que varios aviones B-2 habían partido de la Base de la Fuerza Aérea Whiteman, en Missouri, en la noche entre el viernes y el sábado.
Ese tipo de aviones son considerados una de las herramientas militares más avanzadas de Estados Unidos porque permiten lanzar ataques de precisión contra objetivos muy complejos de penetrar.
"El bombardero furtivo B-2 de la Fuerza Aérea de EE. UU. es un componente clave del arsenal de ataque de largo alcance del país y una de las aeronaves con mayor capacidad de supervivencia del mundo", señala en su página web Northrop Grumman, la compañía global de tecnología aeroespacial y de defensa que lo fabrica.
"El B-2 proporciona la flexibilidad y eficacia de penetración inherentes a los bombarderos tripulados. Sus características de baja observabilidad, o sigilo, le otorgan la capacidad única de penetrar las defensas enemigas más sofisticadas y amenazar sus objetivos más valiosos y fuertemente defendidos", señala el sitio web de la Fuerza Aérea de Estados Unidos.
En cualquier punto "en cuestión de horas"
De acuerdo con Reuters, cada B-2 estadounidense cuesta alrededor de US$ 2.100 millones, "lo que lo convierte en el avión militar más caro jamás construido".
"El alcance del bombardero, de más de 6.000 millas náuticas (11.112 km) sin reabastecimiento, le permite alcanzar capacidades de ataque global desde bases continentales de EE. UU."

Es ese alcance intercontinental lo que le permite "llegar a cualquier punto del mundo en cuestión de horas", según indica Northrop Grumman.
El B-2 apoyó en misiones militares estadounidenses en Afganistán, Irak y Libia.
"Se estrenó en operaciones durante la Operación Fuerza Aliada. Dos B-2 volaron más de 31 horas desde la Base Aérea Whiteman en Misuri hasta Kosovo. Atacaron múltiples objetivos y luego regresaron directamente", señala la empresa.
De acuerdo con la compañía, el B-2 posee el récord de la misión de combate aéreo más larga de la historia.
"En 2001, el Spirit of America y otros cinco B-2 fueron los primeros en entrar en el espacio aéreo afgano en una misión récord de 44 horas".
La Fuerza Aérea de Estados Unidos destaca que los aviones B-2 son difíciles de detectar, seguir y atacar por parte de sistemas de defensa sofisticados gracias a una combinación de características relacionadas con sus reducidas señales infrarrojas, acústicas, electromagnéticas, visuales y de radar.
"Muchos aspectos de este proceso de baja observabilidad siguen siendo clasificados; sin embargo, los materiales compuestos del B-2, sus recubrimientos especiales y el diseño de sus alas contribuyen a su sigilo", indica en su sitio web.
La aeronave tiene una tripulación de dos pilotos, "un piloto en el asiento izquierdo y el comandante de la misión en el derecho".
Carga pesada
El B-2 mide 21 metros de largo y 5 metros de alto y la distancia entre los extremos de sus alas es de 52 metros, "la mitad de la longitud de un campo de fútbol", precisa Northrop Grumman.
Puede alcanzar una alta velocidad subsónica y una altitud de más de 15.000 metros y puede transportar una carga de unas 20 toneladas.

El complejo de Fordo es la instalación subterránea que se cree consta de dos túneles principales que albergan centrifugadoras utilizadas para enriquecer uranio, así como una red de túneles más pequeños.
Para causar daño significativo a las instalaciones, se cree que es necesario que sean atacadas con una munición "destructora de búnkeres" capaz de penetrar profundamente bajo la superficie.
Estados Unidos cuenta con una bomba que podría cumplir con la tarea: la GBU-57 Massive Ordnance Penetrator (MOP) de 13.000 kg.
Y el B-2 es el único bombardero estadounidense capaz de transportar bombas MOP de 6,2 m de largo.

En medio del aumento de tensiones militares entre Irán e Israel, con intercambios de ataques que han dejado víctimas civiles y encendido las alarmas de una escalada regional, una silueta sin ventanas visibles y un perfil que parece una sombra se proyecta sobre el Océano Índico. No es un avión comercial. No lleva distintivos visibles. Es el B-2 Spirit, el bombardero estratégico invisible de Estados Unidos, una nave de combate cuyo diseño nació en la Guerra Fría, pero que vuelve a ser protagonista en un conflicto que amenaza con reconfigurar el equilibrio de poder en Medio Oriente.
El B-2 fue desplegado recientemente en la base militar de Diego García, un pequeño enclave británico bajo control estadounidense, estratégicamente ubicado a distancia de vuelo tanto de Irán como de Yemen. Imágenes satelitales verificadas esta semana muestran al menos seis de estos aviones estacionados en la pista de la base de Camp Thunder Bay, lo que representa cerca de un tercio de la flota total de 19 B-2 operativos. Esta concentración inusual de poder aéreo coincide con el envío de más de 30 aviones cisterna estadounidenses a Europa y el inminente arribo del portaviones USS Nimitz al Golfo Pérsico, en lo que parece ser una preparación para una posible intervención sostenida de Washington en caso de que se profundice la guerra entre Irán e Israel.

El B-2 es mucho más que una reliquia modernizada de la carrera armamentista entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Es una máquina de guerra construida para misiones que implican altísimo riesgo estratégico. Con un costo estimado de más de 1.100 millones de dólares por unidad —una cifra que incluye diseño, mantenimiento y soporte logístico—, este bombardero de ala volante y aspecto de nave extraterrestre fue diseñado para penetrar sistemas de defensa aérea densos y realizar ataques quirúrgicos sin ser detectado. Su diseño furtivo, que evita reflejos en radares, y su estructura cubierta con materiales absorbentes de ondas electromagnéticas le han valido el apodo de “fantasma”.
Más allá de su silueta intimidante, lo que vuelve al B-2 esencial en el actual tablero militar es su capacidad de carga: puede transportar hasta 40.000 libras de armamento, incluyendo dos bombas GBU-57 A/B Massive Ordnance Penetrator, un proyectil de 30.000 libras (12.300 kilogramos) diseñado específicamente para destruir objetivos enterrados a gran profundidad, como la instalación nuclear iraní de Fordow.
Excavada bajo unos 80 metros de roca y tierra cerca de Qom, al suroeste de Teherán, la planta ha sido considerada durante años como un punto inaccesible para cualquier ataque convencional. Protegida además por sistemas de defensa aérea rusos e iraníes, esta planta de enriquecimiento de uranio continúa operando en secreto relativo, pese a las sanciones internacionales. Pero la presencia del B-2, equipado con las únicas armas convencionales que podrían alcanzarla, cambia esa ecuación.
Según la Fuerza Aérea estadounidense, estas bombas pueden perforar profundamente mediante detonaciones sucesivas, rompiendo capas de concreto y tierra hasta llegar al núcleo del objetivo.

Desde el Pentágono, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, evitó confirmar si el despliegue era un mensaje directo a Teherán. Pero en medio del intercambio de ataques entre Irán e Israel, y la confirmación del uso previo del B-2 en Yemen para atacar instalaciones hutíes, su movilización adquiere un tono inequívocamente disuasivo. Washington se ha mantenido públicamente al margen del conflicto, al menos en su fase ofensiva, pero el movimiento de bombarderos, cisternas y flota naval indica que se están preparando escenarios de intervención directa.
Una intervención estadounidense con B-2 no es trivial. El uso de esta aeronave implicaría no sólo un respaldo operativo a Israel, sino un gesto geopolítico de alto impacto: el abandono de cualquier tentativa diplomática con Irán respecto a su programa nuclear. Funcionarios israelíes han señalado que hay múltiples caminos para neutralizar Fordow, pero admiten que, salvo una intervención terrestre o un ataque nuclear —ambos descartados por ahora—, el B-2 es la única plataforma capaz de ejecutar un ataque convencional con posibilidades de éxito.

El historial del B-2 es breve pero elocuente. Ha participado en apenas cuatro campañas ofensivas desde su puesta en servicio en 1997. Voló por primera vez en combate en Kosovo, en 1999; luego en Afganistán, Irak y finalmente en Libia, durante la operación Amanecer de la Odisea en 2011. Sin embargo, ha sido desplegado en varias ocasiones como señal de disuasión, como sucedió en 2013 frente a Corea del Norte, sin necesidad de ejecutar ataques. “Lo mismo ocurre ahora: su sola presencia en Diego García, a corta distancia de Irán, representa un mensaje.”
La tripulación del B-2 es de apenas dos personas, gracias a un alto grado de automatización. Puede volar más de 11.000 kilómetros sin reabastecimiento, y más de 18.000 con apoyo aéreo, lo que lo convierte en una de las pocas plataformas capaces de atacar y regresar desde cualquier parte del mundo sin necesidad de aterrizar en zonas de combate. Su techo operativo de vuelo alcanza los 15.240 metros, lo que lo coloca fuera del alcance de muchos misiles antiaéreos.

En un contexto donde la posibilidad de una guerra regional parece más real que nunca, la imagen de estos bombarderos en la pista de una isla remota en el Océano Índico concentra décadas de desarrollo militar, diplomacia nuclear fallida y advertencias apenas veladas. El B-2 Spirit no es un arma de uso frecuente. Es, en esencia, una carta extrema en el juego geopolítico, reservada para los momentos donde las opciones diplomáticas parecen agotarse.
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