
La elección como Papa de Robert Prevost (ahora León XIV) es el resultado que dejó un cónclave en el que 133 cardenales decidían entre continuar con la línea de Francisco, profundizar sus reformas hacia una Iglesia más liberal, o dar un vuelco hacia una más conservadora.
Es muy pronto para saber hacia dónde llevará el nuevo Papa la que es quizás la institución más grande del mundo.
Pero sus primeros gestos como pontífice y su trayectoria dan algunas pistas. Especialmente, muestran su afinidad con el legado de Francisco, lo que podría significar que les dará continuidad a algunas de sus reformas.
En su primer discurso como pontífice, Prevost señaló: "aún resuena en nuestros oídos la voz débil pero siempre valiente del papa Francisco, que bendijo a Roma".
"Permítanme continuar con esa misma bendición", agregó.
Esa mención cariñosa contrasta, por ejemplo, con la homilía del cardenal Giovanni Battista Re durante la ceremonia previa al cónclave del martes, en la que no mencionó al difunto Papa, lo que para algunos expertos fue una muestra de distancia.
Justicia social
Las coincidencias del nuevo Papa con su predecesor tienen que ver con su sensibilidad y su compromiso con la justicia social, los pobres y los migrantes.
El sacerdote John Lydon, que fue compañero de habitación del nuevo Papa, lo describió a la BBC como alguien "muy preocupado por los pobres".

Por su parte, Mark Francis, un sacerdote amigo del nuevo Papa desde los años 70, le dijo a la agencia Reuters que León XIV es un firme defensor de su predecesor, especialmente de su compromiso con la justicia social.
Además, León y Francisco tienen en común que llegaron a lo más alto de la jerarquía católica después de trabajar la mayor parte de su vida en América Latina: León en Perú y Francisco en Argentina.
Y fue Francisco quien nombró a Prevost como obispo de la ciudad peruana de Chiclayo en 2015, como cardenal en 2023 y quien lo llevó a Roma para encabezar el Dicasterio para los Obispos.
Incluso, en la cuenta de X de Prevost, su foto de perfil es con el papa Francisco.
Jesús León Ángeles, coordinador de un grupo católico en Chiclayo, expresó por su parte a la agencia Reuters que Prevost mostró una especial preocupación por ayudar a los migrantes venezolanos que llegaban a Perú huyendo de la crisis en su país.
Migrantes y EE.UU.
En una muestra de su postura sobre la migración, el nuevo Papa reposteó recientemente una publicación en la red social X que criticaba la deportación de Kilmar Ábrego García, el salvadoreño que se ha convertido en un símbolo después de que la administración de Donald Trump admitiera que lo deportó por error.

Desde su cuenta de X, también ha republicado críticas contra el vicepresidente de EE.UU., JD Vance, como un artículo de National Catholic Reporter titulado "JD Vance se equivoca: Jesús no nos pide que jerarquicemos nuestro amor por los demás".
Esas críticas van en línea con las posturas que expresó Francisco ante los obispos estadounidenses antes de morir.
En una carta de febrero, el difunto Papa señaló estar en desacuerdo con cualquier medida que "identifique tácita o explícitamente la situación ilegal de algunos migrantes con la criminalidad".
Ahora las críticas tendrán una resonancia particular viniendo del primer Papa estadounidense.
Pero a pesar de los aparentes desacuerdos ideológicos, Trump y Vance celebraron el nombramiento de León XIV.
Y su nombre como pontífice anticipa también cuáles serán sus prioridades, pues evoca a Papas pasados que también fueron conocidos por su compromiso social, como León XIII, que escribió un influyente tratado sobre derechos de los trabajadores.
LGBT, cambio climático y el papel de la mujer
Aún son poco claras, sin embargo, sus posturas sobre la comunidad LGBT.
En su momento, apoyó la decisión de Francisco de permitir las bendiciones a las parejas del mismo sexo, pero también dijo que los obispos debían interpretar esas directivas de acuerdo con los contextos y las culturas locales.

Sobre el cambio climático, afirmó el año pasado que era hora de pasar "de las palabras a la acción", e incluso ha apoyado medidas concretas como instalar paneles solares en el Vaticano o usar carros eléctricos.
León XIV también apoyó la decisión de Francisco de permitir a las mujeres unirse al Dicasterio para los Obispos y al respecto señaló en una entrevista que "en varias ocasiones hemos visto que su punto de vista es un enriquecimiento".
Sin embargo, no apoya que sean ordenadas como sacerdotes.
Desde este jueves, el mundo tendrá puestos los ojos en León XIV para terminar de descifrar el rumbo hacia el que buscará llevar a la iglesia.
Aunque, como explicaba el sociólogo Francisco Borba Ribeiro, no se puede pensar en el proceso de sucesión del Papa como una cuestión de líneas o partidos, las coincidencias de León y Francisco son evidentes.
Y, por ende, la decisión del cónclave puede ser vista como un triunfo para la Iglesia de Francisco, más cercana a los pobres y los migrantes, pero tímida en inclusión a las mujeres y la comunidad LGBT.

El cardenal estadounidense Robert Prevost es el nuevo papa de la Iglesia católica, bajo el nombre de León XIV.
La chimenea de la Capilla Sixtina en el Vaticano emitió humo blanco la tarde de este jueves, tras lo cual el cardenal Dominique Mamberti anunció el nombre del sucesor de Francisco.
El anuncio se demoró aproximadamente una hora.
Tras salir el humo blanco y repicar con fuerza las campanas, las aproximadamente 15.000 personas reunidas en la Plaza de San Pedro en el Vaticano estallaron en aplausos y vítores.
"Pensábamos que sería fumata gris y, cuando se vio el humo blanco, se escuchó un grito fuerte, la gente se empezó a abrazar, algunos incluso lloraron y empezaron a correr para acercarse al balcón en donde se espera que se presente el nuevo Papa", describe Alicia Hernández, enviada especial de BBC Mundo a Roma, desde la plaza.

Muchos de los congregados allí se abrazaban y ondeaban banderas de diferentes países del mundo.
Una banda de música se abrió paso tocando una melodía entre la multitud, mientras a su lado desfilaban los guardias suizos con su uniforme de rayas azules y amarillas.
Una pareja de Grecia declaró a la BBC que es una "experiencia única en la vida", mientras esperan a que el nuevo Papa aparezca en el balcón.

Un total de 133 cardenales, todos con menos de 80 años de edad, se reunieron en la Ciudad del Vaticano, un estado independiente en el corazón de Roma, para elegir al 267º Papa.
Para escoger al nuevo pontífice, los diferentes grupos de cardenales -cada uno con sus intereses particulares- tenían que formar alianzas y acuerdos a lo largo del proceso, llamado cónclave.
Por primera vez hicieron parte del cónclave cardenales de lugares en "la periferia", como los llamaba Francisco, así que votaron representantes de lugares como Mongolia, Papúa Nueva Guinea, Pakistán, China y Ruanda.
Dos tercios de los electores deben ponerse de acuerdo sobre el mismo nombre para que el Papa sea elegido.
Tras la decisión, sale la fumata blanca (humo blanco) en la chimenea de la Capilla Sixtina para anunciar que hay nuevo Papa y se le pregunta si acepta el cargo y el nombre que desea adoptar.
Esta vez los cardenales han tomado la decisión en un solo día y tras solo cuatro rondas de votación, lo que se considera relativamante rápido en comparación a ocasiones anteriores.
"Es un signo claro de la unidad de la Iglesia", afirmó el cardenal italiano Giuseppe Versaldi en la sala de prensa del Vaticano.
El argentino Francisco, el primer pontífice latinoamericano, murió el pasado 21 de abril a los 88 años.

A esta hora, el mundo entero conoce la secuencia. Ayer por la tarde, cuando se elevó la primera fumata negra desde el techo de la Capilla Sixtina, la multitud reunida en la plaza de San Pedro contuvo la respiración un instante —y luego, como si la costumbre regresara de pronto, bajó la mirada. Esta mañana, tras el primer escrutinio del día, el humo volvió a oscurecer el cielo romano. Dos señales, dos negativas que alimentan la duda: ¿qué pasa si el cónclave se extiende?
Tal vez la inquietud sea también hija de una costumbre reciente. Los dos últimos cónclaves fueron rápidos, casi inmediatos. En 2005, Benedicto XVI fue elegido en menos de 24 horas, al segundo día. En 2013, Francisco necesitó solo cinco rondas. Ambos episodios consolidaron la idea de que el humo blanco no tarda, de que la Iglesia moderna decide con celeridad, y de que el Espíritu sopla pronto. Pero esta vez, la espera parece querer instalar otra narrativa. Una más densa, más incierta.
Como todo en la Iglesia, también esa eventualidad está prevista. No se improvisa en el corazón de la Santa Sede. Hay una regla. Un rito. Una arquitectura de tiempos, pausas y repeticiones pensada no solo para alcanzar una elección, sino para protegerla de la prisa. Si este viernes y sábado siguen sin resultado, el domingo —cuarta jornada desde el inicio del cónclave— se impondrá una pausa obligatoria.
“El Espíritu Santo, dicen, también necesita silencio.”

Lo establece la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, promulgada por Juan Pablo II en 1996. Tras tres días completos de votaciones infructuosas —uno el miércoles, cuatro este jueves, cuatro el viernes y tres el sábado— los cardenales deben interrumpir el proceso por un día entero. Sin votos. Sin humo. Solo oración y diálogo.
El Cónclave 2025 comenzó ayer con la misa Pro eligendo Pontifice, presidida por el decano del Colegio Cardenalicio. Después, 133 cardenales electores, menores de 80 años y provenientes de 71 países, se aislaron en la Capilla Sixtina, donde se repetirá cada día el mismo ciclo: misa al alba, rezos en común, dos votaciones por la mañana y dos por la tarde. Al final de cada bloque, la mirada del mundo se posa en una chimenea.
Hasta ahora, solo ha salido humo negro.

La composición del colegio actual explica en parte la complejidad: 52 cardenales europeos, 37 americanos (17 de Sudamérica), 23 asiáticos, 17 africanos y 4 de Oceanía. La Iglesia que vota no es homogénea, ni en sus procedencias ni en sus proyectos. Y, desde 2013, ya no puede acogerse a una vía de escape: el papa Francisco, mediante un motu proprio, eliminó la posibilidad de elegir por mayoría simple después de muchos escrutinios. “La única mayoría válida es la de dos tercios. No hay atajos.”
Si este fin de semana no hay papa, el cónclave entrará entonces en un ciclo sin límite de duración: siete votaciones más, nueva pausa, y así sucesivamente hasta que emerja un nombre con los votos necesarios.Hubo tiempos peores. El cónclave más largo de la historia comenzó en 1268, en la ciudad de Viterbo, y duró dos años, nueve meses y dos días. El pueblo, harto, terminó encerrando a los cardenales, reduciéndoles la comida y derribando el techo del edificio donde deliberaban. La presión funcionó: eligieron a Gregorio X, quien a su vez instauró reglas para evitar que la historia se repitiera.
En los siglos siguientes, las reglas se fueron endureciendo. El de 1799 duró más de tres meses. En 1830, casi cincuenta días. El de 1922, catorce. En el último siglo, la Iglesia aprendió a acortar tiempos, pero el riesgo de estancamiento nunca desapareció.

Hoy, con una Iglesia más fragmentada, más global y con más voces en pugna, la pregunta resuena: ¿qué nos dice la demora? Algunos la leen como una señal de equilibrio. Otros, como síntoma de fractura. Lo cierto es que la falta de humo blanco no significa ausencia de fe, sino que —quizás— todavía no hay un nombre capaz de reunirla.
Mientras tanto, la plaza sigue esperando. Y si el domingo amanece sin anuncio, sin campanas, sin “Habemus Papam”, lo que vendrá no será el final del cónclave, sino su renovación.
Una pausa. Y después, otra ronda de votos y así hasta que llegue el próximo heredero del trono de Pedro.
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