¿Qué ocurriría si 60 años después de haber sido ajusticiado, Rafael Leónidas Trujillo resucitase y volviese de nuevo a la República Dominicana?
En principio, se sentiría extraño. Comprobaría que la capital de la República ya no lleva su nombre. Que ya en los hogares dominicanos no hay rótulos que digan: En esta casa Trujillo es el Jefe. Tampoco otros que recen: Dios y Trujillo.
Podrá advertir que ya no existe la provincia Trujillo Valdez, en honor a su padre. Que ya Villa Altagracia dejó de llamarse Julia Molina, como su madre; y que ya nadie recuerda cuál era la provincia Benefactor, en referencia a sí mismo.
Comprobará que ya el Pico Duarte se dignifica en no llevar su nombre. Que no quedan rastros de lo que fue el parque Ramfis, con relación a su hijo; ni del yate Angelita, de su hija.
Se dará cuenta que todo desapareció. Que ya no le componen merengues, ni que tampoco nadie ya los baila. Que aquella pegajosa canción, que decía: Salve San Cristóbal/ cuna de Trujillo/ ese gran caudillo/ jefe de la nación/, no encuentra quien la escuche.
Sabemos que será muy doloroso para “aquel roble poderoso”, constatar que toda su riqueza se evaporó. Que ya no tiene el control de la Central Lechera; ni el monopolio de la comercialización del arroz, ni del aceite de maní.
En fin, que perdió el control absoluto de la venta de azúcar y de cacao, así como del carbón vegetal y la exportación de coco.
Se sentirá desorientado y angustiado, al saber que ya no está en sus manos el negocio de los medicamentos, ni el monopolio del cemento, como tampoco el de la venta de muebles, ni el de la madera ni la del calzado.
Su furia se tornaría incontrolable al verificar que perdió el monopolio de la producción y venta de la cerveza. Que ya sus dos botellas, las llamadas “batatica” y “don Pipí”, desaparecieron hasta de la memoria de los dominicanos.
Que a su muerte, todos sus bienes fueron justamente confiscados.
Nueva Republica
En los 60 años transcurridos desde la muerte de Trujillo, la República Dominicana se ha transformado de manera radical.
Empezando por la composición demográfica, cabe decir que en 1961 la población dominicana alcanzaba escasamente la cifra de tres millones 200 mil almas.
En la actualidad, anda cerca de los 12 millones de habitantes. Eso equivale a decir que en los últimos 60 años, la población dominicana ha crecido en un 400 por ciento, sin contar los dos millones adicionales que se encuentran en el exterior.
Hace 60 años, la población dominicana era eminentemente rural. El 65 por ciento vivía en los campos y un 35 por ciento en las ciudades. Ahora es al revés, casi un 75 por ciento en las ciudades y tan sólo un 25 por ciento en las áreas rurales.
La esperanza de vida era de 52 años para los hombres y 55 para las mujeres. Por eso, una persona a los 50 años era un anciano. Ahora, las expectativas son de 72 años para los hombres y 75 para las mujeres.
El Producto Interno Bruto experimentó un salto gigantesco. De 803 millones de dólares, en el último año de la vida del dictador, a 89 mil millones de dólares en el 2019.
Eso quiere decir que desde 1961 hasta la actualidad, el PIB, medido en paridad de poder de compra en dólares norteamericanos, a valor del 2020, se ha multiplicado en cerca de 1,300 por ciento.
Dicho de manera simple: que en los últimos 60 años, desde la muerte de Trujillo al día de hoy, la República Dominicana tiene mil 300 veces más capacidad de generación de riquezas que la que tenía entonces.
Esa es la prueba más contundente de la profunda transformación y del cambio radical que ha experimentado nuestro país en los años transcurridos desde los tiempos de la dictadura.
La razón se ha debido a que además de continuar con la producción y exportación de nuestros productos tradicionales de azúcar, café, tabaco, cacao, ferronickel y bauxita, la República Dominicana hizo una transición hacia una economía de servicios y de mayor desarrollo industrial.
De esa manera, junto a la manufactura local, ha habido un impulso al modelo de las zonas francas industriales, el turismo y las remesas de los dominicanos en el exterior.
Aunque aún con muchos niveles de pobreza, desigualdad, inseguridad y marginalidad social, en la sociedad dominicana se ha experimentado, en los últimos 60 años, un proceso de cambios que se ha traducido en mayor acceso a viviendas, educación, salud, agua potable, electricidad, neveras, abanicos, lavadoras, teléfonos y vehículos de motor.
En fin, un verdadero proceso de modernización.
Democracia y libertad
Si Trujillo resucitase y volviese a la República Dominicana, podría extrañarse o asombrarse de que ya a ningún ciudadano le piden los tres golpes: la palmita, la cédula y el carnet.
Que ya no existe el SIM (el tenebroso Servicio de Inteligencia Militar), que la Cuarenta y otros centros de torturas fueron desmantelados; y que hasta figuras siniestras como Miguel Ángel Paulino, Felix Bernardino, Johnny Abbes y Arturo Espaillat, alias la Gillette, hace años que, afortunadamente, partieron del reino de los vivos.
El hombre que “desafió todos los rayos y salió vencedor de todas las tempestades”, podrá turbarse y hasta sobrecogerse al enterarse de que luego de su ajusticiamiento, en la República Dominicana ha habido un largo proceso de luchas en búsqueda de un régimen de libertad, de justicia y democracia.
Que eso es infinitamente mejor que lo que él pregonaba cuando hacía la siguiente lúgubre afirmación:
“Dominicanos, recuerden siempre que la palabra cementerio es una palabra de origen griego que significa paz para los muertos y advertencia inexorable para los vivos.”
El hombre quiso seguir a caballo. Afortunadamente, desde aquellos tiempos a la actualidad, se rompieron las cadenas. Hubo, en principio, un proceso de destrujillización. Algo así como una limpieza del alma nacional.
La familia se fue completa: hermanos, hijos, nietos, sobrinos. El cadáver del dictador fue exhumado, expulsado y desterrado. El apellido Trujillo: proscrito del territorio dominicano.
La lucha por un Estado Social y Democrático de Derecho en la República Dominicana continúa. Es una lucha incesante por la que se han sacrificado y ofrendado sus vidas hombres y mujeres valiosos de nuestro pueblo.
Cuando por algunas circunstancias esos valores y principios de democracia y libertad se ven desvirtuados o sometidos a riesgos y amenazas, el propio pueblo se convierte en protagonista de su destino.
Al cumplirse 60 años del derrumbe de la dictadura trujillista, tal vez resulte oportuno recordar estos versos del insigne poeta René del Risco Bermúdez, que dicen así:
“¿Qué le parece, General?
¡Caramba, dizque dejarlo a usted
sin su caballo!
¡Claro que ya la Patria es otra cosa!
Ya no es aquel desorden que aún narramos
Un poco desorganizadamente
Porque es justo que hoy no comprendamos
A la Patria de ayer.
Y así es, 60 años después de Trujillo.
Si Trujillo resucitase
Si la piedra hablara, un recoleto banco de granito del patio del Museo Memorial de la Resistencia Dominicana contaría cómo se preparó uno de los lances más trascendentes de la historia del país, el magnicidio del sanguinario dictador Rafael Leónidas Trujillo el 30 de mayo de 1961.
Muchas noches dio asiento a Antonio de la Maza y Juan Tomás Díaz, dos de los hombres que urdieron el plan para dar muerte al tirano: el "ajusticiamiento", como se conoce al plan que llevaron a cabo los denominados "Héroes del 30 de mayo".
Los Héroes del 30 de mayo
Conformaban el grupo el propio Antonio de la Maza, Antonio Imbert, Amado García Guerrero, Salvador Estrella, Huáscar Tejeda, Pedro Livio Cedeño y Roberto Pastoriza, congregados de forma repentina después de que otro de los conspiradores, Miguel Ángel Báez, confirmara que Trujillo se les pondría a tiro esa noche.
Sesenta impactos recibió el Chevrolet azul de Trujillo, siete el cuerpo del dictador.
Manuel Tejeda, hijo de Huáscar, y Carlos Báez, sobrino de Miguel Ángel, compartieron con Efe el relato de lo acontecido hace 60 años exactos.
El "ajusticiamiento"
El pueblo dominicano vivió 30 años bajo el régimen del terror conocido como la era Trujillo. Gobernó de 1930 a 1938 y de 1942 a 1952, y utilizó a presidentes títeres de 1938 a 1942 y de 1952 a 1961 para seguir ejerciendo el poder.

Ese día era martes, pero era los miércoles cuando el tirano acostumbraba a pasar por ese lugar, de modo que hubo cierta precipitación en la ejecución del plan.
Los atacantes estaban distribuidos en tres vehículos, el primero tenía la misión de iniciar el ataque y los otros dos debían interceptar el carro de Trujillo. A su paso junto a los ajusticiadores comenzaron los disparos y una persecución, quedando rezagado uno de los automóviles.
En pleno tiroteo, con los vehículos ya detenidos, el conspirador Pedro Livio Cedeño se dirigió al carro del dictador pero, al abrir la puerta para sacarlo, Trujillo disparó y lo alcanzó en el vientre con un tiro que lo lanzó hacia atrás.
Desde el suelo, Cedeño pudo ver como el sátrapa, a pesar de estar ya malherido, logró apearse y caminar "dando tumbos". Entonces voceó: "¡Huáscar, se va, tírale el carro encima!", y así ocurrió. Trujillo cayó al pavimento. "Este guaraguao (ave rapaz) no come más pollo", dijo Antonio de la Maza tras rematarlo de un disparo en el mentón, según la narración de Tejeda.
Tortura y ejecuciones
En los días siguientes, los hombres que dieron muerte a Trujillo y otros implicados en la trama fueron cayendo en manos de las fuerzas del régimen que, o bien los mataron, o los sometieron a torturas.
Un médico que examinó a Huáscar Tejeda dijo que en su cuerpo no había ni un solo espacio que no estuviera hinchado o amoratado. Para su hijo es demasiado doloroso describir esos tormentos. Detiene su relato, estrangulado por la emoción.
Carlos Báez sí enumera esos horrores, recogidos en el libro "En las garras del terror", que escribió su padre tras padecerlos en carnes propias: hormigas africanas, electrodos en los testículos, el tortor, para ahorcar a las personas; el miembro de toro, para dar golpes. Y, por supuesto, la silla eléctrica.
Los conjurados Huáscar Tejeda, Roberto Pastoriza, Salvador Estrella, Modesto Díaz, Luis Manuel Cáceres y Pedro Livio Cedeño, fueron ejecutados el 18 de noviembre en Hacienda María, en Nigua, San Cristóbal, por orden y con la participación de Ramfis Trujillo, hijo del dictador, que volvió al país procedente de Francia nada más conocer el magnicidio.
"Allá ellos fueron asesinados uno por uno. Los iban sacando de la guagua (autobús), los amarraban a unas matas de coco (...) y los iban matando uno por uno", cuenta Tejeda. "Nunca se supo" qué hicieron con los cuerpos.
Para ocultar la muerte de los héroes "hicieron un simulacro de que ellos se habían fugado". Incluso "mataron a tres presos" para dar verosimilitud a su versión (...) "Hasta ahí llegó la perversidad", lamenta Tejeda.
Remanentes del Trujillismo
El ajusticiamiento de Trujillo cumplió su cometido. En primer lugar, "se decapitó la tiranía, que era el objetivo primario, no había otra forma de salir" de la dictadura, dice Tejeda.
Segundo, y "aunque no fuera inmediatamente, se conformó un consejo de Estado", que llevó al tercer logro de celebrar elecciones libres en 1962, que ganó Juan Bosch.
Sin embargo, y a pesar del terror que cundió en la era Trujillo, "hay muchos nostálgicos" del régimen, apunta Báez.
"Con las redes sociales muchos trujillistas quieren tergiversar la historia, retorcerla, hacer revisionismo" para "captar ingenuos, gente que no ha tenido la educación necesaria. Pero, cada vez más, la verdad se impone y la gente del 30 de mayo sale a relucir", dice.
En este sentido, alabó la iniciativa del presidente Luis Abinader de declarar esa fecha como Día de la Libertad. "Es muy importante que, 60 años después", se haga "justicia para la gente del 30 de mayo que se inmoló por la libertad de este pueblo".
En República Dominicana se recuerda este domingo el ajusticiamiento un 30 de mayo de 1961 del tirano, Rafael Leónidas Trujillo Molina, quien gobernó el país bajo un régimen dictatorial por 31 años.
Trujillo Molina era un militar y político que gobernó de forma despótica a República Dominicana desde 1930 hasta el día de su ajusticiamiento (1961).
Al tirano le atribuyen ser responsable durante la dictadura de la muerte de más de 50, 000 personas, incluyendo haitianos asesinados en 1937.
Un crimen que consternó al mundo, fue el de las hermanas Mirabal: Patria, Minerva y María Teresa, asesinadas junto a Rufino de la Cruz, quien las acompañaba a visitar a sus esposos presos por la dictadura en Puerto Plata.
La historia narra, además, como el Jefe, como le solían decir, se obsesionaba contra quienes le adversaban. En este punto es bueno recordar como a partir de 1959, comenzó a interferir cada vez más en los asuntos internos de otros países vecinos y expresó un gran desprecio por el presidente de entonces de Venezuela, Rómulo Betancourt, quien era un abierto oponente del dictador.
Trujillo apoyó numerosos planes de los exiliados venezolanos para derrocarlo. Debido a esto, el gobierno venezolano llevó el caso en contra de Trujillo a la Organización de Estados Americanos (OEA).
Esta situación enfureció a Trujillo, quien ordenó a sus agentes extranjeros colocar una bomba en el coche de Betancourt. El intento de asesinato, llevado a cabo el 24 de junio de 1960, hirió pero no mató al presidente venezolano cuando se dirigía a un desfile militar en el paseo Los Próceres de Caracas.
El último día de Trujillo
La noche del martes 30 de mayo de 1961, a las 9:45 de la noche, en el kilómetro 9 de la carretera de Santo Domingo a San Cristóbal, el auto en el que viajaba Trujillo Molina fue ametrallado en una emboscada tramada por Modesto Díaz, Salvador Estrella Sadhalá, Antonio de la Maza, Amado García Guerrero, Manuel (Tunti), Cáceres Michel, Juan Tomás Díaz, Roberto Pastoriza, Luis Amiama Tio, Antonio Imbert Barrera, Pedro Livio Cedeño y Huáscar Tejeda.
El vehículo recibió más de 60 impactos de bala de diversos calibres, de los cuales siete alcanzaron el cuerpo del dictador causándole la muerte, mientras que su chófer, Zacarías de la Cruz, recibió varios impactos, pero no perdió la vida, aunque fue dado por muerto por los ajusticiadores.
La familia de Trujillo trató de huir con el cuerpo del dictador en su yate, pero no fue posible. Su funeral, realizado el dos de junio del mismo año y una larga procesión lo acompañó desde el Palacio Nacional hasta la localidad de San Cristóbal, donde fue enterrado.
Miles de personas de todos los estratos sociales desfilaron ante el féretro con los restos de Trujillo. El entonces presidente Joaquín Balaguer dio el discurso laudatorio.
Después de esto, ante la presión popular, la familia Trujillo salió del país y Ramfis Trujillo tuvo que sacar el cuerpo de su padre. Trujillo fue enterrado en París, en el Cementerio del Père-Lachaise, a petición de sus familiares.
Los restos de Rafael Leónidas Trujillo Molina, quien encabezó una cruenta dictadura en República Dominicana desde 1930 hasta 1961, año en que fue ajusticiado un día como mañana (30 de mayo), reposan en una pequeña comunidad de El Pardo, a 25 minutos de Madrid en España.
El Día de la Libertad en RD cada 30 de mayo
El presidente Luis Abinader emitió hace 8 días el decreto 335-21, mediante el cual se declara el 30 de mayo de cada año “Día de la Libertad”, en homenaje a la resistencia nacional y a las víctimas de asesinatos, desapariciones, torturas y abusos ejecutados, así como los desmanes cometidos contra el patrimonio del Estado dominicano durante los 31 años de gobierno dictatorial dirigido por Rafael Leónidas Trujillo Molina.



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