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Homenaje al pintor dominicano José Cestero




José Cestero ha sido la memoria pictórica de la ciudad de Santo Domingo. Es solo de justicia entregarle las llaves de la ciudad. Por Jonathan Cabrera

Hace ya algunos años leí al sociólogo Miguel de Mena referirse a José Cestero como el gran urbanista de la plástica dominicana. No se equivocó. José se ha caracterizado por una pintura urbana, por ser un compilador de las estampas de la ciudad en cada una de sus obras.
La ciudad de Santo Domingo es su pasión. Pocas personas sabrán que él pintó por primera vez la Primada de América y sus monumentos viviendo en Nueva York, mientras trabajaba en un banco sirviendo café y en el Arzobispado como dibujante. Lo interesante es que estas obras fueron realizadas de memoria. A este artista se le reconoce entre sus pares por tener una memoria bendita.
—José Cestero es un osado, un irreverente.— Así le escuché decir a Dato Pagán al referirse al pintor, narrando cómo irrumpió en el arte en los años 60 con el movimiento Arte y Liberación, junto a otros artistas comprometidos, entre ellos Silvano Lora, Ramón Oviedo, Miguel Alfonseca y Jacques Viau. Con estos últimos dos se encontraba reunido entonces en su estudio donde está el hotel Conde de Peñalba, cuando se escuchó la voz del Dr. Peña Gómez, el mediodía del 24 abril del 1965 haciendo un llamamiento al pueblo dominicano.
¿Por qué otorgar la llave de la ciudad Santo Domingo al recién galardonado con el Premio Nacional de las Artes Visuales 2015? La razón se justifica por sí sola.
Las ciudades son órganos vivos y tienen una memoria urbana; esta no sólo se compone de direcciones o monumentos, sino que quienes la hacen vivir son sus ciudadanos, desde los más ilustres hasta los más pintorescos. La obra de Cestero gira entorno a la ciudad y sus personajes, en específico la Ciudad Amurallada, la Colonial.
Él ha sido el centinela de la memoria, al mantenernos viva las imágenes como la calle José Trujillo Valdez (hoy Duarte) o la guagua de dos pisos, y que decir de la Catedral Primada de América.
Pero esto no ha sido lo más importante. Ha sido José quien se ha atrevido a plasmar la realidad de las riveras del río Ozama con la exposición “Ozama Gris que te Quiero Verde”. Él, a sus casi 80 años, fue quien se atrevió a pasear al ingenioso hidalgo y su escudero por el Malecón en una noche estrellada en la exposición “El Quijote en las Luces de Cestero”, o en una de sus más recientes exhibiciones pintó mirando desde el puente de Las Bicicletas ambos lados del puerto de Santo Domingo con sus barcos atracados como solía ser en su mejor apogeo.
José Cestero es la memoria de Santo Domingo. Pocos hogares o empresas escapan de no tener una obra de él adornando la sala principal. En una ocasión le pregunté sobre el valor de su obra, y él me respondió- yo lo que quiero es que así como a un joven de Gualey tú le preguntas quien es Picasso y él te responde que es un señor que pinta una gente con un ojo aquí y otro aquí (señalando su ojo y la boca), así quiero yo que me recuerden-. Quienes lo conocen saben su grado de desprendimiento y su escaso sentido del valor del dinero.
La Alcaldía de Santo Domingo tiene la oportunidad de acercarse a la cultura reconociendo la trayectoria de este gran artista dándole la llave de su casa, la de esta ciudad. Invito a la intelectualidad del país, a la sala capitular a que reconozcamos la justa dimensión del maestro antes de que un día nos despertemos una mañana y vayamos a la Cafetera o del Palacio de la Esquizofrenia preguntando por Cestero y no volvamos a verlo cruzar al umbral del Puerta del Conde.

La Alcaldía tiene la oportunidad de acercarse a la cultura, reconociendo la trayectoria de este gran artista.

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