
Un 7 de julio de 1992, el brasileño Nelio José Nicolai registraba en su país el invento de BINA.
Había creado el identificador de llamadas entrantes de telefonía móvil.
Hoy el hombre que también lanzó las llamadas en espera aún sigue
esperando la “llamada” de las telefónicas que reconozcan su trabajo.
BINA, el identificador de llamadas entrantes
Nelio José Nicolai, en paro desde 1984, desarrolló
el sistema denominado como BINA (identificador de llamadas) en Brasil
junto a una máquina complementaria que controlaba las llamadas entrantes
en los teléfonos. Ambos fueron registrados en el Instituto Nacional de
Propiedad Industrial (INPI) en Brasil el 7 de julio de 1992 con el
número 92026249. Además, al mes siguiente registraría la señal de
advertencia en los teléfonos ocupados para llamadas entrantes, lo que
comúnmente llamamos las llamadas en espera. En este último caso lo hacía
un 6 de agosto de 1992 con el número 92031099.
En el año 1996 Nicolai recibía un premio de la World Intellectual Property Organization,
y un año más tarde, en 1997 y tras la espera de cinco años, consigue
finalmente la patente del INPI por BINA. Lo lógico es pensar que a
partir de aquí la vida de Nicolai iría a mejor. Era el momento de
acercarse a las compañías de teléfono para reclamar sus derechos por
regalías. Y el momento donde comienza su mayor pesadilla.
En espera por las llamadas
El recibimiento que tuvo el invento de este ingeniero fue enorme. Él mismo explicaba
hace unos años que el invento revolucionó la telefonía de su época. El
problema fue al acudir a las operadoras de su país, se encontró con una
pared, además de lo que parece una supuesta violación de patentes.
Nicolai explicaba hace unos años que ante la
negativa de las compañías a pagar por el uso de su tecnología, algunas
de ellas no sólo le negaron el pago, sino que le llegaron a decir que
acudiera si quería a los tribunales a poner una demanda, en cualquier
caso un proceso largo y extremadamente costoso en un país como Brasil. “Aún así me decidí a ir y defender, quizá, los derechos de mis nietos en el futuro” diría.
Lo que ocurrió fue que tras 15 años de lucha, BIMA
acabó siendo “modificado” bajo otro nombre por las telefónicas
(simplemente identificador de llamadas) e incluso se impugnó la licencia
de uso. Nicolai, a pesar de repetidos esfuerzos, fue incapaz de
conseguir los derechos del nuevo nombre, lo que le volvía a poner en una
situación de pérdida de millones de dólares. Según el propio hombre:
El perjuicio financiero causado al país por el cambio de marca es vergonzoso. Es un crimen contra el estado, porque afecta a la equidad no sólo del individuo, sino de un país.
Hablamos de Brasil, un país que cuenta con más de
200 millones de habitantes y con más de 250 millones de líneas de
teléfonos móviles de las que cada operador cobra un promedio mensual de 5
dólares por el servicio de identificación de llamadas. Un servicio por
el que se calcula que las compañías reciben alrededor de 1.250 millones
de dólares. Así, el hombre llegó a presentar demandas contra las
principales operadoras y particularmente con las dos “grandes”: Claro
(propiedad de Carlos Slim), y Vivo (de Telefónica).
Más de quince años después y debido a los problemas
financieros (a punto de quedarse sin casa), Nicolai acabó aceptando un
acuerdo con Claro, quienes accedieron a pagarle un 0,25% de sus
reclamaciones por derecho de patente. Un acuerdo que fue firmado bajo
confidencialidad y del que no se tienen las cifras, pero con el que el
inventor se pudo comprar una casa. Tras el acuerdo ha continuado con las
demandas contra el resto de operadoras. Según Nicolai:
Ser Bill Gates o Steve Jobs en Estados Unidos es fácil. Me hubiera gustado que uno de ellos fuera un inventor en Brasil.
Y es que uno de los principales problemas que se
producen en Brasil con respecto a los registros de patentes se debe a la
propia burocracia. El registro
cuesta alrededor de 1.500 dólares en un procedimiento que tienen una
media de demora de casi 6 años hasta conseguirla. Un instrumento que no
impide la utilización de una idea, aunque (supuestamente) prevé a cambio
el pago de utilidades. Mientras, en países como Estados Unidos el
proceso no suele llegar a 4 años. Parece probable pensar que es posible
que Nicolai fuera hoy muy diferente si hubiera nacido a unos miles de
kilómetros de su ciudad natal.
Foto portada: Nelio Nicol
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