
Hoy,
tener enfrentar una sala de cirugías sin anestesia no se lo plantea
ningún médico y mucho menos un paciente. Nadie se atravería a semejante
situación. Pero hace tres siglos, e incluso mucho menos, una
intervención quirúrgica requería de la valentía y la voluntad
inquebrantable del sometido: nada había que pudiera aliviar el dolor de
un cuchillo cortando la propia piel.
Las ilustraciones que componen el libro de Barnett fueron tomadas de la biblioteca The Wellcome Collection, en Londres.
El autor realiza diversas anotaciones a medida que las páginas muestran
lo que en verdad sufría un paciente cuando las herramientas con las que
contaba el médico no eran suficientes.
Según
se relata en el libro, la cirugía evolucionó favorablemente hacia el
siglo XIX, aunque vistas desde el futuro, esas imágenes provocan
escalofríos al imaginarse uno en una camilla 200 años atrás. Como es de
esperar, la mayoría de los pacientes morían en el postoperatorio. Lo más
común eran paros cardiorrespiratorios o pérdida de sangre. El porcentaje de muertos en los hospitales de la capital inglesa para ese entonces era de un 80 por ciento.
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