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¿Por qué tenemos buenas ideas cuando nos estamos bañando?



Te habrá pasado más de una vez: algún pensamiento o idea llevaba atascado en tu cabeza durante un tiempo y de repente, mientras te duchas... ¡Eureka!. De hecho, esa misma expresión se le atribuye a Arquímedes al descubrir, mientras se estaba bañando, que el volumen de agua ascendido era igual al volumen del cuerpo sumergido. Gracias a ello pudo medir el volumen de los cuerpos sin importar su forma y averiguar qué la corona del Rey Hierón II no estaba hecha 100% de oro. Yo mismo, en un impecable momento Yo Dawg, he tenido la idea para escribir este post e investigar acerca del fenómeno mientras estaba en la ducha. 

Pero ¿por qué ocurre?. Si bien todavía los científicos y psicólogos todavía no se han puesto del todo de acuerdo acerca de los motivos detrás del fenómeno, sí que hay algunos patrones en común que sirven de explicación. Para empezar, tiene que ver con el estado de relajación y bienestar general qué ocurre cuando estamos debajo del chorro. En ese estado, y en la mayoría de las ocasiones, en lugar de concentrarnos compulsivamente con ciertos pensamientos (como ocurre normalmente, aunque ni siquiera nos demos cuenta) nuestra consciencia entra en algo parecido a un "Network Default Mode" y las ondas alfa empiezan a inundar el cerebro. Las ondas alfa se originan en el lóbulo occipital y son las asociadas a periodos de relajación y sueño, o simplemente a tener los ojos cerrados.



¿Por qué tenemos buenas ideas en la ducha?
En ese estado, diferentes zonas del cerebro empiezan a conectarse, dando lugar a asociaciones aleatorias que muchas veces terminan en una buena idea, otras en ideas radicalmente absurdas (para mí, las mejores) y en otras que a ese problema atascado al que llevábamos un buen tiempo dando vueltas de repente le encontremos una solución. Es decir, y esto es aplicable aunque no estemos en la ducha, la mayoría de las veces la mejor manera de resolver un problema es dejar de pensar compulsivamente en ese problema. Por eso, entre otros motivos, la sabiduría popular aconseja en estos casos dar un paseo, realizar alguna actividad que nos relaje o, simplemente, consultarlo con la almohada.
Curiosamente, la explicación detrás de consultar algo con la almohada tiene unas bases muy parecidas a lo que ocurre en la ducha, pero con algunos matices. En esos momentos previos a entrar en el sueño, y a menos que estemos extraordinariamente cansados, el estado cerebral se asemeja mucho al de la ducha: cerramos los ojos, las ondas alfa inundan el cerebro (esto es fisiológico, ocurre simplemente cuando bajamos los párpados) y eliminamos de nuestra consciencia la mayoría de distracciones normales, que suelen entrar por la visión. Cómo no está, técnicamente, muy relajado (o al menos no tanto como en la ducha) y sin estímulos adicionales el cerebro tiende a divagar y a realizar, en muchas ocasiones, las mismas conexiones aleatorias.
La principal diferencia entre un caso y otro, sin embargo, tiene más que ver con el bienestar asociado al primero. Y es además el segundo motivo que los científicos aducen a los motivos detrás de las buenas ideas en la ducha: la dopamina. La dopamina empieza a correr por el torrente sanguíneo, nos sentimos mejor, más relajados, y eso provoca la liberación de endorfinas y el consiguiente bloqueo de los receptores opiáceos. Un proceso similar ocurre cuando hacemos deporte, que es, además otra fuente de creatividad y de buenas ideas.



Dicho de otro modo, y en resumen, parece que la clave es esa combinación entre estar distraídos (Una ducha, hacer running, conducir...) unido al bienestar y las consiguientes dopaminas las que parecen andar detrás de que de vez en cuando, y mientras cae el agua, gritemos "¡Eureka!".
Imagen: Steigele/Shutterstock

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