"Bla, bla, bla". Sílabas fáciles, básicas y repetitivas, pero suficientes para encender una polémica.
Como la que ocurrió a finales del mes pasado,
cuando un reportero de un periódico local de Oregon, Estados Unidos, las
escribió en sus notas personales para resumir el discurso del político
al que entrevistaba, el candidato republicano al Senado Mark Callahan.
El político se percató de la ofensiva opinión del reportero. ¿El
resultado? La molestia de su entrevistado y una anécdota que dio la
vuelta al mundo.Internacionalmente reconocidas, estas sílabas forman una de las muchas palabras, en muchos idiomas que se refieren a una conversación sin sentido o sin valor, explica Deborah Tannen, profesora de lingüística en la Universidad de Georgetown.
Y el español no es la excepción.
Según la Real Academia Española, "blablá" significa: "Discurso largo y sin sustancia, y a veces con tonterías o desatinos" en Chile, México y El Salvador.
Si le agregamos una sílaba más, es decir bla-bla-bla o blablablá, la RAE le agrega dos acepciones:
Onomatopeya para imitar el ruido de la conversación ininterrumpida e insustancial y discurso vacío de contenido.
La historia del blablá
El Diccionario Inglés de Oxford le atribuye el primer uso documentado de "blah" al periodista estadounidense Howard Vincent O'Brien, en su libro de memorias Wine , Women & War de 1918.
Tres años después, la revista de EE.UU. Collier's: The National Weekly usó un doble bla: "Un locutor especial comienzó un largo debate con él mismo que era casi puro bla, bla".
Pero Nunberg dice que probablemente fue utilizado antes de eso, y podría haber evolucionado a partir de " blab blab blab ", una frase que aparecía en los libros ya en el siglo XIX.
"Blab podía significar revelar un secreto", cuenta.
Pero el uso del blablá se disparó en el periodo de postguerra, de acuerdo al programa NGram de Google, que mide la frecuencia de uso de una palabra en su colección de libros digitales. "Entre 1960 y 2000, aumentó 50 veces", dice Nunberg.
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