La mayoría de los adultos reconoce que tiene el hábito de poner en pausa la alarma de su despertador cada mañana.
Los expertos han debatido durante años sobre
las ventajas y desventajas del hábito y sopesan los efectos que tiene
sobre el cuerpo y la mente a largo y corto plazo. En un artículo que se
publicó recientemente en el diario estadounidense The Wall Street Journal, titulado Why You Actually Should Hit The Snooze Button (Razones
para poner en pausa la alarma de tu despertador), se indica que unos
nueve minutos de sueño adicional pueden ayudar a cierta clase de
personas a "despertar la mente suavemente". No lo creo y nunca lo haré.
No soy la clase
de chica que pone en pausa la alarma del despertador. Prefiero arrancar
el vendaje de una vez y obligarme a salir de la cama en cuanto escucho
la alarma.
Salir de una cama tibia nunca es divertido y
ciertamente no se facilita tras haber oprimido el botón de pausa varias
veces. La verdad es que la culpa te obliga a salir finalmente de la cama
aunque todavía no quieras posar tus pies en el piso y aprovechar el
día.
Así que el artículo me hizo pensar…
Pausar la alarma tal vez provoque que te
retrases o acabe con tus planes de hacer ejercicio, pero no arruinará tu
día. Probablemente haces otra cosa (justo antes de obligarte a salir de
la cama) que no solo es tu peor hábito, sino que es completamente
horrendo para tu bienestar, tu felicidad y tu éxito.
Piensa: ¿Qué fue lo primero que hiciste cuando despertaste esta mañana?
¿Te lavaste los dientes? No. ¿Preparaste café? Piensa otra vez.
Buscaste tu teléfono.
La pregunta es: ¿Por qué? Ni siquiera estás en
posición vertical. No has empezado el día siquiera y ahí estás, con el
celular en la mano como si el mundo no empezara a girar hasta que te
hubieras perdido en la pantalla.
¿Hay algún mensaje de texto tan importante que
tengas que ver de inmediato? No. Si hubiera una emergencia de verdad,
recibirías una llamada. ¿Necesitas enviar un correo electrónico antes de
que te talles los ojos para quitarte el sueño? Claro que no, pero abres
tu buzón de cualquier forma.
No eres el único.
Los estudios recientes indican que casi el 83%
de los nacidos en el nuevo milenio duermen con sus teléfonos y el
Centro de Investigaciones Pew descubrió que el 65% de los adultos
duermen con su teléfono en o junto a la cama (el estudio se hizo hace
tres años, así que la cifra probablemente haya aumentado).
Entonces, ¿por qué es tan perjudicial tomar el teléfono?
Es simple. No hay nada en tu buzón que te ayude a tomar el control de tu día o que sirva para tus propósitos.
De cualquier forma ¿qué son los correos
electrónicos? Los correos electrónicos son la basura de todos los demás:
cosas por hacer, cosas qué comprar, cosas que agregar a tu lista de
pendientes, reuniones a las que asistir, lugares a dónde ir,
recordatorios de plazos. Se suman a una larga lista de cosas a las que
"otros" quieren que les pongas atención.
Si lo primero que haces es revisar tus
mensajes de texto o tus correos electrónicos, permites que alguien más
establezca tus prioridades antes de que hayas desayunado.
La forma en la que inicias el día marca la
pauta; al tomar tu teléfono cedes el control a los demás, además de que
tu bienestar, tu éxito y tu felicidad se ven afectados. Esos correos
electrónicos piden tu tiempo, tu atención, tu ayuda y espacio en tu
cerebro. No sorprende que empieces el día sintiéndote abrumado,
presionado y en un estado reactivo en vez de proactivo.
Ya no duermo junto a mi teléfono. Está en la
cocina, lo suficientemente cerca como para escuchar la alarma y los
suficientemente lejos como para que cuando haya llegado a la cocina no
regrese a la cama. Apago la alarma y no vuelvo a tomar el teléfono hasta
que haya hecho otras cosas para tomar el control y darle importancia a
mis prioridades.
Si tu teléfono no recibe correos electrónicos
no te has librado. Te garantizo que enciendes la computadora o la
tableta tan pronto como sales de la habitación o tan pronto como llegas
al trabajo. Eso significa que revisas tu buzón antes de haberte
organizado. No vuelvas a hacerlo. Antes de que leas
sobre el "25% de descuento en Zappos", antes de que leas el recordatorio
de que tienes que hacer una presentación, antes de que un colega te use
como su mandadero, toma el control de tu día.
No revises tus correos electrónicos hasta que
hayas tenido la oportunidad de determinar cuáles son las tres
prioridades para el día y hayas tomado una taza de café o té para
aclarar tu mente.
Haz una "limpieza de cerebro" de cinco minutos
al enlistar todos los proyectos, pendientes, recordatorios y
prioridades en una hoja de papel. Luego, subraya las tres cosas más
importantes que haya que abordar en el día, las cosas que más te
importen.
Olvida todo lo demás que hayas escrito. Con
esto empezarás el día con el pie derecho. Luego —sin haber revisado aún
ese buzón— abre tu calendario (yo uso un calendario semanal tamaño
carta) y busca un segmento de 30 minutos en tu día para que puedas
concentrarte en tus tres prioridades sin interrupciones.
No importa en qué momento sea. Pueden ser los
primeros 30 minutos que estés en la oficina, mientras esperas en el auto
a que termine el entrenamiento de futbol de tu hijo o después de que
veas un partido esta noche. Encuentra un momento y apártalo.
Si no tomas el teléfono y determinas cuáles
son tus tres prioridades para el día, habrás tomado el control de tu día
y habrás puesto tus prioridades en primer lugar. Ahora ya puedes abrir
tu buzón.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Mel Robbins
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