Tomar
influye en nuestra personalidad en una variedad de maneras, algunos se
ponen felices, otros agresivo o impulsivos. Sin embargo todos, o al
menos la mayoría que se ha topado con el alcohol, hemos sido el
borracho emocional.
Una condición normalmente marcada por la
introspección aguda, como el típico llorón con reproches.
El alcohol
afecta a todo el organismo y el cerebro no se podía escapar. Por eso te
transformas en el borracho llorón/agresivo/feliz/tímido, pero no es tu
culpa. Mental Floss nos explica la ciencia detrás de esos sentimientos que no puedes dejar de tener cuando bebes más de la cuenta.
El alcohol
es un depresivo, pero no en de la forma en que un trago ocasional nos
pone psicológicamente “deprimido” (aunque la investigación también
señala una correlación entre el consumo excesivo de alcohol y la
depresión). Por el contrario, un depresor incita a una reacción química
que reduce la actividad del sistema nervioso central (el cerebro y la
médula espinal), responsable de la interpretación de señales
sensoriales, el control de la función motora, el pensamiento, el
razonamiento y la regulación de las emociones.
Una vez que
la barrera se rompe, el alcohol se asienta en la corteza cerebral, la
delgada capa de células (también conocida como materia gris) que cubre
el cerebro y el cerebelo. El alcohol altera el flujo normal de neurotransmisores
a través de las conexiones sinápticas de la corteza, y entramos en un
estado alterado. Primero afecta las inhibiciones, que normalmente la
corteza libre de alcohol mantener bajo control. Nos volvemos más
habladores, seguros y nuestro mejor juicio comienza a desaparecer.
A medida que se consume más alcohol, estos efectos se empiezan a agudizar y afectar el sistema límbico,
que se cree es el centro emocional del cerebro y se encarga de
controlar nuestras emociones y conducta, incluso la formación de recuerdos a largo plazo.
En la
corteza se interrumpen las señales eléctricas de la sinapsis y entonces
no podemos interpretar la información correctamente. El sistema límbico,
que normalmente mantiene nuestras emociones bajo control, ahora nos
somete a cambios de humor y estados exagerados. Esto puede manifestarse
en situaciones como malinterpretar las intenciones de alguien (la causa
de la mayoría de las peleas en la barra), la incomprensión, la
amplificación de sentimientos, o simplemente decir algo embarazoso o
lamentable.
Debido a
que el sistema límbico es también responsable de ayudar a formar
recuerdos, existe la probabilidad añadida de que el exceso te haga
incapaz de recordar lo que hiciste o dijiste al día siguiente.
Nuestras
emociones de borrachos generalmente son versiones exageradas de nuestra
personalidad sobria, así que si eres un dramático al teléfono, mejor
bebe agua.

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