Andy Ashkar ha pasado estos últimos seis años sabiendo que
tenía un boleto de lotería que equivalía a cinco millones de dólares
(3,8 millones de euros) y que podía canjear cuando quisiera. Pero este
neoyorkino de origen palestino no quería; no de momento. Andy, de 34
años, esperó y esperó hasta el último minuto. Porque sabía que
ganar tanto dinero junto y recibir tanta atención iba a tener un impacto negativo en su vida
si no lo preparaba bien y porque cuando compró el boleto, estaba
prometido, y quería que su mujer se casara con él, no con un millonario.
El pasado uno de marzo,
once días antes de que el premio caducara para siempre,
Andy presentó el boleto (uno de esos boletos de rascar casillas) que
había guardado todos estos años ante la sede de la administración de la
lotería
5.000.000.000 dollar Extravaganza.
Esa tarde de 2006 en la que Andy Ashkar se convirtió en millonario,
compró el boleto en la tienda Green Ale Market de sus padres en
Syracusse (Nueva York).
Fue su padre, Neyef, inmigrante palestino
que dejó Jerusalén para irse a Estados Unidos hacía 40 años y que desde
hace 12 posee la tienda en la que trabaja todos los días con su mujer,
quien se lo vendió. Decidió entonces
compartir el premio con su hermano Nayel,
hoy de 36 años, con la condición de que supiera esperar a que el
momento fuera el adecuado. Aún tenía por delante su boda con su
prometida, y no quería que esto interfiriera en su relación.
Pero, ¿podrían esperar? Según explica Carolyn Hapeman, portavoz de la
lotería, sí. A diferencia de otros tipos de loterías (parecidos a los
que tenemos en Europa como la Loto, o los Mega Millones) que
sí caducan en un año
si el ganador no reclama su premio, esto era la Extravaganza, un premio
que se iba acumulando y que por tanto, no caducaría hasta que no se
retirara. Y esto ocurrió el 12 de marzo de 2011.
El 1 de marzo de 2012, Andy,
el hombre casado, el hombre que llevaba años trabajando en un concesionario,
hizo lo que llevaba años planeando hacer. Reclamar la millonada que
sabía que era suya desde hacía mucho tiempo. Y desde entonces, su vida y
la de sus allegados están sumidas en un estado de pandemonio. "Es una
locura", describe Sara, la mujer de Nayel, el hermano que ha recibido la
mitad del premio. "
Cuesta creérselo, todavía lo estoy asimilado".
Hasta sus padres se han visto acosados por las llamadas de amigos que
no sabían que llevaban tanto tiempo tratando con millonarios.
De hecho, es bastante indicativo que la agencia AP localizara por
teléfono a Wasa Ashkar, la madre de los hermanos, y esta solo pudiera
decirles: "Estoy feliz, por supuesto que estoy feliz".
Luego tuvo que colgar. Estaba demasiado ocupada atendiendo clientes.
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