Los hombres castrados que vivieron hace siglos en Corea tenían vidas mucho más largas que el resto de la población masculina.
El estudio revela que la hormona sexual masculina juega un papel en la longevidad.
Investigadores de las universidades de Inha y de Corea, en Corea del Sur, llevaron a cabo un análisis de los registros genealógicos de las familias nobles de la corte imperial de la dinastía Chosun, la última y más larga que reinó el país, de 1392 a 1910.
El estudio, publicado en Current Biology, encontró que los individuos castrados vivieron en promedio 19 años más que los no castrados de la misma clase social.
E incluso, dicen los investigadores, su longevidad superó a los de los miembros de la familia real, lo que muestra el papel que juegan las hormonas masculinas, como la testosterona, en el acortamiento de la vida.
La castración antes de la pubertad evitaba que los niños se convirtieran en hombres.
Tal como explica el doctor Cheol-Koo Lee, uno de los autores del estudio, los niños enucos de Corea solían perder sus órganos reproductores en accidentes, a menudo por mordeduras de perros, o eran sometidos a la castración intencionalmente para que lograran tener acceso al palacio.
Se les permitía casarse y, como no podían tener familia, tenían permitido adoptar a niños castrados y niñas "normales".
"Los registros dicen que los enucos compartían algunas características con las mujeres. No tenían pelo facial, y tenían senos grandes, cadera ancha y una voz de tono agudo", explica el doctor Lee.
En muchas culturas los enucos tenían papeles importantes, por ejemplo, como castrati, las superestrellas cantantes de ópera.
En Corea, durante la dinastía Chosun, se les usaba como guardias en las puertas del palacio o para el manejo de comida.
Ellos eran los únicos hombres que no pertenecían a la familia real a quienes se les permitía pasar la noche en el palacio.
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