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La agonía de no sentir dolor


A simple vista, la idea de vivir sin sentir dolor parecería una panacea.
Sin embargo, lejos de garantizarnos una vida libre de las penurias asociadas al malestar físico, la incapacidad de experimentar dolor -que es una de las formas que tiene el cuerpo para indicar que algo le está causando daño- nos coloca en una situación de alto riesgo.
Si no sentimos dolor, ¿cómo darnos cuenta de que nos hemos roto un brazo o de que, quizá, nuestro apéndice está a punto de estallar en pedazos?
"Tenía unos cuatro o cinco meses cuando me diagnosticaron. Me habían empezado a salir los primeros dientes y ya me había comido casi un cuarto de la lengua"
Estos son precisamente algunos de los temores con los que vive Steven Pete, un estadounidense de 31 años que nació con analgesia congénita, un raro trastorno genético que le impide sentir ninguna clase de dolor físico.
"Tenía unos cuatro o cinco meses cuando me diagnosticaron", le dice Pete a BBC Mundo. "Me habían empezado a salir los primeros dientes y ya me había comido casi un cuarto de la lengua", recuerda.
"Me llevaron al pediatra. Él pasó un encendedor por la planta de mi pie y esperó hasta que me saliera una ampolla. Cuando vieron que ni me inmutaba, empezaron a pincharme la espalda. Yo seguía sin reaccionar. Al final llegaron a la conclusión de que tenía analgesia congénita".

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