El rostro de Sebastián refleja una expresión distinta cuando se le
acerca su madre, Mónika Despradel. Quienes saben descifrar los gestos de
este niño de diez años, con parálisis cerebral, dicen que se pone
“ñoñito”. Pero su expresión parece ser el reflejo de la alegría que
emana de su madre cuando está junto a él.
Sebastián ha sido para
Mónika la motivación para su trabajo esmerado en procura de mejorar la
calidad de vida de otros niños que tienen su misma condición. Junto a
otras madres, Mónika creó la Fundación Nido Para Ángeles, en la que
ofrece terapias a niños que sufrieron parálisis cerebral.
Lejos
de ser una carga o desgracia la llegada al hogar de un bebé con
discapacidad, para muchas madres ha sido una bendición, que, como a
Mónika, las convirtieron en seres de luz que iluminan la vida de otras
familias que pasan por su situación. Sus hijos las hacen especiales,
porque demandan de esas mujeres mayores dosis de amor y entrega
incondicional que ellas han sabido satisfacer.
En las mujeres
ocupadas en sacar hacia adelante a sus hijos con discapacidad se
manifiesta la máxima expresión de bondad, abnegación, optimismo, amor,
ternura, entrega y tesón que una madre pudiera exhibir. Estos pequeños
exigen de mucha atención, un sacrificio extra y entrega total, por lo
que sus madres no escatiman esfuerzos para que ellos avancen.
Encontramos historias de mujeres que dejaron a un lado sus apetencias
personales por cuidar de sus crías, mujeres que, a pesar de no tener
recursos, se esforzaron hasta encontrar el apoyo que necesitaban para
ayudar a los demás y otras que han sido madre y padre a la vez.
Odile
Villavizar es otro ejemplo. Cuenta cómo sus dos hijos, uno con autismo y
otro con síndrome de asperger, la movieron a formar la Fundación Manos
Unidas por el Autismo, que se dedica a orientar y capacitar a los padres
de niños en esa situación.“Mis hijos son un gran regalo que Dios puso
en mis manos para que sea luchadora y realice obras a favor de los
demás”, reflexiona.
Historias inspiradoras también se obtienen de
María Esther Valiente, doña Mary Pérez de Marranzini, Rosario Nicasio y
Ada Drullard.
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