Miles de españoles hacen un viaje diario de ida y vuelta a territorio británico para trabajar. Pero no necesitan tomar un avión.
Su destino es Gibraltar, el enclave británico
incrustado en el sur de la Península Ibérica, que es un oasis con pleno
empleo en una de las regiones de Europa más castigadas por la crisis.Nadie publica estadísticas sobre algo tan difícil de medir como los contrastes, pero Gibraltar es quizá uno de los lugares con mayor concentración de ellos por metro cuadrado.
Gibraltar es un punto de paso de mercantes que cruzan del Mediterráneo al Atlántico.
El lugar es pequeño. Tanto que la carretera que llega de España cruza la pista de aterrizaje del aeropuerto y un semáforo detiene a los autos para que dejen pasar a los aviones que llegan o se van.
Este enclave de alrededor de 30.000 habitantes y seis hectáreas de extensión –poco más del doble de Central Park de Nueva York- pasó a manos británicas en 1713, cuando España lo cedió como consecuencia del Tratado de Utrech, que puso fin a la larga guerra de Sucesión y llevó a los Borbones a la corte de Madrid.
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