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El Grito de Munch y la pasión por el arte de la angustia

Bajo un cielo como un remolino, y de color rojo sangre, una figura solitaria en un puente sujeta firmemente su cabeza en las manos y grita en señal de desespero.
Es un retrato caótico y atormentado de la ansiedad y la desesperanza y, definitivamente, no una imagen que uno espera encontrarse en tazas, calendarios y afiches en hogares alrededor del mundo.
Y sin embargo El Grito, la forma profundamente personal con que Edvard Munch canalizó su propia psiquis atormentada, se ha convertido en una de las imágenes más conocidas del arte moderno, sin mencionar que también ha sido el blanco de varios robos de alto perfil. Se espera que en mayo, cuando se subaste en Nueva York una de las cuatro versiones que Munch hizo de El Grito, la obra recaude unos US$80 millones, lo que la convertiría en una de las piezas de arte más costosas del mundo.
Pero si bien la fama de El Grito es innegable, su ubicuidad y su popularidad son, al menos a grandes rasgos, más difíciles de explicar.

Desconsuelo y angustia

Después de todo, un icono de la miseria y la desesperación rara vez se usa como decoración en una sala común y corriente.
No obstante, dado que tantas producciones han asegurado que de pronto sólo la Mona Lisa sea más reconocida a primera vista, es difícil evitar la conclusión que millones de personas se sienten atraídas por descubrir la angustia representada en El Grito.
Por supuesto, no sólo el arte visual es capaz de producir representaciones inmensamente populares del abatimiento.

La obra más famosa de Munch

  • El artista noruego Munch (1863-1944) realizó cuatro versiones de El Grito.
  • Dos de ellos han sido robados y recuperados, uno en 1994 y el otro en 2004.
  • La única versión que permanece en manos privadas -pintada en pastel, que data de 1895- será subastada en mayo.
  • La obra representa la "angustia existencial del hombre moderno y la desesperación", según lo señala el Museo Munch de Oslo.
  • Much, marcado e influenciado por la temprana muerte de su madre y hermana, sufrió una grave crisis en 1908-09.
  • El mismo Munch vendió litografías de El Grito, una obra que hoy adorna tazas de café, juguetes inflables, pancartas de protesta e incluso los protectores del iPad.
Directores como Ken Loach y David Cronenberg nunca podrían haber consumado sus largas carreras si las audiencias sólo se interesaran en historias optimistas y rechazaran las deprimentes.
Tampoco habrían resistido tanto tiempo grandes obras de la literatura como Hamlet, de Shakespeare, o Jude the Obscure, de Thomas Hardy.
El canon completo de la música popular estaría perdido sin la desolación y la angustia, un hecho que es descrito por el narrador de Nick Hornby en su novela High Fidelity:
"A las personas les preocupa ver niños jugando con armas y adolescentes viendo videos violentos...nadie se preocupa porque los niños escuchen miles -literalmente miles- de canciones sobre corazones rotos y rechazo y dolor y miseria y pérdida".
Y como una buena canción de pop, El Grito es brillante, intenso y se le reconoce fácilmente.

Catarsis

De acuerdo con David Jackson, profesor de historias de arte rusas y escandinavas en la Universidad de Leeds, en Inglaterra, estas cualidades les permiten a personas con poco conocimiento del arte expresionista relacionarse con lo que fue, cuando se reveló por primera vez, una obra vanguardista.
"Es bastante catártica", dice. "Todos se sienten identificados. Todos nos hemos sentido solos y desesperados en algún momento de nuestras vidas".
"Creo que esta obsesión por observar cosas que nos molesten es una parte fundamental de la condición humana. Si usted va a algunas librerías encontrará todos estos libros en venta sobre niños abusados. Todo el mito y la industria alrededor de Vincent van Gogh están basados en lo mismo".
Obra de Francis Bacon
El Grito influenció la obra del pintor irlandés Francis Bacon.
De pronto por esta razón, la influencia de El Grito en el arte moderno ha sido considerable, como se puede notar en la serie de papas que gritan de Francis Bacon, el Guernica de Picasso y, por supuesto, las estampaciones de seda del trabajo de Munch, por Andy Warhol.
La cultura popular ha abrazado esta iconografía, desde la máscara en las películas Scream, de Wes Craven, hasta los villanos alienígenas The Silence, en Doctor Who -basados en la obra de Munch-.
El propio Munch fue el primero que produjo esta imagen en grandes cantidades. Creó cuatro versiones -dos pinturas y dos con una técnica de pastel- entre 1893 y 1910, además de una litografía.
Pero no todos en el mundo del arte están felices con su ubicuidad.

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