Ni hisopos, ni irrigaciones de agua ni aceite. Hay que dejar que el
oído desarrolle su proceso natural de limpieza, expulsando el cerumen
hacia fuera. El oído tiene un sistema natural de auto-limpieza que
permite que la cera que se va fabricando vaya saliendo poco a poco hacia
el exterior y se elimine.
Por eso, los otorrinolaringólogos (especialistas en el cuidado del
oído, nariz, garganta) desaconsejan la utilización de hisopos, así
como las irrigaciones con agua o aceite de manera casera; e
insisten en que hay que acudir a los profesionales para extraer los
tapones que se formen.Los hisopos que se
venden en las farmacias no se deben emplear para la higiene de los
oídos porque lo que hacemos es impactar la cera y empujarla hacia
adentro originando nosotros mismos un tapón de cerumen.
Además, si el hisopo se introduce demasiado a fondo en el canal
auditivo puede causar daños graves, entre los que se incluye la ruptura
del tímpano, también conocida como perforación de la membrana timpánica.
Las perforaciones severas pueden causar parálisis facial y vértigo.
Tampoco se deben utilizar preparados en gotas de forma profiláctica
ni realizar lavados del conducto con suero u otra substancia.
De hecho, según la Sociedad Española de Otorrinolaringología (SEORL)
"las personas que utilizan los hisopos con mucha frecuencia son
aquellas que tienen que acudir a su otorrinolaringólogo más a menudo
para solucionar este problema".
Por tanto, la mejor manera de limpiar el oído es dejar que este desarrolle su proceso natural de limpieza.
No es extraño que cuando se pregunta a un médico "¿Cómo se lavan los
oídos?, este responda con una frase casi cómica: "Los oídos se lavan con
los codos, es decir, con nada; ellos por sí solos harán su labor".
La cera no es mala
Es una protección natural que posee el conducto auditivo externo y
que no debemos retirar. Posee una función protectora que sirve para
atrapar el polvo, los microorganismos y las partículas extrañas y evitar
que penetren en él y lo lesionen.
Lo que ocurre es que, en algunas personas, las glándulas producen más
cera de la que puede eliminarse fácilmente y esta cera adicional puede
endurecerse en el canal auditivo y llegar a obstruirlo. Normalmente,
para limpiar el conducto auditivo basta con mojarse el oído en la ducha y
limpiar la zona más externa del pabellón auricular con una gasa o
toalla fina.
"Solo debe limpiarse la oreja, es decir, la parte externa, y siempre con mucho cuidado", matizan los especialistas.
En ningún caso se debe introducir hisopo ni otros objetos en
los oídos (algodón, la esquina enroscada de una servilleta o
complementos que se usan para el pelo como horquillas) porque se corre
el peligro de perforar la delgada membrana que cubre el tímpano y
dejarlo así expuesto a posibles infecciones de graves consecuencias.
Limpiar de forma incorrecta nuestro oído puede provocar lesiones que
pueden ir desde un simple tapón, hasta infecciones, perforaciones u otro
tipo de lesiones.
Si el tapón persiste o notas una pérdida en la capacidad auditiva lo
más recomendable es visitar a tu otorrinolaringólogo, al que se debe
acudir al menos una vez al año.

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