Un equipo de bioingenieros de la Universidad
de San Diego, en Estados Unidos, logró crear una luz de neón viviente.
Su brillo lo producen millones de bacterias E.coli que lucen como
diminutas bombillas parpadeantes que se iluminan al unísono.
La investigación -cuyos resultados se publicaron en la revista Nature-
no tiene únicamente una finalidad visual, ya que esta reacción luminosa
se empleó para inventar un sensor de sustancias tóxicas en el medio
ambiente.
Detector "bacterial" de venenos
El equipo añadió una proteína fluorescente a los relojes biológicos de las bacterias, sincronizando así los ciclos de las miles de bacterias de una colonia, y luego coordinado cientos de colonias para que brillen o se apaguen al unísono.Empleando este método, los científicos fabricaron un sensor bacterial, capaz de detectar niveles elevados de arsénico.
Cuando las bacterias detectan esta sustancia venenosa, la frecuencia de las oscilaciones de luz disminuye, ya que estos organismos son muy sensibles a la presencia de contaminantes en el medio ambiente.
El grupo asegura que esto podría dar pie a la invención de biosensores de bajo coste mucho más efectivos que los sensores químicos que se emplean hoy en día.

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