Durante décadas, la sociología describió la curva de la felicidad en forma de U: una juventud optimista, un desplome en la mediana edad y un repunte en la vejez. Pero algo se ha roto. Hoy, el malestar comienza temprano, a los 20 años, y desde ahí solo parece suavizarse. La salud mental de la generación Z está reescribiendo la cronología de la infelicidad.
El estudio que cambia la teoría
La investigación publicada en PLOS One analizó más de 10 millones de encuestas en EE. UU., el Reino Unido y 44 países, incluido España. Sus conclusiones son claras: la llamada crisis de los 40 ha sido desplazada por una nueva crisis de los 20. Los autores, como David G. Blanchflower, destacan la uniformidad de los datos a escala global, algo inédito en estudios de bienestar.
Jóvenes atrapados en la era digital
Aunque los motivos no fueron el objetivo principal del estudio, los investigadores señalan algunos sospechosos claros: la pandemia, la crisis de la vivienda y, sobre todo, el impacto de los teléfonos inteligentes. El uso intensivo de internet ha desplazado actividades sociales y recreativas, dejando menos espacio para el juego, el diálogo y el tiempo libre real. El resultado: ansiedad, depresión y una sensación de vacío cada vez más temprana.
Una brecha de género evidente
Los datos confirman que las mujeres jóvenes reportan más malestar que los hombres, una tendencia ya detectada en otros estudios sobre el efecto de redes sociales y salud mental. En España, el informe HBSC reveló que la prevalencia de problemas emocionales alcanza al 51,2% de las chicas frente al 25,2% de los chicos, reflejando un desequilibrio preocupante.
¿Un futuro aún más sombrío?
La curva de la felicidad no ha desaparecido, solo se ha desplazado. Los expertos advierten que los jóvenes de hoy, al llegar a los 40 o 50, podrían enfrentar la misma crisis que afectó a generaciones anteriores, pero sobre una base de malestar crónico ya instalada desde la adolescencia. Esto plantea un escenario doblemente crítico para el bienestar futuro.
Recuperar el tiempo perdido
Los especialistas sugieren que revertir la tendencia exige limitar la dependencia digital y fomentar alternativas: volver a llenar las calles de juegos, encuentros sociales y actividades al aire libre. En palabras de Blanchflower, la clave está en “animar a los niños a que se comporten como niños”. Una receta simple, pero difícil de aplicar en un mundo cada vez más atrapado en las pantallas.
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