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Confesionarios sobre ruedas



Decenas de personas se han acercado al confesionario drive thru ideado por el padre Scott Holmer para adaptar el sacramento a las medidas de seguridad para contener la pandemia del coronavirus. “Todo esto pasará”, les dice. 
El adjetivo ha cobrado mala fama pero el sacerdote Scott Holmer no puede reprimir una carcajada al contar lo irónico que es que, con lo mal que se le da la tecnología, se haya hecho “viral”. No tiene cuenta en Facebook ni Twitter, hace años que dejó de ver la televisión y durante la Cuaresma se ha quitado You Tube del teléfono móvil, porque “te entra un vídeo detrás de otro y no puede ser”.
Pero la fila de coches que a ciertas horas se forma en el aparcamiento de la iglesia de St Edward, en Bowie (Maryland), llamó la atención de una vecina. Les hizo fotos, las colgó en la red, alguien las compartió... Y en pocos días la improvisada iniciativa del párroco para seguir ofreciendo el sacramento de la confesión a los fieles en tiempos del coronavirus se hizo, en efecto, viral.

Problemas de salud obligan al padre Scott a suspender el servicio: le cuesta respirar pero no cree que tenga el virus


Este sábado, por suerte, habían llegado refuerzos, un segundo sacerdote de otra localidad, porque casi medio centenar de coches acudió a la parroquia para recibir la confesión como quien va a recoger comida para llevar en un McDonalds: sin bajarse de su vehículo y respetando los 1,8 metros de distancia de seguridad que recomiendan las autoridades de salud.
“Vamos a estar aquí el tiempo que la gente nos necesite”, nos explicó el padre Scott al final de la sesión tras confesarse con el otro sacerdote, como harían si estuvieran dentro de los muros de la iglesia. “La emoción que la gente más expresa es la gratitud. Poder venir y ver a un sacerdote les da sensación de estabilidad en un momento en que todo es inestable”. Todo lo contrario de lo que percibe cuando va a al supermercado, donde lo que se palpa es miedo, afirma Holmer, de 40 años.





Con ayuda de un seminarista, pusieron unos conos y pidieron a los fieles que se quedaran en sus vehículos y se pusieran a la cola
Con ayuda de un seminarista, pusieron unos conos y pidieron a los fieles que se quedaran en sus vehículos y se pusieran a la cola 

La idea del confesionario drive thru se le ocurrió después de que, hace unos diez días, como hicieron todos los credos siguiendo las recomendaciones de las autoridades para prevenir la propagación del coronavirus, el arzobispado de Washington ordenara a sus parroquias suspender todos los ritos comunitarios. No estaba claro sin embargo qué hacer con las confesiones. Diez minutos antes de que la iglesia abriera sus puertas, tuvo una idea.
Inspirado por las clínicas drive thru abiertas en Corea del Sur y otros países para hacer tests de diagnóstico rápido del virus, sacó una silla a la calle. Con ayuda de un seminarista, pusieron unos conos y pidieron a los fieles que se quedaran en sus vehículos y se pusieran a la cola. “El asiento del coche se convierte en un confesionario seguro”, celebraba el párroco entusiasmado, cerrando los ojos al hablar como seguramente hará cuando confiesa.





La pandemia ha supuesto un reto para la dimensión comunitaria de las religiones
La pandemia ha supuesto un reto para la dimensión comunitaria de las religiones 

Al principio usaba un antifaz para escuchar a los penitentes que querían mantener el anonimato. Después de unos días vio que bastaba con poner la silla de espaldas al coche y preguntar con los ojos cerrados si querían confesarse cara a cara o no. La mayoría opta por la primera opción. Las conversaciones a menudo superan los diez minutos por coche.
Según nos contó el sábado, estaba pensando en reducir un poco el horario de confesiones (las cinco horas del domingo eran demasiadas al aire libre) y colocar unos altavoces con cantos gregorianos para amortiguar las voces. Problemas de salud, sin embargo, le obligaron ayer a anunciar a sus feligreses –por SMS y correo electrónico– que su original confesionario drive thru ha quedado suspendido hasta nuevo aviso.
“Tengo dificultades para respirar y este es uno de los síntomas del coronavirus. No creo que lo haya contraído, porque no tengo fiebre ni tos seca”, explica. Pero padece de fibrosis quística y cree que los humos de los coches que ha inhalando estos días (algunos dejaban el motor encendido durante la confesión) le han provocado una reacción asmática. “Os tengo en mis oraciones, rezad por mí”, pide el padre Scott.
La pandemia ha supuesto un reto para la dimensión comunitaria de las religiones. La parroquia de St Edward, que tiene una sofisticada plataforma online gestionada por voluntarios, se está preparando para usar la tecnología para seguir llegando a los creyentes por ejemplo, mediante misas en streaming, el sistema que el propio papa Francisco utiliza para su ángelus dominical.
En estos tiempos inciertos, el sacerdote daba un mensaje de esperanza a los fieles en las confesiones. “Les digo es que todo esto pasará. A la Cuaresma le sigue la Pascua y luego llega Pentecostés. Ahora estamos atravesando el desierto de la Cuaresma. Es un tiempo para la purificación, para desprendernos de cosas a las que estamos atados. Pero al final Cristo se levantará, llegará la Pascua y luego Pentecostés, el reverso de Babel, y nos reunirá a todos. Debemos confiar en la llegada de Pentecostés”. En cuanto sus pulmones se recuperen, promete volver a estar ahí.

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