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Todo lo que un abrazo aporta al desarrollo emocional de los niños y no te imaginabas


Rodear a una persona cercana con los brazos durante unos segundos y transmitirle nuestros sentimientos es un gesto instintivo en el ser humano. Hay tantos tipos de abrazo como situaciones y sujetos entre los que se dan, pero todos tienen algo en común: son la forma más elemental y directa que tenemos de comunicarnos. Este 21 de enero es el Día Mundial del Abrazo y es el momento perfecto para recordar su importancia y los beneficios que tiene.
Aprendemos a abrazar antes que a hablar y, con este gesto, empezamos a comunicarnos. Los abrazos durante la infancia son más frecuentes, más espontáneos y más efusivos que en la etapa adulta. También son más necesarios porque en esta etapa de nuestra vida somos más receptivos y se amplifican los efectos positivos del abrazo, asegura Suzanne Barchers, doctora en Educación y vicepresidenta del Plan de Estudios de Lingokids.
El efecto más inmediato del abrazo es el aumento de los niveles de oxitocina. Es una sustancia que se ha llegado a llamar «la hormona del abrazo» y que está muy vinculada al momento del parto. Entre otras funciones, sirve para establecer el vínculo afectivo entre una madre y su bebé. La oxitocina produce sensación de calma y satisfacción y, al reducir los niveles de norepinefrina, reduce el estrés.



Unos niveles adecuados de oxitocina ayudan a tener actitudes positivas como disfrutar más de cada momento y seguir adelante sin aferrarse a ninguna situación. Por si todo esto fuera poco, durante un abrazo también se liberan serotonina y dopamina, por lo que se genera una agradable sensación de bienestar, armonía y plenitud.
Un buen abrazo puede tener efecto «balsámico» para todo el día, según estudio llevado a cabo por la Universidad Carnegie Mellon de Pittsburg y publicado por PLoSOne. En él se demostró que los efectos de un conflicto se reducen cuando nos abrazamos. El contacto que se produce durante el abrazo, en cierto modo «desactiva» el área del cerebro responsable del miedo.
Frente a una misma situación, haber recibido un abrazo hace que nos sintamos más seguros y protegidos, así que reduce nuestra respuesta de lucha o de huida y, por el contrario, puede hacernos más fuertes: menos sensibles al frío o al dolor físico. Incluso, el estudio comprobó que los individuos que reciben más abrazos, a largo plazo, ven reforzado su sistema inmunitario y sufren menos enfermedades comunes como el resfriado.
Aunque cuando más se aprecia el efecto protector del abrazo es frente a amenazas «sociales». Somos menos reactivos y gestionamos mejor un conflicto con otras personas cuando nos abrazan.

Desarrollo emocional

Los niños necesitan una gran cantidad de estimulación sensorial para su crecimiento y desarrollo. El contacto físico en general, y el abrazo en particular -respetando siempre su espacio personal-, supone la forma de estimulación más importante para el desarrollo físico y emocional. El contacto piel con piel, los besos y los abrazos desencadenan una respuesta biológica en el cerebro del niño que permite un desarrollo más sano y más rápido, según un estudio del Nationwide Chilldrens’ Hospital de Ohio, que también analizó los efectos positivos en el desarrollo cognitivo y social.
Desde los primeros meses de vida los abrazos afectan a la consolidación de la personalidad, reforzando la autoestima y la autovaloración. Al fin y al cabo, el niño siente que es querido por sus padres, lo que le confiere mayor seguridad en sí mismo y fortaleza interior. El contacto físico mejora también su empatía y su capacidad para relacionarse con otros niños.

Comunicación universal

Cuando pensamos en la comunicación solemos referirnos, principalmente al lenguaje verbal, a las palabras, y en menor medida al no verbal: pero nos centramos solo en los gestos. Palabras y gestos pueden suponer barreras en la medida en que están vinculadas al idioma y la cultura de cada país. Sin embargo, los abrazos superan todas las barreras culturales.
Estudios científicos han demostrado que se pueden transmitir multitud de emociones con un abrazo: miedo, enfado, asco, amor, gratitud, alegría, tristeza o simpatía. Es verdad que, en el caso de los adultos, el grado de contacto físico que marcamos depende de la relación que haya entre las personas, pero curiosamente, no hay grandes diferencias entre países. Los expertos consideran que el contacto físico es universal, que lo que hace la cultura es modular cómo lo vivimos, pero en ningún caso puede reemplazarse por ninguna otra forma de comunicación.
Niños y adultos de todas las nacionalidades se benefician de esta forma universal de comunicación. Virginia Satir, una psicoterapeuta familiar norteamericana proclamaba hace ya unas décadas: «Necesitamos cuatro abrazos al día para sobrevivir, ocho abrazos para mantenernos y 12 abrazos para crecer».
Desde Lingokids, a través de los contenidos de su app de aprendizaje de inglés para niños, promueve el afecto, tanto de forma física como psicológica, y la colaboración entre amigos. Para que desde edades tempranas nuestros niños de hoy, que serán los adultos de mañana, se acostumbren a transmitir y a recibir la calidez de los buenos sentimientos para construir entre todos una sociedad más humana, cuenta su vicepresidenta Suzanne Barchers. 

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