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Por la salud del país Leonel debe fundar una nueva fuerza política


Cuando Juan Bosch fundó al Partido de la Liberación Dominicana había cumplido 64 años de edad.
Ocurrió el 15 de diciembre de 1973. Ya había abandonado la presidencia del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) el cual fundó en la Habana, Cuba en 1939 con algunos amigos exiliados políticos como él.
En 1963 Bosch fue electo Presidente de la República y gobernó durante siete meses, tiempo durante el cual dio muestras de su templanza y formación moral.
Por su firme convicción de ver la política como actividad de servicio, de promover el bienestar social y el desarrollo humano, se disgustó al grado de repudiar las prácticas de algunos altos y medianos dirigentes perredeístas a quienes calificó de burgueses cuando observó que usaban sus cargos en el PRD para hacer negocios.
En la actual situación de crisis del PLD, creemos que las condiciones favorecen a que el presidente de ese partido, Leonel Fernández Reyna, se dedique a organizar una nueva formación política.
Dado su prolongado ejercicio del poder, Leonel dotará a esa formación de la filosofía, establecerá las normas, valores y principios con sus teorías y prácticas que le aconseje su sólida experiencia edificada a lo largo de 12 años como administrador del Estado Dominicano.
Con 66 años cumplidos, con más seguidores que los que acompañaron a Bosch a fundar el PLD, con riquísimas vivencias como hombre de Estado, con el prestigio y las caudalosas relaciones en el país y en el exterior con que cuenta, a Leonel tiene que irle mejor que quedándose en esa organización.
Una nueva formación concebida y estructurada por Leonel podría ser la organización modelo que necesita el país para oxigenar el añejo sistema de partidos cuya cultura y práctica políticas ya colapsó.
Las zancadillas, golpes bajos, compra de votos en su contra y toda suerte de trampas que les han tendido, es para que abandone al PLD.
Está a la vista de todos que las diferencias entre los dos líderes peledeístas son irreconciliables. En esa situación al país no le conviene volver a sufrir la improductiva práctica que instauraron los perredeístas en los tres períodos que les tocó dirigir al Estado Dominicano. Fue la etapa cuando una facción del partido en el poder hacía una oposición más radical al gobierno que los partidos que les adveraban.
Ahora, como antes, no se trata de diferencias ideológicas, son inquinas personales y rebatiñas de los grupos que rodean a los líderes cuyos miembros se dedican al corre-ve-dile, a chismear y logran tanta influencia que paralizan la marcha y la dinámica del país.

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