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Por qué los días se nos hacen más cortos a medida que envejecemos

La ciencia lleva años tratando de explicar esa sensación casi palpable: a menudo que nos vamos haciendo mayores, nuestra percepción del tiempo parece acelerarse y escaparse de nuestras manos. Un nuevo estudio apunta al “envejecimiento” cerebral como el principal culpable.
El estudio, publicado en European Review, tiene como autor al investigador Adrian Bejan, de la Universidad de Duke. Bejan comenta que las discrepancias entre la “hora del reloj” y la “hora de la mente” son responsables de la aparente aceleración de nuestras vidas. Según el autor:
La mente humana siente que el tiempo cambia cuando las imágenes percibidas cambian. En otras palabras, el presente es diferente del pasado porque la visión mental ha cambiado, no porque suene el reloj de alguien. La velocidad a la que se perciben los cambios en las imágenes mentales disminuye con la edad, y como los niños pueden recibir y procesar más imágenes mentales por segundo que los adultos, sus días se sienten como si estuvieran llenos de más tiempo.
El ojo humano está constantemente en movimiento, y tan pronto como ha procesado una imagen, cambia su enfoque a otra cosa. 

Estos movimientos rápidos del globo ocular están separados por cortos períodos estacionarios que llamamos fijaciones, momentos durante los cuales el ojo fija su mirada en una imagen en particular.
Esto no es nuevo. De hecho, investigaciones anteriores han demostrado que el ojo de un adulto promedio realiza entre tres y cinco movimientos por segundo, junto a fijaciones de 200 a 300 milisegundos. Sin embargo, los tiempos de fijación son significativamente más cortos para los niños, quienes, por tanto, pueden realizar un mayor número de movimientos rápidos y tomar más imágenes por segundo.
¿Por qué este cambio de fijación? Porque a medida que envejecemos, los cerebros comienzan a tardar más en procesar la información que recibe la retina. Para Bejan, esto se debe a que desarrollamos redes neuronales cada vez más complejas a medida que envejecemos, lo que significa que las señales tienen que viajar más para llegar a partes separadas del cerebro. La degradación a las vías neuronales también significa que estas señales eléctricas experimentan más resistencia, por lo que se ralentizan.
Para entender la teoría, Bejan explica que vendría a ser como decir que experimentamos nuestras vidas de la misma forma que la fotografía en time-lapse.
Cuantas más fotos se capturen por segundo, más lento aparecerá el movimiento del tiempo. Sin embargo, a medida que comenzamos a aumentar el intervalo entre cada fotografía, se produce más movimiento entre cada frame, dando la ilusión de que los eventos se producen más rápido. [European Review via IFLScience]

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