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Las mentiras de la sal rosa de moda: ni es tan beneficiosa ni viene del Himalaya

Al buscar en Google sal rosa del Himalaya aparecen más de millón y medio de resultados. Muchos de ellos difunden los "increíbles beneficios" de este ingrediente. Regular el azúcar en sangre o el pH del cuerpo o mejorar la salud respiratoria y la cardiovascular son algunas de las bondades que se le atribuyen sin ningún tipo de aval científico. Lo que si queda claro al hacer la búsqueda es que un kilo de esta sal milagrosa cuesta más del doble que el de la común de mesa, que no suele llegar al euro por kilo.
En lo que a consumo de sal se refiere, dice la Organización Mundial de la Salud (OMS) que lo mejor es no sobrepasar la barrera de los 5 gramos diarios o, lo que es lo mismo, una cucharilla de café (algo que en España casi duplicamos). "El problema de la sal está en la cantidad de sodio que contiene", asegura Ramón de Cangas, dietista-nutricionista, doctor en Biología Molecular y Funcional y miembro de la Academia Española de Nutrición y Dietética. Este elemento se asocia a distintos problemas de salud pública como la hipertensión arterial, los problemas cardiovasculares, los cálculos renales e incluso el cáncer de estómago, dice la OMS, y la sal rosa del Himalaya no contiene menos que la común: "Aporta las mismas cantidades de sodio que la sal de mesa", sentencia De Cangas. Por lo tanto, las recomendaciones de la OMS son igual de aplicables.
La diferencia está en que no está refinada y que "contiene otros minerales, como el hierro, que le dan ese característico color rosa", indica De Cangas. Sin embargo, "las cantidades no son significativas en cuanto a su impacto en la salud", continúa De Cangas y sentencia: "No hay evidencia científica de que la sal rosa del Himalaya aporte ningún beneficio paradla salud ni tampoco hay diferencias significativas entre consumir sal normal y este otro tipo".
Queda claro: si lo que queremos es gastar más dinero en sal porque es rosa, no hay problema. Siempre y cuando, no sobrepasemos la cantidad recomendada por la OMS. Eso sí, quizás convenga saber que no solo no tiene las propiedades milagrosas que se le atribuyen, sino que tampoco se extrae exactamente del Himalaya: proviene de la mina de Khewra, situada a algunos kilómetros de la falda de esta cordillera.

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