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La extraordinaria historia de los Moken, la tribu que podía ver bajo el agua como los delfines

Posiblemente, la mejor prueba de lo adaptable que puede llegar a ser el cuerpo humano se encuentra en una zona de la costa oeste de Tailandia. Allí viven los habitantes de los Moken, una tribu nómada marina cuyos jóvenes han logrado la extraordinaria habilidad de ver bajo el agua como los delfines.
El 26 de diciembre de 2004, el día que el tsunami del Océano Índico se acercaba a Mo Ku Surin, un aislado grupo de islas a 55 kilómetros del sur de Tailandia, un joven de la tribu Moken estaba en un bote preparando trampas de calamar. Según recordaba hace unos años al diario The Guardian, “no había viento, el océano estaba liso y tranquilo, parecía un estanque”.
De repente, a lo lejos divisa una cresta blanca que se agranda conforme se acerca a su pequeña embarcación. En cuestión de segundos aquella cresta tiene el tamaño de un portaaviones frente al joven, quién acaba expulsado a las aguas profundas durante horas. Ese día, se estima que más de 200 mil personas murieron a causa del tsunami.
Sin embargo, el joven y la mayoría de la tribu Moken no.
En realidad, llevaban mucho tiempo esperando el momento, la “séptima ola”, un conocimiento que se había transmitido durante miles de años a través de generaciones de Moken (significa persona inmersa en el agua) viviendo íntimamente con el océano. La tribu aprendía a nadar antes de poder caminar.


El Moken alguna vez dependió por completo del océano, y los niños pasaron gran parte de su tiempo buceando en busca de alimento en el lecho marino. Hoy, los estudios de esta insólita población han demostrado que podían ver bajo el agua con total claridad, una adaptación única que, de hecho, otros niños pueden aprender en cuestión de semanas. Según explicaba a la BBC la investigadora Anna Gislen, de la Universidad de Lund en Suecia:
Normalmente cuando te sumerges, todo está tan borroso que el ojo ni siquiera intenta acomodarse, no es un reflejo normal. Si embargo, los niños Moken pueden hacer ambas cosas: pueden hacer que sus pupilas sean más pequeñas y cambiar la forma de su lente. Las focas y los delfines tienen una adaptación similar.
Gislen ha estado trabajando con los Moken durante casi dos décadas para comprender mejor esta increíble capacidad, una que solo los niños parecen poseer. Unos años después, en tan solo un mes logró enseñar a un grupo de niños europeos a ver bajo el agua con la misma claridad. ¿Cómo?
Fue diferente para cada niño, pero en algún momento su visión simplemente mejoró repentinamente. Les pregunté si estaban haciendo algo diferente y me dijeron: No, ahora puedo ver mejor
 La investigadora primero tuvo la idea de estudiar a los niños Moken hacia el año 1999, cuando los vio sumergirse en el océano cada vez que llegaba la marea y recoger almejas y moluscos del fondo del mar con los ojos bien abiertos. 

Unos años después, en 2003, publicó un estudio donde midió exactamente lo clara que podía llegar a ser su visión comparando 17 niños Moken (10 niñas y 7 niños de entre 7 y 13 años) con 18 niños europeos (14 niñas y 4 niños de entre 7 y 13 años). 


El experimento consistió en lograr que los niños bucearan bajo el agua y colocarles la frente en un reposacabezas a 50 centímetros de distancia de una tarjeta que mostraba patrones aleatorios con líneas verticales u horizontales. 

Después de mirar la tarjeta, debían nadar a una zona e informarían qué patrón habían visto.
Cada vez que bajaban, el espacio entre las líneas se volvía más y más delgado, lo que hacía más difícil distinguir el patrón. Los niños tuvieron que repetir el proceso cinco veces para cada patrón, y con solo un error se interpretaba como la incapacidad de ver el patrón correctamente.
Posteriormente, al publicar los resultados en Current Biology, Gislen descubrió que los niños Moken tenían más del doble de la agudeza visual de los niños europeos bajo el agua. ¿Por qué? Todavía no lo tiene del todo claro, pero la investigadora piensa que tiene que ver con la capacidad de los pequeños de apretar sus pupilas bajo el agua para aumentar la profundidad de campo y aclarar las cosas.
De ser así, estos niños habían solucionado parte del problema que experimenta el común de los mortales cuando intenta ver cosas bajo el agua: el agua tiene la misma densidad que las córneas, y esto altera la capacidad de concentración, haciendo que todo parezca borroso. Según el trabajo publicado de Gislen:
En tierra, el tamaño de la pupila normalmente tiene poco efecto en la resolución, y se encontró que ambos grupos de niños tienen el mismo tamaño de pupila. Pero bajo el agua, cuando la imagen está muy borrosa, una pupila más pequeña puede mejorar significativamente la resolución.
De hecho, nuestras mediciones muestran claramente que hay una diferencia bajo el agua; al bucear, los niños Moken constriñen sus pupilas, mientras que los niños europeos no, y el tamaño de la pupila difiere significativamente.
Sin embargo, esto por sí solo no es suficiente para explicar la capacidad. Lo cierto es que el estudio también halló que son capaces de “acomodar” sus lentes, lo que significa cambiar consciente o inconscientemente la forma de la lente para aclarar o enfocarse en una imagen, ya que su distancia varía.
A través de un modelo matemático, Gislen y su equipo descubrieron cuánto se acomodaban sus lentes para permitirles ver lo más bajo el agua que pudieran, y concluyeron que los niños Moken podían hacer que sus pupilas fueran más pequeñas y cambiar la forma de su lente para lograr una mayor visión subacuática.
No sólo eso, curiosamente, de los adultos de la tribu que estudió Gislen, ninguno poseía la misma habilidad, y todos cazaban en lugar de bucear. La investigadora sospecha que los Moken pierden sus “ojos de delfín” cuando crecen porque la lente se vuelve menos flexible con la edad. 
De ser así, son malas noticias para los que veían un futuro nítido bajo el agua. Los adultos que estén soñando con esta capacidad tendrán que seguir imaginándola, sin embargo, mientras seas joven, parece que puedes desarrollar la habilidad con un poco de práctica.
Gislen reclutó a un grupo de niños europeos de vacaciones en Tailandia (3 niñas y 2 niños, de entre 9 y 11 años) y un grupo de niños en Suecia (15 niñas y 5 niños, de 9 a 10 años) para participar en sesiones de entrenamiento varias semanas. Básicamente, tuvieron que realizar tareas de buceo similares al experimento original para ver si la repetición mostraba mejoras en la visión submarina. 
¿El resultado? Después de 11 sesiones en un mes, ambos grupos lograron la misma agudeza submarina que los niños Moken, incluso si todavía tenían los ojos enrojecidos e irritados debido a la sal. Los niños europeos terminaron reteniendo la capacidad de restringir a sus pupilas, incluso después de cuatro meses sin ninguna actividad subacuática. Según explicó Gislen en un trabajo posterior que publicó en Vision Research:
Cuando se probaron 8 meses después de la última sesión de entrenamiento en una piscina al aire libre con luz solar brillante -comparable a ambientes livianos en el sudeste asiático- los niños habían alcanzado la misma agudeza submarina que los niños Moken.
Por cierto, en los últimos años, los Moken han perdido gran parte de esa extraordinaria habilidad que los hacía únicos. Han cambiado considerablemente su estilo de vida y ahora pasan menos tiempo en el agua. Una pena, aunque su extraordinaria historia perdurará como uno de los mejores ejemplos de la capacidad del ser humano a la adaptación de un medio. [BBCWikipediaThe Guardian]

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