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El 27 de febrero de 1844, la Independencia Nacional de RD

La noche del 27 de febrero de 1844, cuando fue proclamada la Independencia Nacional, la bandera flameó por primera vez bajo cielo dominicano, como símbolo de la nueva nación, soñado y concebido por Juan Pablo Duarte, ideólogo de la emancipación que quebró 22 años de dominio haitiano en la parte Este de la isla de Santo Domingo.
A pesar de que las prisas y las presiones de las últimas horas de esa histórica jornada independentista se reflejaron en el pabellón alzado en la Puerta del Conde, en verdad Duarte había concebido con suficiente anticipación cómo debía ser la bandera, lo cual consta en el juramento de los miembros de la sociedad La Trinitaria, efectuado el 16 de julio de 1838.
En ese juramento se decía que la nueva nación se denominaría República Dominicana y tendría “un pabellón tricolor en cuartos encarnados y azules atravesado por una cruz blanca...”.
El historiador Vetilio Alfau Durán cuenta, en “Mujeres de la Independencia”, texto publicado por el Archivo General de la Nación, que Concepción Bona “había cumplido 19 años cuando confeccionó con patriótico entusiasmo y con nerviosidad femenil la primera bandera nacional”, tarea en la que estuvo acompañada por María de Jesús Pina.
También a la heroína María Trinidad Sánchez, fusilada en el 1845 en el gobierno de Pedro Santana, se le atribuye haber participado en la elaboración del pabellón.
Tras la declaración de la Independencia, la Junta Central Gubernativa envío una goleta-bergantín a buscar al patricio Duarte a Curazao, donde se había exiliado para evadir la persecución haitiana, y en esta nave denominada “Leonor”, propiedad de Rothschild, Coén y compañía, ondeó por primera vez en el mar la bandera dominicana.
En la Constitución dominicana vigente, en el artículo 31, dice: “La Bandera Nacional se compone de los colores azul ultramar y rojo bermellón, en cuarteles alternados, colocados de tal modo que el azul quede hacia la parte superior del asta, separados por una cruz blanca del ancho de la mitad de la altura de un cuartel y que lleve en el centro el Escudo Nacional. La bandera mercante es la misma que la nacional sin escudo”.
La bandera dominicana, sueño acariciado por Juan Pablo Duarte
¿Cómo fue realmente la primera bandera?
Existen testimonios que revelan que la bandera que flotó la noche de la independencia era el mismo pabellón haitiano, al que se le agregó una cruz en el centro. Ese blasón tenía dos franjas, azul arriba y rojo abajo, atravesados por una cruz blanca.
De acuerdo al historiador Rufino Martínez, las primeras banderas fueron confeccionadas por María Trinidad Sánchez y un grupo de mujeres entre las que citó a Concepción Bona, Isabel Sosa y María de Jesús Piña.
“La bandera que ella (Sánchez) confeccionara en los días anteriores a la fundación de la República, no tuvo, en el sentido de prioridad, el gran valor que por un tiempo se le quiso conceder, como tampoco lo alcanzó ninguna otra bandera atribuida a las manos de mujer con la misma finalidad, ya que la primera enarbolada en el Baluarte del Conde fue la adaptada de una que suministró el guarda-almacén del Gobierno Haitiano”, asegura Martínez en la entrada “Sánchez, María Trinidad”, de su “Diccionario Biográfico-Histórico Dominicano (1821-1930)”.
La historiografía da cuenta de que correspondió a las hermanas María del Carmen, María Francisca y Manuela Villa del Orbe coser la primera bandera enarbolada en el Cibao, el día 4 de marzo de 1844, específicamente en La Vega.
El dato sobre el uso dado en un primer momento a la bandera haitiana es corroborado por el también historiador Orlando Inoa en su “Biografía de Juan Pablo Duarte”, donde al respecto escribe que la llegada de Duarte a su casa, tras volver del exilio el 14 de marzo de 1844, fue muy emotiva.
“A las dos de la tarde notó Sánchez que la casa de los Duarte, que no cesaba de recibir visitantes, no tenía bandera por lo que tomó varias haitianas y pidió unos velos blancos y él mismo formó con ellos una bandera que colocó en las ventanas con aplausos de todos. Sánchez lo que hizo fue adherir los velos blancos en forma de cruz sobre una bandera haitiana”, escribió el autor.
A continuación Inoa afirma que la bandera dominicana que se izó en la Puerta del Conde fue la misma haitiana con una cruz blanca en el centro que la dividió en cuartos.
Asegura que así lo describe el cónsul francés en una carta enviada al ministro Guizot cuando le dice: “Olvidaba hablarle a Vuestra Excelencia del pabellón adoptado por los dominicanos. Se compone de dos bandas horizontales, azul y roja, cortadas a lo largo por una cruz blanca”.
Inoa señala que lo anterior lo confirma el historiador haitiano Thomas Madiou (Histoire d’Haiti, quien sostiene que Celigne Ardoin, quien estuvo en la parte Este cuando se produjo la Independencia, dijo: “que a la vuelta a Haití, el 29 de mayo de 1844, ‘en la bahía de Ocoa encontramos dos corsarios que llevaban la bandera dominicana (la bandera haitiana atravesada por una cruz blanca)’”.
Posteriormente, el 6 de noviembre de 1844, el Congreso Constituyente, instalado en San Cristóbal, promulgó la primera Constitución de la República, en la que quedó adoptada la Bandera Nacional como símbolo de la Patria, alternando un cuartel azul por rojo, para hacerla más armoniosa y una de las más bellas banderas del mundo.
La proclamación de la independencia
La proclamación de la independencia
La Independencia Nacional fue anunciada el memorable 27 de febrero de 1844, con la participación de unas doscientas personas, refiere Inoa y señala que no acudieron todos los que fueron convocados al magno evento efectuado en la ciudad intramuros.
“Muchos de los que participaron en la proclamación de la República Dominicana coinciden en que Duarte fue la figura aglutinante del grupo. Así lo atestiguan cincuenticinco oficiales del ejército dominicano cuando tres meses después de la Independencia, en carta a la Junta Central Gubernativa escribieron “... que su nombre fue invocado inmediatamente después de Dios, Patria y Libertad; y considerándole siempre como el Caudillo de la Revolución, no obstante no haber asistido a la jornada del 27 de febrero por estar expulso del país”, escribió.
Como parte de los aprestos para lograr la ansiada liberación, un grupo de jóvenes, encabezados por Duarte, se reunió el 16 de julio de 1838 para la juramentación de la sociedad La Trinitaria, que se encargó de organizar la lucha que culminó con la proclamación de la liberación.







Para saber más...
“Compendio de la Historia de Santo Domingo”. José Gabriel García.
“Historia social y económica de la República Dominicana”. Roberto Cassá.
“Diario de la independencia”. Adriano Miguel Tejada.
“Biografía de Juan Pablo Duarte”. Orlando Inoa.
“Mujeres de la Independencia”. Vetilio Alfau Durán.


La proclamación de la Independencia Nacional, el 27 de febrero de 1844, fue el resultado de un largo proceso en el que se unieron diversas circunstancias y voluntades de quienes entendieron que era imprescindible la separación de la parte Este de la isla.
Las ideas e iniciativas de Juan Pablo Duarte, padre de la Patria, fueron fundamentales para que se lograra el objetivo de proclamar la emancipación del poderío extranjero, iniciado en 1822, cuando el presidente haitiano Jean Pierre Boyer entró con su ejército a la parte oriental de la isla y se hizo con el dominio de la franja de habla española, sin que se le hiciera oposición.
No obstante, la semilla de la rebelión contra el poder foráneo, que gobernó durante 22 años, se plantó temprano entre la población de la época, y por tanto prosperaron los aprestos independentistas de los miembros de la sociedad La Trinitaria y otros sectores.

Política interna y crisis en Haití
La unión de varias fuerzas sociales y políticas hicieron posible que triunfaran los propósitos independentistas. Entonces, varios grupos apoyaban la separación de Haití, aunque no todos tenían la misma idea respecto a que la parte de habla española se mantuviera libre de toda potencia extranjera.
Partido pro español. Estaba formado por el clero, viejos militares y funcionarios. Apoyaba la independencia bajo un protectorado de España. En ese grupo se hallaba el arzobispo Tomás de Portes e Infante y los sacerdotes Gaspar Hernández y Pedro Pamiés.
Grupo pro inglés. Fue el menos conocido y dio a conocer su posición en una correspondencia. Buscaba lograr un protectorado de Inglaterra. Era encabezado por un propietario de Las Matas de Farfán de apellido Pimentel.
Grupo pro francés. Empezó sus trabajos desde finales de 1843, con funcionarios consulares radicados en Puerto Príncipe y Santo Domingo. Entre sus cabecillas figuraban Buenaventura Báez, el sacerdote Manuel María Valverde y el médico Manuel Joaquín Delmonte. El 15 de diciembre de 1843 firmaron en Puerto Príncipe el llamado Plan Levasseur, en el que solicitaban protección del gobierno francés.
Grupo boyerista. Sin la solvencia económica de los afrancesados ni la capacidad de convocatoria de los duartistas, este grupo de burócratas fue clave para la proclamación de la independencia. Estaba encabezado por Tomás Bobadilla y Briones, destacado abogado, quien fue durante mucho tiempo funcionario del gobierno de Boyer y era gran amigo de Pedro Santana. A Bobadilla y Briones se le atribuye la escritura del Manifiesto del 16 de enero de 1844, en el que se exponen las razones por las cuales los dominicanos querían la separación de Haití.
Respecto a la situación haitiana, mientras los dominicanos se organizaban para lograr la separación, el gobierno de Boyer enfrentaba una crisis financiera que afectaba el comercio, y el mandatario era atacado por la oposición. Incluso en 1838, Boyer sufrió un intento de asesinato. Finalmente sus enemigos lograron que dejara la presidencia.
Quejas contra el régimen haitiano
La mayor parte de la población de la parte Este no se sentía conforme con la dominación haitiana. Se argumentaba que las costumbres de los extranjeros y dominicanos eran distintas.
Molestaba a la población que Boyer prohibiera el uso del idioma español en los actos públicos y en las comunicaciones oficiales que debían escribirse en Santo Domingo.
En 1826, Boyer limitó la celebración de fiestas religiosas tradicionales y antes, en 1820, dispuso el cierre de las galleras, salvo “los domingos y días festivos en los campos”.
También, el gobernante despojó de sus bienes a grandes propietarios blancos y a la iglesia católica, cuyo arzobispo Valera, encabezó la oposición al régimen.
Tras tomar posesión de la parte Este, Boyer abolió la esclavitud y prometió tierras para todos los libertos.
Al respecto, en su “Manual de Historia Dominicana”, el historiador Frank Moya Pons relata: “Boyer estaba interesado en realizar cuanto antes la unificación de la isla y hacer de todos los pobladores verdaderos haitianos, fueran estos blancos o libertos, negros o mulatos. A su proclama de junio (de 1822) siguió el nombramiento de una comisión el 26 de agosto, para que investigara las propiedades que en la parte española debían pertenecer a la República para entonces proceder a repartirlas entre los libertos y todos los esclavos que desearan cultivarlas”.
En una sociedad esencialmente católica, igualmente causaba irritación que el gobierno haitiano entregara templos a los protestantes y fomentara la propagación de su credo.
Pedro Santana y los pronunciamientos
Del bando conservador, el hatero Pedro Santana salió con sus tropas en la madrugada del 27 de febrero, desde El Seybo hacia la ciudad de Santo Domingo, donde se había previsto que se haría la proclamación de la Independencia.
Previamente, Santana hizo el pronunciamiento de El Seybo para la causa de la separación, el día 26, siendo la primera zona en manifestarse.
La independencia fue declarada luego de que los patriotas tuvieran la seguridad de que las tropas de la región Este marchaban hacia Santo Domingo. La noticia fue comunicada por José Cedano y tres seibanos que se encontraban en el grupo que tomó la Puerta del Conde.
En los días siguientes se pronunciaron otros pueblos. Las comunidades que más tardaron fueron Puerto Plata, Azua y San Juan de la Maguana, lo que se atribuye al fuerte intercambio que tenían con Haití y al liderazgo de Buenaventura Báez, en Azua. En todas las comunidades operaban células revolucionarias en favor de la Independencia.






Cronologí a de la liberación
1 de diciembre de 1821. José Núñez de Cáceres proclama la Independencia de la parte Este, creando el Estado Independiente del Haití Español, anulado por la invasión de Boyer.
1824. Estalla la llamada revolución de Los Alcarrizos, la más importante de las sublevaciones ocurridas en el período. Fue denunciada y sofocada rápidamente. Cuatro personas fueron condenadas a muerte, lo que causó temor en la población sometida.
1825. Luego de que se produjeran arduas negociaciones, el gobierno francés reconoció la Independencia de Haití, y los haitianos se comprometieron a pagarle como compensación 150,000 francos. Para saldar la suma se crearon nuevos impuestos que debían ser pagados por todos los habitantes de la isla, medida rechazada por los dominicanos.
16 de julio de 1838. El joven Juan Pablo Duarte juramenta al primer grupo de la sociedad secreta La Trinitaria, para propiciar la independencia.
El 7 de mayo de 1842. Un terremoto estremece la isla de Santo Domingo, dañando edificaciones de algunas ciudades, como Santiago, que quedó destruida. La tardía reacción del gobierno de Boyer a los pedidos de ayuda aumentó su impopularidad y atizó los preparativos para la independencia.
1843. Se produce el movimiento La Reforma, surgido en Haití, para derrocar a Boyer, lo que fue aprovechado por Duarte para hacer una alianza con los haitianos, opuestos al régimen boyerista. Por eso, los dominicanos apoyaron el 24 de marzo de 1843 la rebelión efectuada en Paslin.
13 de marzo de 1843. Cae el gobierno de Boyer y este se marcha al exilio. Fue sustituido por Charles Hérard Rivière.
27 de febrero de 1844. En la noche se produce la proclamación de la Independencia dominicana en Santo Domingo.
28 de febrero de 1844. Se Extiende el rumor en la población negra de que el triunfo de “los blancos” implicaría el retorno a la esclavitud. Para aminorar la intranquilidad, se trasladó a Monte Grande, cerca de la capital, don Tomás Bobadilla, quien ofreció seguridades a los descendientes de esclavos de que no peligraban sus libertades.
28 y 29 de febrero de 1844. Se realizan negociaciones con Henri Etienne Desgrotte, general de brigada y comandante de la común de Santo Domingo. Los haitianos acuerdan entregar la plaza el día 29 las ocho de la mañana. Finalmente, los extranjeros abandonan Santo Domingo sin disparar.
28 de febrero. Llegan a Santo Domingo las tropas seybanas, encabezadas por Pedro Santana.
1 de marzo de 1844. Tomás Bobadilla, antiguo funcionario del gobierno de Boyer, es electo presidente de la Junta Central Gubernativa.
2 marzo de 1844. El secretario de relaciones exteriores de Haití Herard-Dusmele envía una comunicación a la Asamblea Constituyente en Puerto Príncipe, anunciando que en la parte Este fue “enarbolado el estandarte de la revuelta”.
7 de marzo de 1844. La prensa haitiana publica la noticia. El periódico Le Progress informa sobre la revuelta afirmando que la bandera haitiana fue sustituida por la de Colombia.
7 de marzo de 1844. Se movilizan las tropas haitianas.
8 de marzo de 1844. Varios conservadores de la Junta Central Gubernativa dirigen una carta al vicecónsul Eustache de Juchereau de Saint Denys, en la que le proponen un protectorado francés para la nueva República a cambio de la cesión de Samaná.
15 de marzo de 1844. Duarte retorna a Santo Domingo, luego de que la Junta Gubernativa lo enviara a buscar en una goleta a Curazao, donde estaba exiliado. El arzobispo Tomás de Portes e Infante lo recibe diciéndole “¡Salve Padre de la Patria!”
Para aprender más...
“Manual de historia dominicana” y “La dominación haitiana”, de Frank Moya Pons
“Obras completas”, volumen 4, de José Gabriel García
“El pensamiento dominicano de la Primera República”, de Fernando Pérez Memén
“Historia de Santo Domingo”, volumen X, de Gustavo Adolfo Mejía Ricart
“Biografía de Juan Pablo Duarte”, de Orlando Inoa
“Vicisitudes de Juan Pablo Duarte”, de Juan Daniel Balcácer







Sobre la auténtica fisonomía del Padre de la Patria, únicamente se tiene una fotografía que le fue tomada en Caracas, Venezuela, en el año 1873 por el fotógrafo Próspero Rey.
Este valioso documento nos permite reconstruir la imagen del Padre de la Patria cuando frisaba los sesenta años de edad, tres antes de su muerte, acaecida el 15 de julio del 1876. En esa foto podemos apreciar un Duarte con pelo liso y escaso, todavía oscuro, bigote y barba blancos, vistiendo casaca negra, de cuyo chaleco pendía una leontina de oro, y descuidada la corbata. 
Es la foto de un anciano demacrado que se apoya en un bastón, y bien podría decirse que su aspecto revela el de un alma de la cual huyó la esperanza, aunque sus ojos revelan inocencia y, al mismo tiempo, la fortaleza de su carácter. En la delgadez de su cuerpo se perciben los estragos causados por la enfermedad que lo acosa y en sus ojeras y el hundimiento de sus mejillas, se denotan los sufrimientos de años de infortunio.
Obviamente, que esa fisonomía y figura no se corresponden con el Duarte de treinta y un años que en el 1844 nos legó una Patria libre, soberana e independiente.
Aparte de otros testimonios, José María Serra, fundador, conjuntamente con Duarte de La Trinitaria, en sus Apuntes para la Historia de los Trinitarios, nos transmite este “retrato hablado” y de la impresión que le causó al momento de Juan Pablo comunicarle su plan de luchar para instaurar la República Dominicana. Veamos:
“Y al decir esto lo vi como transfigurado; sus ojos azules, de mirar sereno, les centelleaban; su tez suave, teñida de ordinario por las rosas, en aquel momento parecía deberle su color a la amapola; sus labios finos, donde de continuo una dulce y cariñosa sonrisa revelaba la bondad e ingenuidad de aquella alma noble e inmaculada, veíalos convulsos, agitando el negro y espeso bigote que a la vez formaba contraste agradable con su dorada y poco poblada cabellera, al dilatar la longitud de su frente daba majestad a su fisonomía. 
Con el pecho erguido, adelantando el paso, como si terminara una arenga concitadora ante el pueblo, repitió: Fuera toda dominación! Viva la libertad! Viva la República Dominicana!
Por lo antes expresado, los dominicanos debemos, por su autenticidad y valor histórico, venerar la fisonomía del retrato de Próspero Rey y las reproducciones y adaptaciones que de él se desprenden e inspiran; pero entendiendo a la vez, que la República Dominicana es más bien el producto de un Duarte y unos Trinitarios, en sus plenas juventudes.
De todas formas, lo importante a fin de cuentas, es que nos identifiquemos con su fisonomía moral, caracterizada por su civismo, patriotismo, honradez, proceridad, entrega, renunciación y, más que nada, por su profunda fe en los valores de Dios, Patria y Libertad en los que se sustenta la República Dominicana.
Se conmemora el 205 aniversario del natalicio del ideólogo de la Independencia Nacional, y mañana se inicia la celebración del Mes de la Patria con diversos actos.
Ninguno de los altos próceres de América que, en su lucha por la libertad se agigantaron, ha sido tan detractado y tan injustamente negado como Juan Pablo Duarte, en vida y en muerte”, escribió el historiador Vetilio Alfau Durán, considerado por su homólogo Juan Daniel Balcácer como uno de los profundos conocedores del proceso histórico del pueblo dominicano.
Aunque mayoritariamente el legado de Duarte es resaltado, en la actualidad, como ocurrió en el pasado, suelen alzarse voces que cuestionan su trayectoria y sus aportes en el forjamiento de la patria dominicana.
En la obra “Vicisitudes de Juan Pablo Duarte”, Balcácer escribió: “Duarte es un singular ejemplo de devoción y entrega de la libertad de nuestro pueblo: por los riesgos y peligros que afrontó en el decurso de esa lucha redentora; por los innumerables obstáculos que superó a lo largo del proceso independentista; por el alto precio político y militar que pagó al no brindarse para que su liderazgo se convirtiera en fuente de discordia entre sus compatriotas, y, sobre todo, por el injusto olvido al que fueron relegadas su vida y su obra pública, por virtud del caudillismo y el desmedido culto a la personalidad imperantes en la sociedad dominicana desde los tiempos de la Primera República Dominicana”.
El autor, presidente de la Comisión Permanente de Efemérides Patria, recordó que el destierro fue el precio más alto que Duarte y su familia pagaron por su vertical posición nacionalista.
“Sin embargo, no fueron los haitianos quienes expatriaron al Padre de la Patria, sino un grupo de sus propios por quienes también luchó para que vivieran al amparo de régimen republicano y auténticamente democrático”, precisó.
Desde la perspectiva del historiador, “esa amargura debió tener un severo impacto en la psiquis del Patricio y, probablemente, originó una profunda depresión que le indujo a mantenerse aislado del país durante cuatro lustros”.
Obra independentista
Debido a que tuvo que exiliarse, dada la persecución a que lo sometió el régimen haitiano, sin la presencia física de Duarte se produjo la declaración de la Independencia Nacional la noche del 27 de febrero de 1844.
Entonces, la amurallada ciudad de Santo Domingo se conmovió al estallar el trabucazo disparado por el prócer Matías Ramón Mella ante las personas congregadas para presenciar el acontecimiento que cambió el rumbo de la vida isleña.
Con aquel acto heroico culminaban varios años de trabajo arriesgado, emprendido por una joven generación encabezada por Duarte y Diez, quien organizó la resistencia contra la dominación haitiana con la fundación de La Trinitaria y otras sociedades, las cuales le permitieron encauzar el descontento provocado por el poderío de 22 años.
Aunque el inspirador de la liberación de la parte Este de la isla no estuvo presente en el acto, tuvo un papel notable Francisco del Rosario Sánchez. Allí mismo, después de que el patriota pronunció la expresión “Dios, patria y libertad”, los presentes exclamaron “¡Viva Juan Pablo Duarte!”, recordando al ideólogo de la separación.
Tras la proclamación de la Independencia, empezó para Duarte el calvario que lo llevó a la cárcel del gobierno satanista y luego a un prolongado exilio.
Balcácer recordó que a partir de septiembre de 1844 “el nombre de Duarte devino sinónimo de palabra infame y, por virtud del personalismo que entonces imperó en el país, durante 40 años no se le mencionó ni reconoció mérito alguno”.
Según planteó el historiador José Chez Checo, en el libro “Duarte revisitado”, el héroe “ha sido el dominicano más excelso que ha nacido en lo que hoy es República Dominicana”.
“Fue un visionario, un gran estratega, y un humanista cuyo gran valor esencial fue confiar en que los dominicanos eran capaces de constituirse en un estado libre, soberano e independiente, contrario a muchos otros que pregonaban que eso no era posible y que, por tanto, el país debía cobijarse bajo la sombra, ya en forma de protectorado ya de anexión, de países como Francia, España, Inglaterra o Estados Unidos”, dijo el autor.










La Comisión Permanente de Efemérides Patrias compartió este miércoles un video sobre la vida del patricio Juan Pablo Duarte, a propósito de celebrarse este viernes el 205 aniversario de su natalicio.
En “Duarte, a 3 minutos de ti”, un audiovisual subido a la red social Youtube, la entidad estatal hace un recuento de la trayectoria del padre de la Patria y cómo ideó el proceso independentista. 
El relato es acompañado con fotos del patricio y otros protagonistas de la época, así como imágenes del museo ubicado en la sede del Instituto Duartiano en la capital.

Imágenes de Duarte
En el libro “Los espejos de Duarte”, Pablo Mella hace minuciosos análisis sobre las estrategias discursivas a través de las cuales se han proyectado las diversas imágenes del prócer.
“Existe suficiente evidencia documental y consenso historiográfico para afirmar que Duarte fue un desconocido para el conjunto de la sociedad dominicana hasta 1884. Además de algunos de sus familiares, especialmente su hermana Rosa Duarte, solamente un grupo de letrados —capitaleños para más señas— mantenía un recuerdo de su persona y lo consideraba el “Padre de la Patria”, afirmó el sacerdote y doctor en filosofía
El autor de la obra, laureada con el Premio Anual de Ensayo 2013, afirmó que esos letrados, entre los que menciona a José Gabriel García, Fernando Meriño, Emiliano Tejera, Félix María del Monte y Federico Henríquez y Carvajal, decidieron –en la primera mitad de la década de los 80 del siglo XIX– articular una campaña de construcción de la imagen de Duarte como único padre de la patria dominicana”.
Argumentó que en esa tentativa esos eruditos padecieron la resistencia de parte de otros actores políticos del momento hasta cierto punto más influyentes que ellos, lo que ocasionó en la historiografía dominicana oficial el inicio de la conocida “crítica histórica”, que Roberto Cassá, en sus reflexiones metahistóricas sobre el mismo asunto, denomina de manera más acuciosa “revisionismo histórico”.
Vida del prócer
Juan Pablo nació el 26 de enero de 1813 y fue bautizado el 4 de febrero del mismo año en la iglesia de Santa Bárbara, en Santo Domingo. Era hijo de Juan José Duarte y de la señora Manuela Diez.
La amplia historiografía sobre el patriota cuenta que gran parte de su formación académica e intelectual fue de carácter particular. La instrucción primaria la obtuvo en el hogar y después en una escuela del profesor Manuel Aybar.
“Ya adolescente recibió instrucción privada, lo mismo en idiomas que en Filosofía, Derecho Romano y otras disciplinas sociales, a cargo de reconocidos profesores e intelectuales de la talla de Augusto Brouard, Mr. Groot, Manuel María Valencia y, muy en especial, del doctor Juan Vicente Moscoso, quien fuera rector de la Universidad de Santo Domingo, que fue clausurada por los haitianos a poco de comenzar el período llamado Dominación Haitiana”, expresó Balcácer en el libro “Duarte revisitado”.
El prosista señala que Duarte legó a la posteridad unos escasos escritos (pues casi todos sus papeles tuvieron que ser destruidos cuando en 1843 fue perseguido por los haitianos) a través de los cuales se evidencian diáfanamente la solidez y contundencia de sus concepciones político-ideológicas, gracias a las cuales estructuró lo que suele denominarse como el pensamiento político de Duarte.

“Duarte fue un hombre en el sentido normal de la palabra: enamorado, amante y suponemos que apasionado. No procreó descendencia conocida, porque como otros grandes auténticos revolucionarios, consagró su vida a la causa nacional, la que absorbió sus otros aspectos familiares”. José Miguel Soto Jiménez.

“Cosas de la carne”
Acerca de la vida del prócer, el autor Miguel Soto Jiménez ha expresado: “¿Era bailador el Patricio como Bolívar o Mon Cáceres? ¿Le gustaban los tragos, como se dice de Mella o Florentino? ¿Las cosas finas, como a Washington? ¿Era muy enamorado, como Sánchez, Perdomo, Jefferson o el mismo Libertador?”
“A nosotros no nos cabe duda de que Duarte sentía gran atracción por el bello sexo, no sólo por lo que se habla de las novias de Duarte en los apuntes de su hermana Rosa, quien cuida la memoria de su hermano defendiéndolo contra los prejuicios de su época, en la cual las mujeres eran tan recatadas que, teniendo la vocación de criptógamas, solían serlo más si eran como las “jamonas” de otros tiempos”, ha argumentado en el mencionado texto “Duarte Revisitado”.
El exsecretario de las Fuerzas Armadas expresó que por eso Rosa Duarte habla con cuidado de los amores de su hermano.
“Cabe pensar en cómo fueron los amores clandestinos de Duarte en San José de los Llanos o el fogaraté que se siente en las líneas de su ensayo de diario en Alemania, cuando habla de esas mujeres rubias cuya alusión sin duda alguna descompone su pretendida indiferencia por esas cosas banales de la carne”, agregó.
Manifestó, además: “Duarte fue un hombre en el sentido normal de la palabra: enamorado, amante y suponemos que apasionado. No procreó descendencia conocida, porque como otros grandes auténticos revolucionarios, consagró su vida a la causa nacional, la que absorbió sus otros aspectos familiares”.
Apuntes de Rosa
Apuntes de Rosa
Para conocer a Juan Pablo, son fundamentales los llamados “Apuntes de Rosa Duarte”, donde su hermana relata episodios importantes relacionados a su lucha independentista y a otros aspectos.
“Rosa Duarte figura en la historia como una de las mujeres que estuvieron al tanto de los secretos revolucionarios de los patriotas independentistas, para los cuales supo convertir en balas las planchas de plomo que había en el almacén de su padre, y a su acuciosidad y a su amor debe la historia nacional el valioso códice que se conoce con el nombre de ‘Diario de Rosa Duarte’”, escribió Vetilio Alfau Durán en su texto “Mujeres de la Independencia”, de la colección de Cuadernos populares 2, divulgada por el Archivo General de la Nación.
Añadió que la hermana del prócer “conservó siempre en su corazón un ardiente amor al suelo donde se meció su cuna, por cuya libertad derramó amargas lágrimas, sufrió persecuciones, perdió sus bienes, sufrió destierro perpetuo en unión de su madre, de sus hermanas, hermanos y sobrinos, y perdió las ilusiones de su juventud al perder su novio, acosado y perseguido y al fin fusilado junto a las tapias del cementerio de El Seibo, donde se meció la cuna de su madre, el 11 de abril de 1855”.

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