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“Les habla el capitán. Tenemos un problema: los 4 motores se han detenido”: el asombroso incidente del vuelo 009

Nadie, ni en las peores pesadillas sobre catástrofes aéreas, se podía imaginar lo que iba a ocurrir unas horas después de que el vuelo 009 despegara. Un volcán en erupción iba a detener los motores del avión a 11 mil metros de altura. Lo que ocurrió a partir de entonces es historia de la aviación.
Ocurrió el 24 de junio de 1982. El vuelo 009 de British Airways volaba desde Londres con destino a Nueva Zelanda. Un vuelo tranquilo, sin sobresaltos, que estaba llegando a la última etapa del viaje, pasando de Malasia a Perth, Australia. A los mandos de la aeronave estaban el capitán Eric Moody, el copiloto Roger Greaves, y el suboficial Barry Townley.
Poco después de las 13:40, cuando el avión estaba por encima del Océano Índico, el capitán acude al baño. Unos minutos después la tripulación nota un efecto raro en el parabrisas, algo similar al denominado Fuego de San Telmo.
Cuando hablamos ello nos referimos a un meteoro ígneo consistente en una descarga de efecto corona electroluminiscente provocada por la ionización del aire dentro del campo eléctrico que originan las tormentas eléctricas. 
En realidad, y detrás de esta definición tan difícil, estamos ante un plasma de baja densidad provocado por la enorme diferencia de potencial eléctrico en la atmósfera. Dicho en pocas palabras, vendría a ser una descarga luminiscente o resplandor luminoso (como pequeñas chispas saltando).

Hasta aquí la teoría pero, ¿qué demonios estaba pasando a miles de metros de altura? ¿Fuego de San Telmo sobre el vuelo? Lo único que tenían claro en aquel momento es que el fenómeno persistió después de que Moody regresara del lavabo. Por si acaso y a pesar de que el radar meteorológico mostraba cielos despejados, la tripulación encendió el sistema anti-hielo del motor y ordenó a los pasajeros el cinturón de seguridad por precaución.
A medida que el vuelo avanzaba, una niebla poco común, algo más parecido a humo, comenzó a acumularse en la cabina de pasajeros. Al principio se pensó que podía deberse al humo del cigarrillo (estamos en 1982). Sin embargo, aquella niebla comenzó a crecer, cada más densa, y además tenía un cierto olor a azufre.
Los pasajeros que veían los motores a través de la ventana fueron los primeros en señalar que aquello no era normal. Una señora llamó a la azafata y se puso muy nerviosa, le dijo que por favor se asomara y viera aquello. La azafata no daba crédito, una luz brillante de color azul parecía estar haciendo contacto con las hélices, produciendo un efecto estroboscópico.
Sobre las 13:50, las señales del cuarto motor se encienden. Algo no va bien. Unos segundos después se confirma: el motor se ha parado y parecen estar saltando chispas. La tripulación apaga el motor y corta rápidamente el suministro de combustible. Menos de un minuto después, el motor número dos empieza a arder para luego apagarse. 
Y en cuestión de segundos, y casi simultáneamente, los motores uno y tres también se apagan.
La situación era muy sencilla de explicar: el vuelo 009 de British Airways, con 248 pasajeros a bordo, se había quedado sin motores a unos 11 mil metros de altura. Dicho de otra forma, a menos que alguien pudiera planear la gigantesca masa de hierro hasta la tierra, aquello no pintaba nada bien.
Sin empuje del motor, un 747-200 tiene una relación de deslizamiento de aproximadamente 15: 1, esto significa que, teóricamente, puede planear unos 15 kilómetros por cada kilómetro que desciende (o cae). La tripulación de vuelo hace los cálculos y determina que podían planear durante 23 minutos cubriendo 169 kilómetros desde la altitud de vuelo.
El copiloto Greaves habla por radio y comunica la emergencia a las autoridades locales de control de tráfico aéreo en Jakarta, explicando que los cuatro motores habían fallado. Sin embargo, tras la emergencia surge un nuevo problema, la torre de control aéreo no podía localizar el 747 en sus pantallas de radar.
En la zona de pasajeros hay gente desmayada tras ver cómo algunos de los motores se detenían con algo de fuego y chispas. La mayoría temen por su vida. Muchos comienzan a escribir notas a sus familiares.
De vuelta a la cabina surge una duda que ponía los pelos de punta. 
Debido a la altura de las montañas indonesias en la costa sur de la isla de Java a la que se acercaban, se necesitaba una altitud de por lo menos 3.500 metros para cruzar la costa con seguridad. 
Los pilotos deciden que si la aeronave era incapaz de mantener la altitud en el momento en que alcanzaran los 3.500 metros, entonces volverían al mar y tratarían de meterse en el Océano Índico.

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