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Este icónico rascacielos de Nueva York guardó un secreto espeluznante durante 20 años

Entre el gran número de rascacielos que se agolpan en el centro de Manhattan, el de Citicorp es uno de los más reconocibles. Actualmente el duodécimo más grande de Nueva York, el edificio guarda una de las historias más terroríficas de la arquitectura.
Una que durante 20 años se mantuvo en secreto.
La torre, actualmente un rascacielos de oficinas, se encuentra situada en la Calle 53, entre Lexington Avenue y la Tercera Avenida, en Midtown Manhattan. Se construyó en 1977 y cuenta con 59 plantas bajo una altura de 279 metros.
Sin duda alguna, de los más reconocibles del skyline de la ciudad debido a su cima inclinada de 45º bajo una única base “sobre zancos”, tal y como explicó en su momento el arquitecto Hug Stubbins y el ingeniero estructural LeMessurier.
Si has estado delante, es posible que te hayas preguntado cómo se pudo crear semejante “bestia” apoyada bajo esos pilares mínimos. Porque todo habrá pasado por un estudio y no existe ningún peligro. ¿Verdad?

Construyendo un rascacielos


Cuando el edificio se terminó era el séptimo más alto del planeta. A nivel del suelo, el enorme rascacielos casi parece flotar por encima de Lexington Avenue, sostenido en alto por esos cuatro pilares enormes de 34 metros de altura que se encuentran en el centro de cada lado (en lugar de en las esquinas).
Como decíamos, el esqueleto estructural del edificio fue diseñado por el ingeniero LeMessurier a principios de los años setenta. Hacer un espacio para la iglesia de San Pedro era un problema añadido, pero LeMessurier era un ingeniero capaz y creativo. Su diseño pedía que el edificio se asentara sobre esos cuatro “zancos” de nueve pisos de altura, centrados en cada lado con una geometría específica en el bastidor de la estructura, todo ello para aprovechar al máximo las columnas de soporte ubicadas de forma algo extraña.
También tenía una única columna en el centro, en este caso más estrecha, que albergaba los bancos del ascensor del edificio y que proporcionaba la fuerza adicional a los bastidores. Con este diseño se hizo sitio para la iglesia debajo de la esquina del noroeste del edificio, y dio a la estructura gigante un efecto grandioso, casi como si estuviera levitando. 

El edificio en Manhattan.
El concepto entregado por LeMessurier estaba aparentemente perfecto, de hecho, era elegante y técnicamente brillante. Bajo 25.000 toneladas, la superestructura de acero del edificio era bastante ligera en comparación con otros rascacielos de su época (por ejemplo, el Empire State Building era de 60.000 toneladas).
Debido al diseño sobre pilares y a su bajo peso, en los planes también incluyeron un amortiguador de masa sintonizado (TMD), un bloque de 400 toneladas de hormigón alojado en los pisos superiores del edificio, flotando en una película gruesa de aceite y controlado por un sistema automático. Esta pieza era primordial para la estabilización, su función era la de cortar el balanceo del edificio por la mitad mediante la conversión de la energía cinética de balanceo en fricción.

Un error de bulto 


Vista desde la calle. Wikimedia Commons
Un año después, con el edificio funcionando a pleno rendimiento, una estudiante de ingeniería llamada Diane Hartley se puso en contacto con el ingeniero para hacerle algunas preguntas técnicas sobre el diseño. Al parecer, el profesor de Hartley le había expresado sus dudas con respecto a la fuerza de un rascacielos inclinado donde las columnas de apoyo no estaban en las esquinas.
LeMessurier le dijo a Hartley que su profesor no tenía ni idea de lo que hablaba y que todo había sido estudiado al milímetro. La geometría del bastidor del edificio funcionaba perfectamente con los pilares en tales posiciones, permitiéndole resistir vientos muy fuertes, incluso desde un ángulo diagonal.
Sin embargo, cuando la joven se fue LeMessurier se puso a pensar. El ingeniero comenzó a hacer algunos cálculos sobre las cargas de viento diagonal que podría soportar la estructura. Estos cálculos mostraron que con un viento diagonal, había un incremento del 40% en las cargas del viento normal, y un incremento del 160% de la carga en todas las juntas de conexión.

El Citigoup Center desde la base con uno de sus extraños pilares. 
El hombre estaba particularmente interesado en los efectos de un cambio de ingeniería que se hizo durante la construcción y que había parecido correcto en su momento: las numerosas juntas no se soldaron (como en el diseño original), se aseguraron con pernos (tornillos). Normalmente, este cambio puede ser aceptable, pero el diseño del centro del Citicorp era sensible a los vientos diagonales. Los resultados de sus cálculos eran más que preocupantes.
Pensemos que la fuerza del viento sobre las superficies planas de un edificio es enorme. El viento que empuja contra un edificio alto tiene una gran influencia contra su base, aunque la gravedad hace gran parte del trabajo por mantener todo el edificio unido a través de la compresión.

El vestíbulo público. Wikimedia Commons
Esto hace que un edificio sea seguro contra el viento, siempre y cuando las juntas sean lo suficientemente fuertes como para resistir cualquier fuerza que no sea contrarrestada por la gravedad. Precisamente, LeMessurier temía que los tornillos no fueran demasiado fuertes para la tarea.
El ingeniero acudió a un colega, el experto en el comportamiento de edificios en condiciones de viento alto, A. Davenport, quién le ofreció una serie de cálculos que no dejaban lugar a dudas. Encontró que las ráfagas a más de 110 kilómetros por hora serían suficientes para romper los pernos que sostienen las bases del edificio, dando como resultado un fallo estructural muy grave.
¿Lo peor? Que la naturaleza salvaje y los huracanes no eran desconocidos en Nueva York, todo lo contrario, la historia de la ciudad ha contado con varios eventos con este tipo de vientos.

Un secreto que duró 20 años 


Vistas desde la última planta del rascacielos.
Horrorizado, LeMessurier huyó de la ciudad para revisar los hallazgos y considerar sus opciones. Debido a que se enfrentaba a posibles litigios y posiblemente a la quiebra profesional, también pensó en suicidarse, pero finalmente se dio cuenta de que tenía la información necesaria que podría salvar miles de vidas.
Al día siguiente empezó a hacer llamadas telefónicas. Después de hablar con abogados y consultar a colegas de profesión, LeMessurier se presentó en las oficinas de Citicorp para contarles a los ejecutivos el gran dilema. El hombre describió el fallo de diseño y acto seguido propuso la solución: reforzar las 200 juntas atornilladas mediante placas de acero soldadas de 5 centímetros de espesor.
¿Qué ocurrió? Que el trabajo comenzó al día siguiente, y así continuó durante tres meses. Los soldadores trabajaban toda la noche, y los carpinteros trabajaban durante el día. 
En caso de un desastre inminente, se estableció un plan de evacuación, pero el público y la gente que trabajaba no sabía nada de las circunstancias, un hecho facilitado por la prensa, en huelga en ese momento.
Además, a mitad de las reparaciones se formó el famoso huracán Ella, y lo peor era que parecía estar de camino a Manhattan, aunque finalmente se desvió hacia el mar en lugar de probar los límites del edificio a medio reparar. Los refuerzos se completaron en septiembre de 1978, y toda la estructura fue reevaluada por motivos de seguridad.
Ahora sí, tras las reparaciones el edificio era uno de los rascacielos más resistentes del mundo. Sin embargo, mantuvieron el secreto al público durante casi veinte años, hasta que apareció un artículo en el New Yorker en 1995.
Lo cierto es que si hay un héroe en esta historia, esa fue Diane Hartley, la estudiante de ingeniería que había identificado originalmente el error y alertado a LeMessurier.

Ella salvó casi con toda seguridad cientos de vidas. En cuanto al ingeniero, los ejecutivos de Citicorp no le pidieron más de los 2 millones de dólares que su póliza de seguro cubrió, a pesar de que las reparaciones por sí solas costaron más de 7 millones. [WikipediaSlateNew Yorker]

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