Básicamente parece que si te caes de la moto, es muy probable que sea lo último que hagas en tu vida.
El problema salta a la vista.
Los propulsores, cuatro hélices de madera que miden casi un metro de diámetro, están montados alrededor del piloto, más o menos a la altura de las piernas y sin nada que impida una escena digna de película de acción de los 80 si el piloto sale despedido y cae donde no debe.
Lo peor es que no parece que sus creadores (una compañía rusa con sede también en California) tengan la más mínima intención de añadir barreras protectoras si juzgamos el tema por los bocetos que la compañía tiene en su página web.
Aquí, una demostración en vivo de la Scorpion Hoverb. El piloto salió ileso, pero, por favor, que alguien añada una cabina cerrada o cúpulas sobre las hélices... algo.
Es curioso como la popularización de los drones cuadricópteros ha traído consigo un avance inesperado: las motos voladoras. Las mismas tecnologías que mantienen en el aire a los drones (baterías mejoradas, sistemas de estabilización, acelerómetros o chips GPS) pueden aplicarse para crear vehículos que hace 10 años eran imposibles.
Dejando la seguridad a un lado (queremos pensar que Hoversurf solucionará ese tema) la compañía no solo trabaja en una moto voladora para deportistas extremos. También desarrolla una versión taxi con cabina cerrada y un vehículo de carga con capacidad para hasta 2.500 kilos.
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